Lunes, 17 de Febrero 2025
Suplementos | Por Juan Palomar

Diario de un espectador

Dos reinas de la noche dieron en florear en una de estas noches sofocantes

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (05/JUN/2010).- Impromptu. Dos reinas de la noche dieron en florear en una de estas noches sofocantes. Lo temprano de su impensada eclosión hizo que su esplendor pasara aparentemente desapercibido: amanecieron, lánguidas y agotadas tras su solitaria vela. Pero duró aquí, muy largo, el imperio de las soberanas en las horas que nadie vio. Y todo el jardín navegó sobre la música inaudible que con ellas trajeron. Menos duró Bizancio con todos sus fastos y sus glorias, tan perdido estará como Cartago el rastro de las blancas, resplandecientes flores que no saben nunca del sol y de los días. Quién medirá la duración del rastro que sus majestades ahora dictan en estos renglones: qué papel, qué hoja amarillenta del periódico, qué memoria de un improbable lector transportará hacia el futuro la floración secreta de dos irrepetibles reinas, su perfume devastador, el suave veneno venturoso que hizo manar con mayor lentitud la fuente insomne.  
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Canciones incansables. Un rasgueo de guitarra, dos o tres acordes que se repiten, una voz que emprende un quieto y solemne recitativo. Y luego un verso entonado como un mantra, circular y obsesivo. Atlantis, de Donovan. Va una traducción:
El continente de Atlantis era una isla
que se extendía antes del gran diluvio
en el área que ahora llamamos Océano Atlántico
Tan vasta superficie de tierra que de sus costas
esos bellos marinos viajaban hacia el sur y
el norte de las Américas con facilidad
en sus barcos de pintadas velas
Al este África era un vecino
a través de un breve estrecho de millas marinas
la gran era de Egipto no es más que un vestigio de la cultura atlántica
los reyes antediluvianos colonizaron el mundo
todos los dioses que aparecen en los dramas mitológicos
en todas las leyendas de todas las tierras venían de Atlantis
Sabiendo su destino, Atlantis envió barcos
a todos los rincones del mundo, a bordo estaban los
doce. “El poeta, el médico, el campesino, el científico,
el mago y los otros así llamados dioses de nuestras leyendas.”   
Aunque dioses fueran   
y ya que los mayores de nuestro tiempo eligen permanecer ciegos
celebremos y cantemos
y dancemos y convoquemos lo nuevo
Salve, Atlantis
 
Muy hondo bajo el océano en donde quiero estar puede estar ella
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Confluencias. Malcolm Lowry, en Bajo el volcán, habla de su mítica Cuernavaca: “Quauhnáhuac era como los tiempos en este aspecto, dondequiera que uno se volviera el abismo estaba esperándote a la vuelta de la esquina. Dormitorio de buitres y ciudad Moloch. Cuando Cristo estaba siendo crucificado, decía la marítima, hierática leyenda, la tierra se había abierto a todo lo largo de este país, aunque la coincidencia difícilmente hubiera impresionado a nadie entonces. Fue en este puente que el Cónsul una vez le sugirió que hiciera una película sobre Atlantis. Sí, recargado así mismo, borracho pero sereno, coherente, un poco loco, un poco impaciente –era una de esas ocasiones cuando el Cónsul se había emborrachado hasta la sobriedad- él le había hablado sobre el espíritu del abismo, el dios de la tormenta, “huracán”, quien “testimoniaba tan sugestivamente del intercambio de ambos lados del Atlántico.” Sea esto cualquier cosa que quisiera decir.”
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Más reuniones. Dos citas citables y distantes del extrañado Graham Greene: “Escribir es una forma de terapia.” Y otra, directa de algún amigo del feisbuc: “Recuerdo que soñé mucho con Sarah durante aquellos días o semanas. A veces me despertaba con una sensación de dolor, otros de placer. Cuando se lleva una mujer todo el día en el pensamiento, no tendría uno realmente que soñar con ella.”
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El parque Juan Soriano es un antiguo lecho de varios arroyos que bajaban por las laderas sobre las que se construyó el barrio de Santa Cecilia. Fue el propio artista tapatío quien escogió ese lugar para que se hiciera su parque. Después de recorrer varios lugares de la ciudad, llegó allí, se paró, le dio un largo vistazo al contorno. “Aquí está bonito”, dijo, “se parece a Jerusalén.” La barranca de Oblatos asomaba delante de la proa del predio. Rodaron los años. Finalmente, tras tropiezos y dificultades, vieron la luz calzadas y prados, pérgolas, bancas, juegos para niños. Se construyó el parque. Marek Keller, con gran generosidad, hizo lo necesario para que una escultura de Soriano rematara la plaza. Es apenas la segunda escultura pública de uno de los más importantes artistas mexicanos del siglo XX que posee su ciudad natal. Allí mismo, en ese mismo amplio parque, se dispuso que fuera albergada otra escultura, la ganadora de la I Bienal Internacional de Escultura organizada por el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara. Se trata de Bosque In-móvil, del escultor Jorge Jurado. Unos árboles de fierro, hechos de tubos, sostienen a manera de follaje una serie de carrocerías de vochos. Parece que la obra ha sido recibida con entusiasmo por los habitantes del barrio. La semana pasada fue entregada formalmente al Ayuntamiento de Guadalajara. Conmovía ver a la gente tan contenta, a los niños bailando, al parque en pleno florecimiento.
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Pájaros de la noche. All along the watchtower. Insensible tiempo pasado bajo las estrellas empecinadas. La generosa oscuridad guarda el jardín lleno de mínimos sonidos. Dos rayos de luz insisten en barrer el lado del norte. Siluetas negras sobre el negro vuelan en parábolas exactas: su trazo determina minuciosamente el mapa del día que se acerca.
jpalomar@informador.com.mx

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