Sábado, 10 de Mayo 2025
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Nana Carmen

De la convivencia diaria al amor incondicional

Por: EL INFORMADOR

Un tiempo Carmen vivía en la colonia Libertad, “por allá por donde está la Iglesia de San Felipe de Jesús, en la 34, allí vivía yo. Después nos fuimos a Santa María y de ahí el señor Eduardo, ¡gracias a Dios! me compró una casa y en esa vivo, ya mucho más cerca de los señores”.
Esa casa la fue pagando poco a poco hasta que llegó a su fin y pudo terminarla de fincar a su gusto y subraya: “Gracias
a ellos también tengo casa”.


22 de Julio
Día Internacional del Trabajo Doméstico

El trabajo doméstico es el conjunto de actividades que se realizan en todos los hogares de manera cotidiana y que garantizan el bienestar y el desarrollo de los integrantes de la familia. Este tipo de trabajo contempla actividades para el mantenimiento del hogar, tales como la elaboración de alimentos, cuidados de higiene, cuidado de la salud, atención a los niños a personas enfermas y ancianas. Todas estas actividades trascienden en el equilibrio emocional-afectivo, así como en la socialización de los individuos.


L a historia de Carmen es interesante, pero sobre todo conmovedora. Ha dedicado cerca de cuatro décadas al servicio de una familia, que ha sido todo este tiempo, tan valiosa como la propia.
En la actualidad sus funciones han cambiado ahora ya no es nana, porque los niños han crecido, ahora ya ellos tienen esposas e hijos. Las dinámicas de la casa en donde trabaja son diferentes, pero para ella, los días transcurren con la ilusión de ver a sus “niños”.
Nana Carmen la historia de una trabajadora doméstica que ha dedicado su vida al servicio de una familia, que es hoy por hoy su familia.
Su trabajo ha tenido un pago, mientras que el amor, atención, lealtad y cuidados que aporta de forma adicional, han sido recompensados, sin ponerle precio.
Al llegar a la casa nos recibe el olor a frijoles de la olla, un aroma que cobija con ese calor de hogar tan típico de las familias tapatías; nos sitúa en la terraza, para comenzar a contar su historia.
Carmen Gamiño Ledezma es su nombre completo, aunque en casa de la familia Martínez Arregui le conocen como Nana Carmen. Hace varios años llegó a trabajar a casa de la mamá de la señora Cristina Arregui, la cual fue su casa por un período de tres años aproximadamente. “Tengo cerca de 40 años con la misma familia; estuve tres años con la señora Angelita González de Arregui y de ahí me vine para acá, porque la señora me necesitaba y vine a ayudar. Ella ya tenía dos niños, Gabriel y Eduardo, había perdido una niña y entonces llegué yo”.
Hasta ese entonces Carmen nunca había trabajado, su tiempo lo dedicaba a estar en casa de su madre y al pendiente de su único hijo. A su entrada formal a trabajar, el pequeño Jesús se quedaba bajo el mando de su abuela. Mientras tanto, Carmen era recibida en casa de la familia Martínez Arregui, sin sospechar que estaba firmando un contrato de larga duración.

La bienvenida a la familia

A muchos años de distancia, Carmen recuerda el primer encuentro: “Lo más lindo es la convivencia con los niños. Al principio yo le dije a la señora que yo no quería cuidar al niño que venía. Cuando llegué, ella me dijo que yo me iba a hacer cargo de él, pero yo no quería ser nana”.
Pero todo dio un giro distinto en cuanto vio al bebé: “Llegó el niño, Diego Martínez, y esa fue mi mejor ilusión”, dice con un tono de alegría en su voz, y reflejando lo mismo en su semblante.
Diego se convertiría en una gran motivación para Nana Carmen: Después de que no quería cuidarlo, ese niño se convirtió en mi todo. Yo adoraba a mi niño y lo cuidaba. Me la pasé muy feliz con mi niño y hasta la fecha. Los sigo queriendo a todos pero es diferente”.
No consciente del paso del tiempo no recuerda la edad del niño que cuidó, quien ahora ya tiene su propia familia y sus hijos –los cuales son una bendición para Nana Carmen-. “A mí no se me pega nada, tengo memoria de teflón, pero no se imagina lo bien que he estado con ellos como familia”, por lo que la opción de dejarlos ni siquiera existe en su mente.
“Aquí llegué y me estacioné. Sólo hubo un año en el que me salí, pero luego volví. La señora Cristina me preguntó que si yo iba a seguir trabajando, yo le dije que sí, y ella me dijo: ‘pues si vas a seguir trabajando, quédate con nosotros’ y como dice el dicho, más vale conocido; estaba mucho mejor con ellos porque ya los conocía y esa noticia me hizo muy feliz”.

Las vivencias


Todas las cosas que Carmen ha tenido en casa de la familia Martínez Arregui permanecen intactas en sus recuerdos, van y vienen siempre acompañadas de un tono de nostalgia por aquellos años bulliciosos en donde los niños estaban presentes. “Recuerdo las vacaciones, nos íbamos a la playa. Al señor Eduardo desde que el niño (Diego) estaba chiquito, lo aventaba al agua y yo me preocupaba mucho y me ponía nerviosa, porque decía ‘a mi niño me lo va a ahogar’, yo le decía al señor que me lo iba a ahogar y él me explicaba: “No Carmen, es para que se enseñe a nadar”. Y desde chiquitito jugaba con él. Por un lado me daba miedo que el niño se fuera a ahogar, pero por el otro me daba mucho gusto ver como salía flotando del agua, pero es una cosa preciosa y hasta la fecha lo es”.
Fueron muchas las vacaciones que tuvo Carmen con la familia Martínez Arregui, sobre todo los viajes a Manzanillo. En donde disfrutaba el paisaje, el clima, pero siempre hay algo que predomina en la charla con Nana Carmen y no es la excepción en este momento: “Yo disfrutaba todo, andando con mi niño, a mí no me importaba nada más, sí a veces nos bañábamos en el mar, pero tenía que ser temprano antes de que los niños se despertaran”.

