Jueves, 25 de Abril 2024
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Huyendo de las 'maras', siempre le espera la deportación

A Juan lo han deportado en seis ocasiones y eso no evita que trate de llegar a Estados Unidos

Por: EFE

Este hombre no dejará de insistir en llegar a los Estados Unidos. ESPECIAL / Efe

Este hombre no dejará de insistir en llegar a los Estados Unidos. ESPECIAL / Efe

GUADALAJARA, JALISCO (09/JUL/2017).- A Juan las “maras” (pandillas) le mataron a un hermano y a él le pegaron dos balazos, tras lo que huyó de Honduras con destino, primero a Estados Unidos y después a México, país al que sigue intentando regresar tras varias deportaciones.

Un sábado de marzo pasado, este albañil hondureño de 30 años llegaba a su trabajo en Tapachula a cobrar el salario de la semana cuando fue capturado por agentes migratorios y, cuatro días después, ya estaba de vuelta en Honduras.

Juan Migrante -su verdadero nombre se oculta por su seguridad- relató en Omoa, en el Caribe de Honduras, el mismo día que llegó deportado, que esta ha sido la sexta vez: la primera fue en 2015, desde Estados Unidos, y las cinco últimas desde México.

“No logré ni cobrar mi semana, quedó todo tirado allá. A cobrar iba el sábado en la mañana y me capturaron las Migraciones”, dice frustrado tras salir del Centro estatal de Atención al Migrante Retornado (CAMR) en Omoa, a pocos kilómetros de la frontera de Honduras con Guatemala.

Es uno de los 23 hondureños que un martes a inicios de marzo llegaban deportados en un autobús desde Chiapas, tras un recorrido nocturno de unas trece horas y custodiados por dos policías guatemaltecos fuertemente armados.

“Bienvenido a tu tierra”, se lee en la entrada del CAMR, donde los repatriados cumplen un trámite de registro: a los que desean quedarse en su país se les envía en otros autobuses hacia la ciudad de San Pedro Sula, desde donde se dirigen a sus casas con una mínima ayuda gubernamental.

Juan prefiere seguir intentándolo e iniciar el enésimo camino de retorno a México, donde lo espera en Tapachula su esposa, mexicana, y un hijo de corta edad, a los que sueña con poder traer a Honduras para que conozcan a su madre y hermanos.

La vida de Juan como migrante se inició en 2014: había comprado un pequeño terreno y una casa con techo de zinc en Cofradía, en el departamento de Cortés, pero las pandillas comenzaron a extorsionarlo pidiéndole un “impuesto de guerra”, a lo que se opuso.

Los pandilleros le dispararon en el estómago y en una rodilla. A su hermano mayor, las “maras” ya lo habían asesinado en el sector de Naco, cerca de Cofradía.

“Me fui hasta California, Estados Unidos, pero allá me agarraron los gringos” y “me deportaron hacia Honduras” en 2015, rememora. Desde entonces, intenta establecerse en México.

“La verdad aquí (en Honduras) no hay oportunidades de trabajo, las pandillas me agobian”, hay “muchos problemas, por eso decidí mejor irme otra vez para allá a Chiapas”, explica.

“Aquí mi familia es pobre, siempre tengo que ir a luchar para mandarles dinero a mi mamá y a mis hermanas”, que viven en Tegucigalpa, añade.

La travesía

En México, Juan llegó la primera vez hasta Monterrey, luego estuvo trabajando como albañil “en el DF” y en Querétaro, pero las autoridades migratorias mexicanas, a las que califica de “corruptas” porque “le roban el dinero a los migrantes”, siempre lo han capturado y enviado de regreso a Honduras.

“Quería arreglar unos papeles” para residir legalmente en Tapachula, pero “me cobran una gran multa de 14 mil pesos mexicanos (unos 750 dólares) sólo por arreglar una residencia permanente que no me la han querido dar, por eso me siguen deportando, porque no he arreglado ese papel todavía”, dice.

Según Juan, en México hay trabajo para él, que además sabe de carpintería y electricidad y que en su oficio de albañil gana a diario unos 200 pesos mexicanos (unos 10.7 dólares).

“Cada vez que me deportan me siento triste y derrotado porque vengo sin dinero a mi tierra”, expresa Juan, quien remarca: “prefiero emigrar mejor que morir en mi país”.

Después de la entrevista, que acompañó a Juan hasta Corinto, el hondureño emprendió su regreso a pie a México: suele tardar cinco días en llegar a Tapachula sorteando diversos obstáculos, incluida la persecución policial.

Según organismos de derechos humanos, alrededor de 150 hondureños abandonan su país cada día.

El millón de hondureños, entre residentes legales e indocumentados, que en su mayoría viven en Estados Unidos envían remesas que en 2016 rondaron los cuatro mil millones de dólares, alrededor del 20% del Producto Interno Bruto del país centroamericano.

Pero ahora el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, “viene contra los migrantes, viene haciendo cosas muy malas porque no quiere a nadie allá y el mundo -sueña Juan- pues es libre, pues Dios dejó la Tierra para todos”.

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