Jueves, 09 de Octubre 2025
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Diario de un espectador

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Por: EL INFORMADOR

De un día para otro cambió el clima, el frío se comienza a sentir. ARCHIVO EL INFORMADOR  /

De un día para otro cambió el clima, el frío se comienza a sentir. ARCHIVO EL INFORMADOR /

GUADALAJARA, JALISCO (06/NOV/2010).- De un día para otro cambió el clima. Los fríos vientos que -se dice- ya recorrieron las planicies del Polo Norte, despeinan las enredaderas del jardín. El cielo se refleja, idéntico en su azul empecinado, en la caja del agua. Ya tarde, una nube aborregada toma el centro de la escena en el balcón del aire. Como una gran pantalla fragmentada, se pone a reflejar minuciosamente la ciudad que abajo discurre. Un reflector alterna en su recorrido la exploración de la piel de la nube con su carrera hacia el infinito. Haces de luz para poblar por siempre el espacio. Luces de navegación.

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Consideraciones desde un edificio alto. El viento limpió el aire y la luz describe con seca precisión el panorama. De la ciudad que aquí se ve, lo mejor son los árboles compasivos. Y el farallón del Mexicano que relumbra en el mediodía. Pero hay una consistencia serena, un temple tranquilo, una cierta contención que, mientras la mirada recorre la distancia del cerro del Colli a la barranca, se desprenden del conjunto. Una acumulación de trazos urbanos sencillos, de construcciones razonablemente sensatas que logran asimilar, aquí y allá, las estridencias y las agresiones. La ciudad germina poco a poco en sí misma: de ella surgen las oscuras fuerzas que la reproducen y la mantienen viva, o que la lastiman y agostan. Por la Mesa Colorada se acumulan los precarios caseríos que se van convirtiendo en barrios mejores. Los valles vecinos se defienden como pueden del asalto del asfalto. Una torre en construcción levanta una nueva cota en el paisaje: marcará de aquí en adelante, en la frente de la ciudad, su referencia. Se agota la carrera hacia fuera; el tejido se irá renovando. Algo de la topografía generosa, algo de la sensata gracia que ha sabido hacer su oficio, algo de los destellos del genio que por aquí ha cruzado, algo producirá todo esto que valga la luz del tiempo y la fama de clara ciudad.

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De una serie de videos propuesta en la red cibernética por el poeta Eduardo Vázquez Martín, llega este espectador –a través de esa máquina del tiempo que puede ser youtube- a uno del aguerrido Paco Ibáñez: las inolvidables Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo. De allí, por asociaciones temporales, a otro hito de la educación sentimental de nuestra generación: el grupo Aguaviva, del que existe una serie de videos de reciente recuperación. Y sus musicalizaciones de poemas de García Lorca, Blas de Otero, Rafael Alberti, León Felipe… De éste último, una canción emblemática: Mía es la voz antigua de la tierra. Las canciones de Aguaviva fueron un recordatorio y una confirmación de la esencial heredad que la Generación del 27 representó para quienes se asomaban al paisaje de las letras en los primeros años setenta. Otra canción electrizante: Poetas andaluces, de Rafael Alberti. ¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?, inquiere airadamente el vate, quien fue una especie de figura tutelar de Aguaviva. Toda la huella del exilio español en México, del combativo ánimo que insufló a esos años, se hace presente. Por el mismo tiempo, y quizás bajo parecidas influencias, un grupo de novicios jesuitas, en San Ángel, formaban La Fauna (sin rastro en youtube). Queda un disco de deficiente grabación, y mejor, el recuerdo de dos o tres presentaciones que sucedieron en el Instituto de Ciencias. O Paco Martínez Negrete cantando Paper Soldiers…
Pero toda nostalgia que no desemboque en el presente puede ser asfixiante. Siguiendo la temblorosa línea de las ligas informáticas aparece un video del festival de AguaViva que se realiza en las Islas Canarias. Llama la atención el rock de Fito y fitipaldis. Enérgico, bien trabajado, trabado de guitarras, oscuro: Fito Cabrales hace su oficio, y algunas canciones se quedan vibrando en la memoria. (De paso: el grupo anterior de Fito se llamaba Platero y tu…) Y, sin solución de continuidad, Celtas Cortos, Kings of Leon. Con idas y venidas, a ratos mordiendo el polvo y a veces volando, el rock –finalmente, la canción, la misma que surge y se transforma a través de los siglos- hace su camino y puntúa el recorrido.

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Un poeta perdido. Pasó hace años por aquí. Debe haber sido por este tiempo, y la pérgola no estaría tan sombreada como hoy. Se entretuvo largamente viendo el jardín. De vez en cuando señalaba alguna cosa, reconocía en el tequila un sabor que le parecía cercano, elogiaba el tono del musgo. Era norteamericano, usaba sombrero. Hablaba despacio, no se sabía si por cortesía o temperamento. Dejó dos libros ahora extraviados. Iba y venía por la ciudad, abierta para él como un libro desconocido y extraño. Insistía en mirar el tronco del arrayán y sus vetas misteriosas como si allí estuvieran las respuestas. Quizá no se equivocaba.
Luego, el café navega en la mañana. Una luz inconfundible, la voz de un señor que pasa repitiendo, en inglés, que todo está bien. Al filo de las palabras, de los recuerdos, emerge su nombre: Stephen Dobyns. Internet entrega un poema, del que va un ensayo de traducción:
Con una taza de café o/ paseando al perro, podía recodar algún incidente/ de su juventud            –nada importante- trepando un árbol/ en su patio, esperando en el jardín izquierdo por el swing/ de un bateador, sentado en un coche estacionado con una muchacha cuya cara/ ya no recordaba, su mano en un pecho/ y su cuerpo electrizado; remembranzas que mirar/ con curiosidad, el inofensivo comportamiento de un extraño, con/ nada que lamentar u donde obtener particular gozo. Y/ aunque no percibía estar en algún viaje,/ tales recuerdos le hicieron ver lo lejos que había/ viajado, lo que, a su vez, le hizo preguntar como/ habría de mirar atrás a la persona que era ahora, esta/ persona que parecía tan importante. Estas imágenes, era como ver un álbum de viejas fotografías,/ reconociendo una frente, la barbilla delgada, y/ quizá recordando la historia de un primo segundo/ mayor, cómo se había ido hace mucho a probar suerte/ en Argentina o Australia. Y vio que se estaba/ convirtiendo en alguien como esa persona, que el día iba/ a llegar cuando voltearía ver su actual persona/ como a un pariente lejano que habría derivado hacia/ tierras ignotas.   

Tapatío

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