Viernes, 10 de Octubre 2025
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Diario de un Espectador

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Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (25/SEP/2010).- Watcher of the skies. Una canción clásica de Genesis inspirada en un poema de John Keats. Canción y poema resuenan ahora bajo el cielo del Poniente tapatío. Instrumentos con los que sopesar y medir el paso del tiempo, el giro de las estrellas intermitentes entre las capas de las nubes rápidas. Cuatro reflectores surcan el espacio y, al azar de sus recorridos, trazan el mapa de la topografía celeste. Sus haces se pierden en el infinito o pasan, instantáneamente, a explorar el inasible tejido de las nubes bajas.
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Una cita fulgurante, indeleble, de Juan Rulfo en Talpa:
Yo sé cómo le brillaban los ojos como si fueran charcos alumbrados por la luna.
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La cota de la laguna llega a la cuarta grada de la vieja escalera de piedra. Un viento vivo lleva y trae un oleaje grisazuloso en el que la luz levanta astillas blancas. La sierra del Travesaño ofrece un verde cuya magnificencia no se veía desde hace mucho. El generoso temporal reconcentra los tonos de la espesura que se hace más densa en las cañadas, y acentúa con dramatismo el magnífico relieve de los cerros. En la huerta, una granada rojísima y solitaria marca la altura precisa de la estación. El zacate, ágil y ávido, crece en la orilla de los tejabanes. La casa en calma pule su silencio.  
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El pasado 12 de septiembre murió Claude Chabrol, el veterano cineasta francés, maestro de un género que él mismo trabajó largamente hasta convertirlo en un inconfundible sello personal: una especie de film noir, de exploración de misterios, impregnado de finos apuntes psicológicos y de un seco e incisivo humor. Por estos días se pueden rentar varias de sus películas en una de las cadenas dedicadas a este giro. Entre ellas, una que se llama La ruptura. Magnífica muestra del depurado estilo de Chabrol, rodada en 1970, y que soporta bastante bien el paso del tiempo, a la vez que denota los tics y preferencias de uno de los integrantes de la célebre Nouvelle Vague. La mezcla de descripciones de personajes extravagantes y a veces entrañables con el desarrollo de una trama policiaca, situada en su mayor parte en una peculiar pensión provinciana, hace pensar en algunas de las novelas más oscuras de Georges Simenon. Un cine cuya acabada artesanía y refinado manejo actoral remite a la gran tradición escénica francesa. Habría que regresar a la caudalosa obra de Chabrol.
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El hombre más buscado. Así se podría traducir el título de la reciente novela del gran maestro de las novelas de espías contemporáneas, John Le Carré. A most wanted man. La elegancia narrativa del autor británico es absolutamente ejemplar, y hace que sus producciones trasciendan con mucho los límites del género que trabaja. En esta entrega, logra establecer, con trazos certeros y sabiamente administrados, una vertiente de la ardua problemática de las relaciones de Occidente con el Islam, así como en otras ocasiones explora diversas cuestiones de la realidad contemporánea. Bajo una narración tan ágil como documentada, Le Carré expone los profundos dilemas morales que subyacen en los entresijos de una aparente historia de espías, y con reticente compasión, compone una brillante y melancólica fábula ética. Una cita: “Ignorar la historia es ignorar al lobo a la puerta”.
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Ya va para 10 años de la muerte de uno de los pintores más importantes del pasado siglo. Van estos luminosos pasajes de los dichos de Balthus, provenientes de una entrevista citada por Andrés Sánchez Robayna en sus Diarios: “Para un pintor, el tiempo es ante todo luz. El tiempo que pasa es, sobre todo, la sucesión de las estaciones y la luz que cada una de ellas despliega. Es así como percibo el tiempo, como una sucesión de instantes, instantes de luz. De hecho, creo que, físicamente, el hombre depende de la luz. “Mi pintura es una oración; intento traducir la esencia divina de nuestra realidad. Pero también es un llamamiento hacia otras realidades. Salir de uno mismo y alcanzar una realidad superior: esa es la motivación profunda del que reza y del que pinta. El hombre está siempre a la búsqueda de lo divino o, al menos, el hombre tal y como yo lo entiendo. El arte pasa por el abandono de uno mismo”.
“El arte nunca pudo explicar su época. Los artistas nunca intentaron definir su tiempo por medio del arte. Los antiguos, los maestros clásicos, estaban fuera del tiempo: Piero della Francesca, Poussin… El tiempo es, incontestablemente, uno de los materiales del arte, el tiempo de la elaboración, de la reflexión (…). Pero también hay otro espacio-tiempo, el de las obras, que sólo les pertenece a ellas. Un espacio fuera del tiempo”. “El pintor tiene en su interior una imagen que intenta asir, pero que jamás se deja asir por completo. (…) Pierre Bonnard llevaba siempre con él una pequeña caja de pinturas para hacer retoques…”.
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Neil Diamond es una figura de la canción norteamericana que, entre claroscuros, canciones que marcaron su época y producciones olvidables, constituye un descendiente aguerrido de la tradición del Tin Pan Alley. Como tal, fue invitado a participar en el concierto de despedida de The Band, filmado en 1976 por Martin Scorsese y vuelto esa extraordinaria película que se llama El último vals. En ella, Diamond hace una significativa y sobria interpretación de una de sus composiciones más perdurables: “Seca tus ojos y lanza tu canción, es un recién nacido atardecer/ Y si no puedes recordar al cantante puedes aún recordar la tonada/ Seca tus ojos y tócala despacio como si marcharas a la guerra/ Cántala como si supieras cómo él lo hubiera querido, como la cantamos antes/ Y desde el centro del círculo hasta el interior de la multitud expectante/ Por si jamás fuera olvidada cántala largamente y canta fuerte y ven seca tus ojos/ Y él nos enseñó más sobre dar de lo que nunca quisimos saber/ Pero llegamos a encontrar el secreto y nunca lo dejamos ir/ Y era más que ser santo y era menos que ser libre/ Y si no puedes recordar la razón puedes oír a la gente cantar/ A través del relámpago y del trueno hasta el lado oscuro de la luna/ hasta ese distante ángel caído que descendió demasiado temprano/ y ven, seca tus ojos”.

Tapatío

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