Las dinámicas sin niños

Una nana que se queda sin niños, puede ser como una orquesta sin instrumentos, y este caso no es la excepción: “Hace falta la alegría de la casa, pero aunque quiera uno, ya todos agarraron su rumbo y están muy aparte, de vez en cuando vienen a comer y hay que atenderlos y disfrutarlos”.
En una temporada estuvo al cuidado de los hijos de Diego, temporada que fue un bálsamo revitalizador para el corazón de Carmen: “Me fui unos días con la nuera de la señora, y tiene un niño haga de cuenta Diego, precioso, así güerito como era Diego, y yo estaba feliz ahí. Sólo estuve un mes mientras ellos estaban de viaje, pero estuve muy contenta porque me recordaba la época en que Diego era chiquito”.
Aunque es claro quién es su consentido, Nana Carmen dice que para ella los tres son especiales, sobre todo porque “eran niños muy educados y nada majaderos”.

De su familia

Carmen tiene un hijo, Jesús Gamiño, a quien dejaba con su mamá: “Antes me quedaba a dormir en la casa, así que aunque quisiera estar con mi hijo no podía, porque tenía que trabajar”. Ese distanciamiento con su propia familia se ha hecho mayor a partir de la separación geográfica, pues su hijo vive en Estados Unidos.
Nana Carmen habla de su hijo que vive lejos, no le extraña porque como ella dice “se que está bien. Seguido me invita a que me vaya a visitarlo, ya he ido a verlo unas tres veces.
A lo mejor no lo extraño como cualquier otra madre porque casi no he estado con él, pero de todos modos mi pensamiento está en mi hijo, hablo con él muy seguido”.
Jesús vive en Estados Unidos y allá tiene una gran familia, entre las que se cuentan ya cuatro nietos, de los cuales dos ya tienen hijos, lo que convierte a Nana Carmen en bisabuela.
A ella le entristece que su familia esté tan lejos, y que la convivencia con ellos sea casi nula: “Veo a mis nietas cuando voy, pero yo pienso que no hay amor, porque como no vivo con ellos...
No hay convivencia, no hay nada, entonces voy y me ven bien, me tratan bien, pero yo siempre me siento mal porque siento como que soy una extraña para ellas y sí tiene que ser, a lo mejor si conviviera con ellas sería diferente. Cuando he ido de visita y llegan de la escuela, me es difícil comunicarme porque ellas hablan muy poco español, así que saben de mí por lo que les dice su papá, pero nada más.
Uno de mis nietos ya tiene dos hijos, una de mis nietas ya está casada y tiene un niño y las otras dos están todavía en casa porque están chicas, una tiene 18 ó 19 años, caí en cuenta por que ya quiere tener carro, pero será hasta que cumpla los 20. La más chica tiene 16 ó 17 años”.

Dame el rebozo abuelita

Como abuelita no ha disfrutado mucho a sus nietos. En realidad a los nietos que goza son a los hijos de quienes fueran sus niños: Eduardo, Gabriel y Diego. “Estoy disfrutando a los niños de aquí, cuando vienen de visita los gozo, pero mis nietos no. Mi consentido es el chiquito, Matías, es un encanto de niño, se parece tanto a su papá, es muy tierno.
Los hijos de Diego son muy lindos, a todos los quiero mucho, aunque es diferente, ya no están tan pegados a uno, como que no le tienen la misma confianza”.

La familia adoptiva

¿Nunca pensó tener su propia familia, casarse, tener más hijos? “No fíjese, yo me llenaba con esta familia, no me daba por tener más hijos porque con los que tenía en esta casa eran suficientes.
Actualmente Nana Carmen vive sola en su casita, enfrenta momentos de soledad que como ella dice “a veces causa un poco de depresión”, porque se siente sola. Ella se lo atribuye a que “con la edad uno se da cuenta de cuanta falta hace tener a su familia” y aunque su hijo insiste en que se vaya a vivir con él, Carmen prefiere que cada quien permanezca en su casa: “Yo allá qué voy a hacer ¿estorbar?”.
Su familia insiste en que se vaya con ellos pero para Nana Carmen lo mejor es estar aquí en su casa: “Yo pienso que ya vienen los achaques de la vejez y pues ¿para qué? Mejor de lejecitos, voy, los visito y me regreso a mi casa”.


Su comida favorita es el Champandongo,
por lo que en su honor, va la receta
para los aficionados:

Champandongo
4 porciones medianas

Ingredientes
6 tortillas
250 gramos de carne molida
1 papa
1 zanahoria
1 calabacita
1 bote de mole ya preparado
2 cucharadas de crema
100 gramos de queso rallado que gratine

Preparación
Se rallan la zanahoria, la papa y la calabacita.
La carne molida se sofríe en una olla caliente, cuando cambia de color se salpimenta.
Enseguida se agregan las verduras ralladas. Se agrega un poquito de agua, se tapa, se baja el fuego y se deja cocinar unos minutos, hasta que las verduras estén suavecitas.
Las tortillas las calentamos un poco. Se pone una primera capa de tortillas, encima se pone un poco del picadillo, luego mole, crema y queso. Se repite la operación hasta terminar con una capa de queso y se mete al horno hasta que el queso gratine.
Es delicioso si se acompaña con un plato de frijoles de la olla.

por karelia alba

Tapatío

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