La Palabra del Domingo: Amor, siempre vivo y activo

     En el Evangelio de este domingo, Jesús nos dice: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor. Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que de su vida por ellos. Ustedes son mis amigos; ya no los llamo siervos, sino amigos”.
     Tremenda responsabilidad nos resulta de ese amor que Dios nos prodiga, amor que Jesús, Dios y hombre verdadero, llevó al extremo de dar su vida por nosotros en la cruz. Amor para todos los hombres, sin excepción; amor infinito de Jesús, con predilección muy especial por nosotros los pecadores. Amor siempre vivo y actuante. Amor que Jesús derrama en su Iglesia y en sus Sacramentos e perdón y de gracia santificante.
     De hecho, el estudio y la piedad nos llevan al mismo tiempo al servicio, a la acción social, a compartir nuestros bienes materiales y espirituales. Obras de justicia, de caridad, de derechos humanos, educación, salud, trabajo, vivienda. Promoción integral en cuerpo y alma. Todos los bautizados, hombres y mujeres, debemos realizar nuestra propia tarea de servicio, cada quien en su profesión, oficio, trabajo: el médico, el sacerdote, el ama de casa, el militar, el artista, el trabajador, etc.
     Preguntémonos y respondámonos con sinceridad. ¿Cómo vivimos este amor que viene de Dios? ¿Es para nosotros lo más importante? ¿No lo ahogamos con egoísmos, rencores, pereza? ¿Hasta qué punto el amor de Jesucristo es para nosotros el criterio, el camino? ¿El amor entre los esposos intenta crecer cada día en actos concretos y cordiales de comprensión, de ayuda, de darse el uno al otro? ¿El amor entre padres e hijos se teje a base de escuchar, respetar, dialogar, compartir, soportar? Y así en todos los campos de nuestra vida.
     Amor con amor se paga. Ahora es tiempo de renovación profunda, tiempo de buscar juntos nuevos caminos, revisando nuestras capacidades y limitaciones, asumiendo con generosidad nuevos compromisos ante los nuevos retos de incredulidad, indiferencia, inmoralidad e injusticia que convulsionan al mundo.
     Amiga, amigo: Jesús nos ha cambiado de siervos a amigos, para que vivamos engracias, no por temor, sino por amor vivo y activo, que nace del corazón y se hace ley suprema de nuestra existencia. Amor que nos lleva a Dios para llamarlo “Padre”, y a nuestro prójimo para amarlo como Cristo le ama, con todo el corazón. Hoy mismo Dios asegura: “Les he dicho esto, para que mi alegría esté con ustedes y su alegría sea plena”.