Suplementos | Karelia Alba Don Toño, zapatero, futbolista, bailador y cantante Perfil Por: EL INFORMADOR 10 de abril de 2009 - 21:32 hs La historia de vida que tiene Antonio Torres Escamilla, mejor conocido como “Don Toño”, es una de esas, en donde uno se pierde con la imaginación, recorriendo las antiguas calles de la Guadalajara que a él le tocó vivir, una ciudad esplendorosa en donde había mucho por hacer. Él es testigo de una época en donde la palabra era garantía. Bien vestido, siempre luce arreglado con su sombrero y unos zapatos que causan admiración pues son a tono con el saco (azul, rojo, verde, en fin); se jacta de tener un guardarropa que le permite no repetir el atuendo en un mes. Su oficio es el de zapatero, pero como los de antes, se inició trabajando con su papá. El gusto por la música y el baile se dieron a partir de su primer baile (a los 12 años), los recuerdos entrañables hacen de su vida una historia interesante y que comparte sin tapujos. La primera pregunta de la entrevista es ¿de dónde le viene ese gusto por el buen vestir? “El vestido en general fue siempre mi gusto, ni la bicicleta, ni nada. Siempre me vistió mi mamá, al principio con ropa hecha de sacos de harina (de chico), con saquitos de harina y calzones de hilo, y eso no lo reprocho porque pues yo me ponía lo que me daba”. En su casa la situación no era boyante, por el contrario, él trabajaba con su papá desde muy pequeño para ayudarle a sostener la casa; un buen día el pequeño Toño acompañó a su papá a entregar un banco de calzado con el maestro Salvador, “que diario andaba bien vestido, de traje, yo lo admiraba”. El maestro le preguntó: “¿oye tú haces estos zapatos? Yo respondí: sí, a lo que él con asombro le cuestionó ¿cuántos años tienes? -Pues tengo nueve pasaditos ¿y los haces de todo a todo? -Sí, respondí, luego me dijo: ¿quieres trabajar conmigo? -Y al día siguiente estaba en su taller a las nueve y media de la mañana, pues antes de llegar había tenido que ayudarle a mi papá”. El maestro Salvador tenía su taller en la calle de Antonio Rosales era entre Gómez Farias y Aldana, recuerda bien don Toño, quien a pesar de sus 79 años mantiene una memoria lúcida. Ahí se quedó trabajando por 38 años, cada día tres pares de zapatos, pues con eso el cumplía con el trabajo y con los entrenamientos de futbol. Tras un balón otra oportunidad El deporte era otro de los intereses del entonces joven Toño, quien se daba el tiempo para ayudarle a su papá, trabajar con el maestro y partir a los entrenamientos del equipo Electro, de Eléctrica Chapala (ahora Comisión Federal de electricidad). “Todos los días entrenaba a las cuatro de la tarde, martes y jueves a las tres y media”. Un día y luego dos falló al entrenamiento de futbol, “ (…) y los muchachos de la Eléctrica Chapala me dieron trabajo para que no faltara al entrenamiento. Me dieron una tarjetita y me dijeron: ‘mañana ven y checas (ahí a espaldas por Guadalupe Victoria)’. Llegábamos a las ocho de la mañana, chocábamos tarjeta y a mi y a otro nuevo nos llevaron a donde estaban las troquitas estacionadas con todo el equipo. Nos llevaron en una camioneta, nuestro trabajo iba a ser bajar la escalera de la troquita y ponerla de acuerdo a la altura en donde se iba a hacer el trabajo, ya fuera un corte o una conexión. A las nueve y media ya habíamos acabado el trabajo, y como los otros compañeros eran re borrachos, el tiempo restante lo pasaban en una cantina que estaba por Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. El otro muchacho y yo en ese tiempo nos íbamos al campo para entrenar. Antes de las cinco de la tarde nos encontrábamos con ellos en la esquina de Jazmín y Guadalupe Victoria, para llegar juntos. Me pagaban lo mismo que a los electricistas y tenía seguridad en el trabajo”. El primer traje De la vista nace el amor, dice el refrán y en el caso de don Toño no es la excepción, desde pequeño veía a su maestro vestido de traje y él aspiraba a tener uno: “Mi maestro diario se cambiaba su traje, yo lo veía y lo veía y un día me dijo: ‘Mira Toño ¿no te gustaría estrenar un traje?’, y al terminar el trabajo, una tarde me llevó al Nuevo Mundo, una tienda muy grande que estaba en la pura esquina de donde está el Palacio”. Sorprendido de la gran cantidad de casimires, escogió una gabardina azul rey “costaba unos 150 pesos el metro en ese tiempo, le estoy hablando de hace como 65 años. Después me llevó con un sastre, me tomaron medidas y al día siguiente fui con el maestro a la prueba”. Al llegar la noche ya con traje nuevo, el maestro Salvador lo invitó a un baile en la calle de Industria, el detalle fue conseguirle corbata y camisa del guardarropa del maestro, para esa noche especial. Toño ya se había convertido en gente de confianza del maestro, portaba un traje azul, que sería el primero de muchos. “Ya después por mi cuenta me hice mi siguiente traje y de ahí para el real me gusta el vestir. Zapatos no me faltan, tengo de todos colores”. El romance musical Don Toño no se casó, tuvo un romance largo en el que se comprometió con una muchacha, con la que no llegó al altar por azares del destino. Fue a partir de la decepción amorosa que descubrió su voz, al grado que compartió el escenario en las orquestas que tocaban en el cabaret El Loreto, en el restaurante bar La Huerta. “Canté de primera voz con el trío México, con el trío Romántico, ahí en la de Obregón cuando estaba a media cuadra del cine Alameda”. Recibió el reconocimiento por la entonces afamada estación de radio la “W”, mismo que rechazó por temor a viajar solo. De todo aquello que ha vivido don Toño le quedan buenos recuerdos y el gusto por el buen vestir, que sigue siendo referencia cuando se le ve cantando desde su mesa al interior de la cantina La fuente, en donde los amigos se reúnen para recordar y volver a vivir junto con él las bondades de una época. “Mi primer traje fue en azul rey, y yo me sentía un rey” “Ahora los jóvenes que se dicen zapateros, no son zapateros, pertenecen al ramo de la zapatería, pero tienen: pespuntador, cortador, pegador, está seccionado todo eso, yo no, yo el zapato lo hago de principio a fin” Antonio Torres Escamilla Debido a su buena voz fue invitado a cantar en la W, en la Ciudad de México, invitación que tuvo que dejar pasar pues no quería ir solo, de lo cual no se arrepiente. 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