Viernes, 20 de Junio 2025
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Artes plástias

Los pasos de José Luis Cuevas

Por: EL INFORMADOR

A sus casi 75 años de su edad, este viejo maestro del arte mexicano continúa causando asombro a quienes hemos seguido su prolongada trayectoria creativa e inagotable vitalidad sostenida a lo largo de más de medio siglo, pues cuando cualquiera otro, cargado como éste, no sólo de años, sino de incalculable obra plástica y literaria realizada, de incontables premios y reconocimientos (inclusive en México), de exposiciones a lo largo y ancho del mundo, de su propio Museo en la capital de la República y de alabanzas reiteradas por la crítica internacional, hubiese optado por el retiro, dedicándose a vivir de sus cuantiosas rentas; Cuevas sigue tan campante y trabajando, tal como lo ha venido a mostrar aquí, con un ímpetu semejante al de los inicios de su carrera.
Tras la desgracia de su viudez, ha vuelto a tomar estado matrimonial y ha avivado con un vigoroso soplo los rescoldos invernales del amor y del erotismo, que han sido motores esenciales de su expresividad artística que continúa expandiéndose en la búsqueda y hallazgo de nuevas y atrayentes envolturas formales para arropar el contenido esencial de su obra, tal como lo podrá constatar cualquier espectador que se acerque, durante este primer mes del año, en que todavía se tendrá la oportunidad de hacerlo, a la magna exposición, compuesta de más de un centenar de trabajos suyos que llenaron casi todos los espacios disponibles del Ex Convento del Carmen de esta ciudad, donde se pueden ver pinturas al acrílico de reciente factura, esculturas, dibujos, grabados y otros cuadros con técnicas mezcladas elaborados en diferentes etapas de su vida, incluyendo algunas tan lejanas, como aquella famosa serie de mediados de los años sesenta, dedicada a los locos del Asilo de Charenton; mas donde todo lo exhibido, por encima de la técnica elegida o época escogida, posee el inconfundible sello estilístico de su peculiar figurativismo.

Dotado de una envidiable destreza natural para el dibujo, de un carácter protagónico y de un egocentrismo irrefrenable, mas respaldado siempre por su calidad interpretativa y una extraordinaria frondosidad imaginativa, el maestro se ha entregado fervorosamente no solamente a retratarse a sí mismo, sino también a representar, preferentemente mediante trazos expresionistas, a seres marginales de la humanidad, recreando así una peculiar galería de presencias obscuras y enigmáticas que manifiestan la interiorización de una subjetividad deformada por la tragedia, la histeria o la vulnerabilidad; seres que albergan a veces un terror desconocido, pero que expresan también la intensidad de placeres avasalladores o el sentimentalismo afectivo de íntimas experiencias personales.
Mas todo este mundo de trazos grotescos, de tonos dramáticamente lacerados o emocionalmente melosos, tienen lo reitero, la cualidad de ser proyectados con una elevada calidad estética en una muy peculiar, absurda y contradictoria manifestación de esa terrible belleza que Cuevas ha sabido inscribir en un nuevo orden de expresión plástica muy personal e inimitable.

Así pues, aun aquéllos que hayan ya tenido la oportunidad de ver antes obra del expositor, encontrarán aquí renovadas posibilidades de disfrute, sobre todo en sus trabajos de reciente factura donde las figuras han tomado otro volumen, ritmo y densidad; en tanto que las nuevas generaciones, que sólo hayan escuchado referencias de este mito viviente, no deben dejar pasar esta oportunidad de establecer contacto con la obra cueviana, y con este autor irrepetible que no ha tenido par ni lo tendrá seguramente en la Historia del Arte Mexicano contemporáneo.

Los dibujos de Gustavo Curiel
Tras otra de sus largas intermitencias para mostrar al público el fruto de su recatada labor como cultivador del arte, ha vuelto a aparecer, ahora, en una de la salas del alicaído Museo de Periodismo y las Artes Graficas de esta ciudad, manejado (es un decir) por el H. Ayuntamiento de la Ciudad; el maestro Gustavo Curiel, con una bien lograda colección de dibujos coloreados que son su especialidad.

Curiel no es de los que se inscriben en las corrientes de moda, ni de los que apelan a una supuesta originalidad creativa, él ha preferido siempre mantenerse dentro de uno de los campos esenciales del arte como es el dibujo figurativo, y en este caso, trazando realistas desnudos femeninos captados en distintas posiciones y escorzos, los cuales contrapone a elementos naturales de procedencia marina, caracoles principalmente, fórmula sustancial que reitera una y otra vez en cada cuadro expuesto para dar cauce así a composiciones impregnadas de una atmósfera surreal, presuntamente abierta a la interpretación subjetiva de cada contemplador; o que simplemente pueda atraerlo por la solidez formal de sus líneas y por el acrisolado oficio técnico con que éstas han sido manufacturadas.

Y es que en realidad, desde esta perspectiva, el dibujo de Curiel demuestra una cerebral frialdad y una generosa dotación de talento; son sus trazos finos, tranquilos, convincentes y calculados hasta el extremo; las desnudas formas femeninas han sido modeladas con una exacta morbidez que recuerda a la Venus boticelliana emergiendo de las aguas, rodeada simbólicamente, en este caso, de esas perfectas estructuras helicoidales que son habitáculos de moluscos hermafroditas del tipo nautilus y múrice; formas que han sido circunnavegadas hasta el mínimo detalle por el autor y acentuadas además por delicadas manchas de color aplicado con sensibilidad, lo cual confiere a cada composición, quizás no un hondo contenido conceptual, ni una avasalladora expresividad emotiva, pero sí, lo reitero, el encanto del calificado y sólido trazo, de una misteriosa entonación, de su sugerente alusión a una figurada génesis o mitología en cuyo fondo late la búsqueda de un ideal estético, apoyada por un plausible oficio plástico.

Tapatío

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