GUADALAJARA, JALISCO (23/ABR/2017).- A veces parece que las construcciones que levantaron en su mayoría los jesuitas en la Península de Baja California hubieran estado allí desde siempre. Como si estas construcciones silentes formaran parte del panorama esculpido durante miles de años en esta tierra rodeada de desiertos y mares. Pero no siempre fue así.La colonización de México fue protagonizada por los conquistadores en general, pero no siempre. Unos rincones de nuestro país, tan indómitos y remotos, que se pensaba que era una locura vivir en ellos. Pero a donde no llegó la espada, se aventuró la fe Católica. Tanto con los jesuitas como de la mano de los franciscanos, dominicos y colonos.A lo largo de los Siglos XVII y XVIII especialmente, los jesuitas fundaron a lo largo de la Península “misiones”, asentamientos que en algunos casos sirvieron como núcleo de futuras ciudades, en otros terminaron en silenciosas ruinas a la espera de ser descubiertas una y otra vez por los viajeros.Este tipo de asentamientos eran creados, primero, para difundir la fe Católica, aunque en última instancia, también fueron focos culturales y sociales. Allí, los misioneros en muchas ocasiones enseñaban a los indígenas a cultivar la tierra, algo de ganadería e incluso se abrían escuelas.Un ejemplo de cómo mutaron las misiones lo podemos ver hoy en La Paz. Una de las ciudades más bellas de nuestro país tiene uno de sus pilares en la fe con la que los jesuitas se aventuraron en estas tierras. La Catedral de Nuestra Señora del Pilar de la Paz de Airapí está levantada sobre lo que alguna vez fue una misión jesuítica del Siglo XVIII, de la que queda poco menos que el recuerdo, dadas las constantes remodelaciones. Lo que no se presta a duda alguna es la belleza y delicadeza de su actual arquitectura.Para los curiosos, vale la pena explorar el interior de la catedral, que está en pleno corazón de La Paz. Allí se encuentran bellos retablos de un exquisito estilo barroco, creados en el siglo XVIII, y que provienen de otras misiones que fueron abandonadas a lo largo de la Península.Probablemente los evangelizadores no imaginaron hasta qué punto las misiones siguen siendo vitales en las dos Baja Californias. Por ejemplo, el “Camino Real de California” (que incluía a la hoy California de Estados Unidos), era una vía que comunicó a las misiones fundadas entre 1683 y 1834. Ese mismo camino se utilizó posteriormente para dar forma a las carreteras que conectan las ciudades de los tres Estados. Una huella de fe que ha trascendido en el tiempo.