Suplementos | Lo que para muchos representa un acto antiestético de vandalismo citadino, para otros se ha convertido en una forma de ganarse la vida El personaje: un artista urbano Alejandro Martínez “Peque”, la mano docta del aerosol Por: EL INFORMADOR 4 de julio de 2008 - 19:29 hs Lo que para muchos representa un acto antiestético de vandalismo citadino, para Reynaldo Alejandro Martínez (Guadalajara, Jalisco, 8 de diciembre de 1973), mejor conocido como el “Peque”, se ha convertido en una forma de ganarse la vida que lo ha posicionado como una de las figuras mexicanas actuales más reputadas de eso que, aún en estos días, los defensores del arte se niegan a reconocer como tal: el graffiti, un fenómeno global anidado en las bardas de infinidad de ciudades alrededor del mundo. Pero lo cierto es que, entre discusiones académicas y realidades tangibles, en Guadalajara se nota la fuerza del movimiento –una lucha continua entre graffiteros y particulares que pintan continuamente sus propiedades- apenas se dirija la vista hacia una pared cualquiera de las avenidas que atraviesan la urbe. Tanto así, que la capital de Jalisco ostentó el Récord Guinness de la ciudad más graffiteada del planeta a mediados de la década de los 90. Sin embargo, en lo que se refiere a calidad en el trazo, originalidad y trayectoria, pero dejando a un lado la naturaleza ilícita del graffiti –aunque en su caso, hay quien pague por un mural-, el “Peque” ha logrado, a lo largo de más de 18 años de actividad continua en las calles, depurar un estilo único que lo mismo es reconocido por galeristas y gobiernos municipales –desde Durango hasta Yucatán- que por Roger Waters, miembro de la legendaria banda de rock británico Pink Floyd. “A veces creo que las paredes están esperando a que mi mano les haga el amor (risas). Las ideas que me van surgiendo las voy desarrollando primero en una hoja de papel. Tengo varios dibujos que no he pintado, algunos con más emotividad. Dependiendo del tamaño del trabajo es lo que me tardo en terminar: el trazo, la barda, los colores, si es por gusto o por encargo”, cuenta Peque. En sus murales se aprecia una vorágine de personajes propios de la cultura popular (ancianos, luchadores, alcohólicos, prostitutas) en contextos que se acercan caricaturescamente a la realidad, captados por alguien que vive cada uno de los rincones de la ciudad y logrados plásticamente a través de una gama de colores que parecen no acabarse. Y en su trazo, se adivina la precisión de una mano docta en el bueno uso del aerosol que, a su vez, juzga y reflexiona acerca de las divisiones entre los sectores sociales que comprenden una comunidad. “Creo que de cierta forma soy un artista urbano. El arte es algo muy complejo, es el sentimiento que uno lleva por dentro y lo expresa de la manera que mejor sabe hacerlo: unos bailan, otros pintamos. Quiero demostrar que con el aerosol se pueden hacer cosas interesantes, que no es una porquería como algunos piensan. Si Siquieiros usó la pistola y el aerógrafo para hacer arte, es porque en verdad se puede. A lo mejor a la Academia de las Artes le cuesta reconocerlo, pero lo cierto es que el graffiti puede llegar a ser un ismo: ‘graffitismo’, quizás. Es un movimiento muy fuerte que se está dando en todo el mundo”, afirma el Peque. Procedente de Las Juntas, una colonia sureña catalogada como una de las más conflictivas de la Zona Metropolitana de Guadalajara, el Peque reconoce, se apropia y siente orgullo de sus raíces en el barrio, concepto que en él se entiende como algo más que un sencillo pedazo de tierra en el que coexisten un número definido de habitantes; sino, más bien, como un espacio en el que, entre cholos y marginación, se cifra un sentido de hermandad y pertenencia territorial que aflora en las paredes a través del tagg –la simple rúbrica del graffitero-. “Pero cuando el graffiti comenzó a cobrar más auge, el pintar sólo líneas negras ya no me llenaba; quería más color y más formas –recuerda el Peque-. Hace ya 18 años que graffiteo y muchos me dicen que eso es imposible porque el graffiti empezó a popularizarse del 94 para acá. Pero yo inicié por el lado del barrio. Y eso también es graffiti”. Desde finales de la década de los 80, Peque pertenece al crew VRS (Varrio Rivera Sur o Verdadera Realidad Social), conformado por alrededor de 10 personas -entre arquitectos, diseñadores, artistas plásticos, vitralistas y demás- que actualmente se mantienen después de constantes cambios en su alineación, con los que ha logrado reconocimiento dentro y fuera de Guadalajara mediante sus múltiples murales elaborados, y donde el vínculo se da a partir de las ideas en común. De su trabajo en colectivo, el Peque dice que será VRS hasta el final, pues la andanza continua de un crew a otro no es lo suyo. “No todos hemos perfeccionado la técnica; nos falta mucho. A veces nos sentimos insatisfechos con los que hacemos, pero de eso se trata: ser autocríticos y ayudarnos entre nosotros. Queremos que en un futuro llegue a ser el crew más viejo de Guadalajara, pero que la ideología se mantenga. Que evolucione a lo bueno”. Tal como lo afirma Peque, con el paso del tiempo la personalidad o el perfil de aquellos que graffitean, así como la mezcla de estilos que van desde el cholo hasta la inclusión de tendencias artísticas contemporáneas, se ha ido desdoblando en una pluralidad que a la fecha sólo puede identificarse mediante el gusto por el aerosol. “Me gusta que el graffiti no tenga límites ni estatus sociales. Lo puede hacer la persona más jodida o el que tenga una posición económica envidiable; el más traumado o el más cuerdo. He conocido gente con los que tengo un mundo de diferencia en cuanto a todo, pero que coincidimos en un mismo espacio: la barda. Tan grande es el graffiti que ha logrado romper las fronteras, desde las más marcadas, como la de Estados Unidos, hasta las de Europa hacia México”. De un simple tagg en la secundaria a murales en todo país Aunque Martínez acepta que desde que era niño dibuja de manera amateur, fue en la secundaria –tal y como sucede hasta hoy en día: la paleta de las butacas escolares son los primeros espacios invadidos- donde arrancó, no de modo formal en ese instante, una carrera que a la postre lo distinguiría como uno de los mejores en el arte de hacer graffiti. “Un amigo de la secundaria rayaba, pero en ese tiempo todo se limitaba al barrio: tagg y letras de cholo. Un día me dijo que hiciera algo dentro del salón; me daba miedo, pero acepté (risas). Y de ahí empezó todo. El problema era que en mi familia y entre los amigos no había tanto dinero como para comprar un aerosol; rayamos con lo que teníamos a la mano: pintura para zapatos, crayolas, lo que fuera. Cuando tenía la oportunidad de comprar una lata, la cuidaba como si fuera oro”, señala. Lo dificultoso de ser pionero en el graffiti tapatío, de acuerdo con su experiencia, fue que en la ciudad, allá a principios de los 90, eran escasos los sitios donde pudieran conseguirse los materiales apropiados para crear murales de calidad. Pero este impedimento se convertiría en la pauta para que los VRS hicieran una labor artesanal en pos del quehacer artístico callejero, un ejemplo que otros tantos han seguido. “Cada fin de semana íbamos al tianguis del Baratillo a un lugar donde vendían algunas cosas interesantes. Pero conforme descubrimos que éramos capaces de hacer cosas nuevas, nos vimos en la necesidad de crear nuestras propias válvulas y hacer mezclas de colores. Eso es algo que seguimos haciendo hasta ahora”. La constancia hacia lo suyo rindió frutos de manera efectiva apenas se desató la ola de graffiteros en Guadalajara. De la saturación de colores y líneas urbanas que atestaban las paredes de la ciudad, el trabajo de Peque y VRS se distinguió por apostarle más al respeto y a la innovación, que por integrarse a la ya de por sí inútil batalla por ganar terreno y notoriedad donde no había espacio ni para un suspiro. “Guadalajara se encuentra en un sube y baja constante. El graffiti ha tenido mucha fuerza en ciertos periodos no mayores a dos años”, asegura él. El graffiti, una expresión latina “El graffiti no es ni de Nueva York ni de Alemania: es 100% latino. Hay registros en los que se puede corroborar que el pachuquismo ya marcaba el territorio a finales de los 50. Es chido que cada vez va saliendo más información y darnos cuenta de dónde viene el movimiento, porque nunca falta quien distorsione la realidad”, agrega Peque. Cualquier movimiento que logre sobrevivir durante décadas, termina por convertirse en parte de la cultura popular. Y el caso del graffiti no es la excepción, “pero hay ciertas reglas que deben de respetarse”, advierte. “Creo que es obligación de cualquiera que se dedique a graffitear el cuestionarse por qué lo hacen y saber dónde empezó todo –añade-. Para muchos, la forma de darse a conocer es manchar el trabajo de otros, pero cada quien se tiene que ganar el respeto con trabajo y no con estupideces”. Peque cuenta que en cierta ocasión unos chavos le dijeron en tono de reproche que para él las cosas se facilitaban por el simple hecho ser quien es. El reclamo –o la envidia- incluía el hecho de contar con patrocinios por parte de marcas de aerosoles hasta tener un sitio seguro dónde desarrollar su trabajo. “Lo único que pude responderles es que llevo más de 18 años dedicándome a esto. Cuando comencé no lo hice ni por salir en una revista ni por ser famoso ni por ganar dinero. Nunca pensé que esto fuera a convertirse para mí en una forma de vida. No me deja mucho; vivimos en un país en el que no hay mucho apoyo para los que hacemos graffiti. Y el apoyo no es nada más que te den un espacio para rayar”. “Siempre he dicho que si haces las cosas bien y con gusto, todo se te reditúa –continúa-, pero la verdad es que lo mío no ha sido suerte nada más: también he tocado muchas puertas. Y todavía ahora no es tan fácil como llegar y decir ‘yo soy el Peque, denme tal exposición o pared para pintar’. Lo que muchos no entienden es que no por el primer cuadro que hagas ya eres un artista. Nadie es mejor ni menor que yo; todos tenemos las mismas oportunidades, pero hay que respetar lo que cada quien hace”. Para los que apenas inician Paralelamente a su membresía activa con VRS y a sus trabajos independientes, Peque forma parte del colectivo Tekpatl, integrado por otros graffiteros de su misma nacionalidad que bregan por el rescate del muralismo mexicano. Nació bajo la idea fundamental de representar de manera identitaria, por medio del graffiti, lo que es el país con simbologías culturales propias de México. Con ellos pintó sobre láminas de policarbonato, la fachada del Museo de las Culturas Populares de Coyoacán, en la Ciudad de México, un trabajo que luego de un año en exposición fue donado a otro recinto cultural en Chicago, Estados Unidos. A la vez, Tekpatl es el encargado de maquinar Alia2 –originalmente nacido como SF (Sin Fronteras)-, un evento anual e itinerante que va de la capital del país a otros destinos como Guadalajara y Querétaro, en el que se convoca a especialistas en el tema a nivel mundial para ilustrar a los jóvenes e interesados en general en el arte de hacer graffiti, mediante ponencias, clínicas y mesas de debate. En su edición 2007, Alia2 contó con la participación del graffitero alemán Seak, quien colaboró en el mural monumental que se encuentra en el paso a desnivel de las avenidas Gobernador Curiel y Washington, como una muestra de la unión de las culturas méxico-germanas y a fin de dejar constancia de la realización del evento. A finales de este año, Peque partirá rumbo a Australia a realizar un mural para el gobierno de aquella entidad junto a su esposa, con quien espera una niña. “Me gusta darle color a los lugares que están más olvidados para darle un poco vida a esta ciudad tan gris. Todos los que pasan por esos sitios vienen de sus trabajos, cansados, enfadados; lo único que quieren es llegar y acostarse. Pero el hecho de que estos murales los haga voltear y ver algo diferente a su alrededor para mí es algo muy importante. Si tuviera el dinero suficiente, quizás ya habría pintado toda la ciudad”. Por: eduardo sánchez fotos: alonso Camacho Destacado: “A lo mejor puedo tener problemas algún día por las cosas que digo y que hago. Pero, ¿dónde quedaría la libertad de expresión, entonces?” Temas Tapatío Lee También El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Año de “ballenas flacas” El maestro de la brevedad: a 107 años del nacimiento de Juan José Arreola La vida del jazz tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones