Suplementos | Por: laura zohn Capicúa Sigamos separando la basura y sonriendo a la menor provocación Por: EL INFORMADOR 16 de enero de 2009 - 18:39 hs Escrito el 31 de diciembre de 2008 Este es el último texto que escribo en el último día del año. Quedan escasas seis horas para que el 2008 duerma para siempre y en su letargo de a luz al nuevo y ansiado 2009. Un período de 365 días sin estrenar, listos para disfrutar según el gusto y la necesidad de cada usuario. Este año viene, igual que los anteriores, con cuatro estaciones, 12 meses, 52 semanas… las matemáticas no fallan: en teoría es igual -días calurosos, noches friolentas, tardes lluviosas, madrugadas somnolientas– pero en la práctica, cada día, cada hora será vivida de manera distinta. Quizá muchas de nuestras actividades citadinas incluyan los mismos y penosos problemas –tráfico en horas pico, inseguridad, basura en calles y banquetas, pobreza en cada semáforo, etcétera– así como las mismas maravillas a contemplar: las flores amarillas de las primaveras (que por cierto ya salieron a escena), las flores lilas de las jacarandas, las rojas-anaranjadas de los tabachines, las rosas de las primaveras orquídeas (esos árboles que tienen hoja en forma de manzana). Y así como es seguro que habrá muertes y velorios, accidentes y enfermedades, también habrá nacimientos y bautizos, vidas por salvar, corazones por trasplantar. Claro que más de un producto alimenticio subirá de precio o habrá de escasear por temporadas, pero nada que no compense el placer del paladar callejero: crujientes tortas ahogadas, taquitos de lengua con salsa verde, tejuino con nieve del limón (pero que sea de Marcelino, en el mercado del Cuarto Centenario), elote con queso y crema de la glorieta Chapalita, jícamas con limón y chile, pitayas antes de las tormentas. Las guerras y los asesinatos en el mundo entero -aunque nadie que aprecie vivir en paz lo desea- seguirán apareciendo en la primera plana de todos los periódicos, y como cada año, trataremos de evadir esa dura realidad viendo novelas color de rosa, leyendo cuentos de fantasía, agarrando la jarra con los amigos, bailando hasta el amanecer y anhelando el amor a diario, de la pareja, del hermano que vive lejos o de quien esté cercano. Como dice la canción de Crosby, Stills and Nash : “If you can’t be with the one you love… love the one you’re with”. En fin, no habrá mal que por bien no venga (¿y viceversa?). De todo un poco (o mucho de nada), saltando del orden al caos, de la risa al lamento, de la herida a la sanación. El ritmo natural de las cosas. La balanza está hecha para mantener un equilibrio, aunque rara vez se mantenga al centro el tiempo suficiente para presenciar tal milagro. Las fluctuaciones no cesan. De aquí para allá, subir y bajar, nada es estático: dejaría de existir. Es innegable: lo único constante en esta vida es el cambio. Y hablando de cambios, ¿qué propósitos tenemos los tapatíos para el 2009? ¿Los mismos de siempre, esos que nadie cumplimos pero que nos encanta enlistar de manera impecable año tras año? Aquí van algunos típicos ejemplos, en caso de que usted haya olvidado hacer su lista. Puede elegir en orden o al azar, de cualquier modo muy pocos habrán de tacharse y todos (o casi todos) seguirán legibles sobre un papel pegado al refrigerador con un imán o con una tachuela al corcho de la oficina, hasta diciembre del 2009, tiempo de posadas, de retomar el ponche y la piñata, brindar alegremente y… el resto de la historia usted ya la conoce, se repite infinitamente, eso sí, con las mejores intenciones. Probable lista de propósitos a escoger (a corto, mediano o eterno plazo): bajar de peso con esa dieta prodigiosa que tanto me han recomendado, hacer más ejercicio (ir al gimnasio, correr en Los Colomos o al menos el domingo en la Vía RecreActiva), usar la bicicleta fija que me regalaron en Navidad antes de que desaparezca bajo el montón de ropa que pienso aventarle encima, dejar de fumar (bueno, bueno… tres al día), dejar de tomar… no… corrección: tomar con moderación, ser puntual a mis citas y no salir de casa a la hora en que ya debería haber llegado, estudiar más o reprobar menos o copiar con más discreción, no desvelarme (por lo tanto levantarme temprano), mantener ordenados los papeles de la casa, organizar mis fotos impresas en álbumes y las digitales en archivos, respaldar toda la información del disco duro (no vaya a ser el virus), pasar a una agenda los teléfonos del celular (que no he memorizado ni uno) antes de que lo extravíe y todo se quede en el chip, seguir la lista del super al pie de la letra, no gastar en tarugadas y ahorrar para ese viaje largamente soñado, pagar luz, gas y agua a tiempo y no un día antes de la fecha de vencimiento, no esperar a que llegue un requerimiento para pagar el predial o la tenencia, sacar del closet la ropa que ya no me queda antes de comprar nueva, aprender a tocar piano (o tan siquiera repasar “los changuitos”), no desquitar mi stress con el claxon ni hacer señas insultantes a desconocidos cuando el tráfico arrecie, aplicar de nuevo a la beca del Fonca, Conaculta o de quien convoque primero (ahora sí, seguro me la gano) con un proyecto realmente original y relevante, aprender Photoshop, Autocad o cualquiera de esos programas que se ven tan fáciles de manejar cuando alguien más los utiliza, ser más comprensivo y tolerante con mi pareja, no juzgar a nadie por su apariencia, consultar al psicólogo para resolver esos conflictos personales añejos (aunque mis amigos me tachen de loco), reunirme más a menudo con la familia, buscar la paz interior donde quiera que se encuentre y sobre todo… ¡echarle muchas, muchas ganas a todo lo que haga! No hace daño hacer esta lista, algo se logrará, al menos organizar las ideas y dejar por escrito los anhelos. Además, no se puede ganar la lotería sin adquirir primero un boleto. Ya decidirá cada quien a cual refrán hacer caso: “al que madruga dios le ayuda” o bien “no por mucho madrugar amanece más temprano”. Les deseo lo mejor a todos. Y mientras se cumplen nuestras expectativas, sigamos separando la basura y sonriendo a la menor provocación. Así, que hasta el año que entra, o sea, hasta mañana. En fin, no habrá mal que por bien no venga (¿y viceversa?). De todo un poco (o mucho de nada), saltando del orden al caos, de la risa al lamento, de la herida a la sanación. El ritmo natural de las cosas. La balanza está hecha para mantener un equilibrio, aunque rara vez se mantenga al centro el tiempo suficiente para presenciar tal milagro. Las fluctuaciones no cesan. De aquí para allá, subir y bajar, nada es estático: dejaría de existir. Es innegable: lo único constante en esta vida es el cambio. Temas Tapatío Lee También Portada: Yordanka Olvera, la chica de la taza La Capilla de la Cruz Blanca: memoria y silencio en Tonalá UdeG y Tapatío definen al Campeón de Campeones... sin ascenso, pero con orgullo “Kopalli: El espíritu astral” despierta en el Foro LARVA Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones