Jueves, 12 de Junio 2025
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El transporte en Guadalajara, Las calandrias

Un recorrido por la historia del famoso transporte de nuestra ciudad

Por: EL INFORMADOR

Los carruajes tirados por bestias, son uno de los vehículos más antiguos que el hombre haya ideado para transportar personas y productos. En nuestra ciudad, las llamadas “calandrias”, además de cumplir con el noble objetivo de transportar, se han convertido en un atractivo turístico, en un objeto de museo que curiosamente sigue operando en su propio medio, es decir, en la calle. La calandria, convertida más en un objeto del turismo, es un síntoma de que -es triste pero hay que decirlo- su utilidad y función han pasado a segundo término, desplazada por la revolución tecnológica y la vorágine del desarrollo urbano, por el crecimiento desmedido y sin control de la ciudad, además de la falta de una adecuada planeación para el tránsito de peatones y vehículos.

Sin duda, la época de oro de las calandrias ha quedado atrás, pero volver la mirada a ella nos muestra la trayectoria que el transporte urbano ha seguido desde aquellos años. Si bien el transporte de tracción animal se introdujo desde el momento de la conquista y colonización, el concepto de “calandria”, como coches de alquiler para el servicio público, al parecer se ubica en la primera mitad del siglo XIX, cuando a las carretas se les acopló un toldo plegable, como un moderno convertible, y su gran demanda popular obligó a las autoridades a regular este servicio en cuanto al número de vehículos, horarios de servicio, condiciones de las unidades y de su uso, entre otras cosas. Nacía así una industria que durante ese siglo brindaría importantes ganancias a sus concesionarios.

El reglamento de 1833 estableció la manera en que operarían estos vehículos de tracción animal. Hemos de notar que algunos de aquellos antiguos reglamentos siguen cumpliéndose por nuestros fieles calandrineros de hoy. Por ejemplo, el artículo primero señalaba que estos coches debían establecer su central en el Plaza de la Soledad, donde hoy se encuentra la Rotonda de los jaliscienses ilustres, y donde todavía opera un grupo de estas calandrias. Los coches debían ser abiertos de modo que pudiera observarse con facilidad a las personas viajaban en su interior; también debían lucir “decentes”, limpios y seguros, es decir, que no podrían circular con mal aspecto, con remiendos o reparaciones improvisadas con mecates, además de que tampoco debían ser tirados por “animales viejos e inútiles”. Sólo cinco personas adultas eran admitidas en su interior, o seis si entre ellos van niños.

Algo interesante es que estaba señalado con claridad que estos coches no debían operar como ambulancias ni como carrozas fúnebres, o sea, no podían conducir enfermos, ni “trasladar cadáveres”, salvo algunas excepciones en caso de accidentes. Otra curiosa indicación es que si dos personas llegaban al mismo tiempo a solicitar el servicio de transporte, resultaría favorecido el “primero que tome la llave de la portezuela izquierda”.

Gran parte de este reglamento fue modificándose al paso de los años, según el desarrollo de la ciudad, sus calles, la demanda… pero lo cierto es que la calandria durante años posteriores enfrentó la aparición del ferrocarril, de los tranvías (primero tirados por animales y después eléctricos), de los coches automotores… y hasta del moderno Macrobús; pero siguen ahí, en ese ex Parque de la Soledad, homenajeando a las antiguas carrozas guadalajarenses.
 
ollin5@hotmail.com

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