Miércoles, 19 de Febrero 2025
Suplementos | La promoción del progreso de las ciencias matemáticas, físicas y naturales

Iglesia y ciencia en el siglo XXI

La existencia de la Academia Pontificia de las Ciencias y del Observatorio Vaticano contradicen el dicho que la ciencia y la religión son como el aceite y el agua

Por: EL INFORMADOR

     Es común escuchar que la ciencia y la religión son como el aceite y el agua, tema que he tratado profusamente en tiempos pasados. Sin embargo, nuevas luces pueden proyectarse sobre la discusión, de manera que los católicos fieles encontremos más y mejores argumentos para defender nuestra fe. Uno de los principales problemas es que muchos de los detractores de la Iglesia y de la religión padecen anemia intelectual, por lo que su ignorancia es solamente digna de compasión. Otras veces, con apenas el catecismo de primera comunión, pretenden opinar sobre cuestiones teológicas o doctrinales que, por hacer una analogía con las carreras universitarias, corresponderían a disertaciones de posgrado.

     Para comenzar, ha de saberse que desde sus más remotos orígenes, la Iglesia y el desarrollo científico han ido de la mano. Podría argumentarse que el caso Galileo contradice tal afirmación; pero, nuevamente, habría que estudiarse el caso junto con las circunstancias socio-históricas, para entender que no hubo freno real al avance científico. En la época actual, tenemos dos ejemplos más que contundentes: la existencia de la Academia Pontificia de las Ciencias y del Observatorio Vaticano.

     Una Academia de Ciencias es una agrupación de científicos de todas las ramas de la ciencia, que se reúnen periódicamente para discutir sobre temas de actualidad, realizar congresos y asesorar instituciones o empresas. El caso de la Academia Pontificia de las Ciencias es el mismo y sus orígenes se remontan al año de 1603, en el que se funda bajo el pontificado de Clemente VIII. En 1936 Pío XI hizo una refundación, en la que se tomó el nombre actual y se dieron los primeros estatutos. Posteriormente, Paulo VI en 1976 y Juan Pablo II en 1986, actualizaron los estatutos que la rigen hasta nuestros días.

     El texto de uno de los primeros dice que la “Academia Pontificia de las Ciencias tiene como meta la promoción del progreso de las ciencias matemáticas, físicas y naturales, y el estudio de temas y problemas epistemológicos relacionados”. En la actualidad, la Academia tiene seis áreas principales de trabajo: (a) ciencia básica; (b) ciencia y tecnología de temas y problemas globales; (c) ciencia a favor de problemas del Tercer Mundo; (d) ética y políticas de la ciencia; (e) bioética y (f) epistemología. La mayoría de los miembros de la Academia Pontificia de la Ciencia son y han sido científicos de primerísmo nivel mundial, laureados con el Premio Nobel en sus especialidades. El título de Pontificia significa, claramente, el interés y compromiso de la Iglesia Católica Romana por hacer cumplir los estatutos y alcanzar las metas planteadas.

     Por su parte, el Observatorio Astronómico Vaticano es un instituto de investigación científica que depende directamente de la Santa Sede y se considera como uno de los más antiguos del mundo, pues fue fundado en la segunda mitad del siglo XVI cuando, en 1578, el Papa Gregorio XIII mandó construir la Torre de los Vientos. Desde entonces, la Santa Sede no ha cesado de manifestar el propio interés y apoyo a la investigación astronómica.

     Esta antigua tradición alcanzó su clímax con las investigaciones realizadas por el famoso astrónomo jesuita padre Angelo Secchi, el primero en clasificar las estrellas según sus espectros. Ya en la década de los 30’s del siglo XX, Pío XI dispuso que el observatorio se trasladase a las colinas de Albani, a unos 35 km de Roma. Más tarde, debido al crecimiento de la ciudad y la consecuente luminosidad, en 1981 se fundó el Grupo de Investigación del Observatorio Vaticano en Tucson, Arizona, en el monte Graham, considerado como el mejor sitio astronómico del continente norteamericano. Así, en sus dos centros en Italia y en el de Arizona, el Observatorio Vaticano continua con sus estudios de astronomía, astrofísica y cosmología. Desde 1986, en la sede de Castelgandolfo, se imparten seminarios y cursos para estudiantes graduados procedentes de todas partes del mundo, y cada dos años se organizan encuentros científicos internacionales de alto nivel.

     La idea de que la Iglesia es retrógrada, que sólo quiere embaucar y manipular personas, que es enemiga de la ciencia, etc., es tan falsa como un billete de tres pesos. La falta de información y los prejuicios pueden tener un impacto terrible en la gente. Como apóstoles del Señor, es nuestro deber informarnos para defender nuestra Iglesia y nuestra fe. Que el Señor nos bendiga y nos guarde.

Antonio Lara Barragán Gómez OFS

Escuela de Ingeniería Industrial

Universidad Panamericana

Campus Guadalajara

alara(arroba)up.edu.mx

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