Fray Junípero Serra: la controversia y el ejemplo de un empeño extraordinario

GUADALAJARA, JALISCO (04/OCT/2015).- El pasado 23 de septiembre fue formalmente canonizado Fray Junípero Serra, el religioso franciscano que en el siglo XVIII dio continuidad a la labor evangelizadora en lo que hoy es el Suroeste de Estados Unidos, por lo que se le conoce como “el fundador de California”; el hecho, con todo, no estuvo exento de críticas por parte de organismos que representan a grupos de nativos y que hace muchos años cuestionan la “santidad” del fraile cuya labor, dicen, no evitó jamás el maltrato a los indígenas.En este contexto, el historiador José Refugio de la Torre Curiel habla de la figura y obra del misionero “con la intención de recuperar la historicidad del personaje, a propósito de su canonización, y retomarlo como una figura que no es tan distante a la historia nacional”.

Buena parte del trabajo del fraile consistió en retomar “estrategias de poblamiento, de fundación de misiones, que como justificación de la presencia española en estas tierras implicaba no sólo la conversión de los naturales, sino la ampliación de dominios coloniales”.

Para este proyecto “socioreligioso” que inicia con la conquista en el siglo XVI, se pensó “que las comunidades fueran autosustentables, no para generar excedentes o producir para exportar, se trata de comunidades que apenas se están construyendo y se perseguía un balance entre la producción para subsistir y para el intercambio los con pueblos cercanos”.

Gestión destacada

Tras la expulsión de los jesuitas de la Nueva España, llega Fray Junípero Serra a Baja California en 1769 para continuar su labor —llegaba de la Sierra Gorda, en Querétaro, donde trabajó en misiones franciscanas del siglo XVI y con los indígenas pames—, “él llevaba la dirección de la empresa, iba a congregar en pueblos, a la usanza española, a grupos indígenas con patrones itinerantes de vida, entre la costa y los valles de lo que hoy es California; esas personas, acostumbradas por milenios a un modo de vida, se encuentran con un proyecto que, con Serra, daría inicio a lo que son las ciudades más importantes de la actual California, de San Diego a San Francisco”.

De este modo, desde los estándares españoles, “el éxito de esta empresa fue lo que le hizo destacar por encima de otros misioneros; su gestión logró manetener a flote el proyecto de poblamiento, a pesar de la enorme tasa de mortalidad de la época”.

A este respecto, agrega el historiador, “hay que decir que en California no hay una sino muchas comunidades indígenas distintas que se reconocen entre ellos, pero que tienen diferencias con respecto a su posición en esta controversia; muchos nativos de la zona tienen como uno de sus referentes identitarios más fuertes ser católicos, entonces, ven compatible con ellos este legado cultural; otros, persiguen mantener sus costumbres ancestrales y ven esta etapa misional como congregaciones forzadas —que lo eran— vinculadas a la tortura y la matanza”.

Rasgos de todo

Habría que distinguir entre las diferentes posturas, desde quienes ven en el fraile un padre fundador —como sería George Washington para los estadounidenses o Hidalgo para nosotros— hasta aquellos que lo perciben como torturador; la verdad, hay rasgos de todo ello. “De hecho, en las misiones, por las condiciones de hacinamiento, falta de higiene, contacto entre culturas que nunca antes coexistieron y la propagación de enfermedades, los índices de mortalidad eran altísimos”.

En este contexto, explica De la Torre, lo anterior “no representaba un proyecto de genocidio preconcebido, sino fenómenos asociados a la vida misional y a una sociedad que, también, veía el castigo corporal como una expresión ‘natural’”. Además, añade, “no existe un modelo único de santidad; conforme van cambiando los tiempos, hay formas de conducta o comportamiento que a la Iglesia le parece más urgente reactivar y, creo, la canonización de este franciscano va muy de acuerdo con la idea del Papa Francisco de comprometer a todo mundo en el servicio a los demás, algo que lo caracterizó desde antes de llegar al pontificado”.

De hecho, en su homilía de canonización, Francisco I se refirió al fraile como alguien que “supo dejar su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y peculiaridades”, y llegó a afirmar que “Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos”.

Lo que se puede rescatar de todos estos puntos, destaca De la Torre, es que estos misioneros “no fueron personas con tareas extraordinarias, pero pusieron un empeño extraordinario en lograr lo que tenían por delante, por eso se distinguen entre los miembros de su generación, tornándose personajes históricos”.

Una duda queda al historiador tras la renovada importancia que adquiere Fray Junípero Serra con su canonización, es decir, “si a personajes como Fray Antonio Margil de Jesús o Eusebio Kino, que tienen procesos de canonización en curso y, al menos en el caso de Kino, también existe polémica; si Serra es el modelo —y las trayectorias de los tres fueron parecidas, por el tipo de tareas y cómo las condujeron—, entonces se verá si estos ejemplos caben dentro de la pastoral que parece impulsar el Papa Francisco”.