Suplementos | David “Negro” Guerrero Amar y vivir, de Consuelo Velázquez Pirita y Jade Por: EL INFORMADOR 10 de abril de 2009 - 21:15 hs ¿Por qué no han de saber que te amo, vida mía? ¿Por qué no he de decirlo, si fundes tu alma con el alma mía? ¿Cuándo llega el instante definitivo que mata a un amor? ¿Cómo se reconoce que no existe más ese nido de sentimientos que conmueve y estira nuestras entrañas hacia los territorios de lo sublime? El psicoanalista austriaco Igor Caruso ya arrojó interesantísimas respuestas en un libro que, considero, es de lectura vigente: La separación de los amantes, publicado en 1968 y que en nuestro país editó el sello Siglo XXI en 1975. La huella del dolor y la muerte es, en esencia, lo que está presente en toda separación amorosa. Sin embargo, parece que no fuera suficiente cualquier sesuda explicación, sobre todo porque nada vuelve a ser igual cuando, inesperadamente, un beso, una caricia, la palabra cariñosa vuelve a la carga encarnada en la misma persona a la que nos entregamos y pensamos que ya no estaría más. Qué importa si después me ven llorando un día; si acaso me preguntan diré que te quiero mucho todavía. Estamos hechos de contradicciones, sobre todo cuando de entender el mundo al lado de otra persona se trata. Amamos, mentimos, lastimamos, perdonamos, odiamos. Reviso mi propia historia y me identifico plenamente en lo que señalo; más, al declararme un incondicional de la pasión, ese brebaje peligroso que nos vuelve adictos, que satisfacemos al tener el cuerpo cálido de quien amamos a un lado. A no dudarlo, la exquisita compositora jalisciense (Zapotlán el Grande, 1920, Ciudad de México, 2005) Consuelo Velázquez, lo sabía, y así supo plasmar, todo ese océano profundo de las contradicciones del corazón amoroso, en las irrepetibles melodías que hoy se cantan aquí, allá y acullá. Además, la autora de Amar y vivir, el bolero que en esta ocasión me acompaña, no sólo fue dueña de un enorme talento sino, también, de una inquietante belleza, típica de las mujeres del sur de Jalisco. Ella labró una trayectoria que hoy la coloca en los lugares más altos de la música popular mexicana, gracias a canciones como Yo no fui -la mejor versión, para qué negarlo, es la de Pedro Infante-, Cachito, Franqueza (¡ah, qué maravilla de letra: “perdona mi franqueza que tal vez juzgues descaro...”), Verdad amarga, y la celebérrima Bésame mucho (tal vez el bolero mexicano más famoso en todo el mundo, interpretado por artistas de lo más variopinto como Césarea Évora, Plácido Domingo, Diana Krall, Frank Sinatra, Pedro Vargas, y ¡hasta los mismísimos The Beatles!), entre otros. Aquí vale la pena anotar, por cierto, que la maestra Consuelito -como se le llamaba cariñosamente- no se distinguió precisamente por ser una compositora prolija. En una entrevista que le realizó La Jornada, en octubre de 2004, su hijo Mariano Rivera Velázquez señalaba que la maestra habría compuesto, a lo mucho, “alrededor de 40 canciones más o menos”, dejando “siete canciones inéditas”. Se vive solamente una vez hay que aprender a querer y a vivir hay que saber que la vida se aleja y nos deja llorando quimeras. Así como admiro el trabajo y la obra de Consuelo Velázquez, también me gusta aquella agrupación que dirigió Paul Mc. Cartney al lado de su esposa Linda: The Wings. Lo menciono porque hay una canción que cada vez que la escucho no puedo evitar acordarme de Amar y vivir, aunque -aparentemente- no tengan nada que ver, se trata del tema de la primera película que hizo Roger Moore como el agente 007, James Bond, después de que Sean Connery dijo “no” a los productores para seguir dándole vida al personaje creado por el inglés Ian Fleming: Vive y deja morir, de 1973. La letra de la canción escrita por el ex beatle dice en una de sus partes “tú solías decir vive y deja vivir (...) pero si esto alguna vez cambiara en lo que vivimos, di vive y deja morir”. Y las relacionaba por la inevitable conexión temática entre ambas letras. Pese a que me gusta, como dije, muchísimo la canción de Paul -personalmente me quedo con la versión de Guns N’ Roses-, tal vez por su frenesí y explosiva petición, a la hora de la hora, prefiero escuchar la enseñanza que tiene la canción de la compositora zapotlense. No quiero arrepentirme después de lo que pudo haber sido y no fue; quiero gozar esta vida teniéndote cerca de mí hasta que muera. Por eso, cuando la tiniebla ronda en el corazón (¡pasa la sombra de Joseph Conrad!), y la mirada languidece ante el temor de acabar con una historia de amor, acudo a Amar y vivir, de Consuelo Velázquez. De entre todas las versiones que hay yo tengo mis dos preferidas: la de Cecilia Toussaint (el disco Para mi...Consuelo es una joya que debe estar en la fonoteca de cualquier coleccionista que se respete) y la del cantaor Diego el Cigala acompañado del pianista cubano Bebo Valdés. Ahí hay dos dardos luminosos que nunca fallan. Vuelan en el aire y penetran, a través de los oídos, hasta el centro de todo aquello que somos, mezcla de memoria y vida, de elementos químicos y rabia natural, de oleajes tímidos que van y vienen y carne arrancada con las uñas. Siempre, al finalizar, exhausto, como cera derretida por el fuego del sexo, agradezco que aquí se haya venido a una cosa (y venirse ya es asunto de cada quién): a amar y vivir. davidguerrero.lemus@gmail.com Temas Tapatío Lee También La Capilla de la Cruz Blanca: memoria y silencio en Tonalá UdeG y Tapatío definen al Campeón de Campeones... sin ascenso, pero con orgullo “Kopalli: El espíritu astral” despierta en el Foro LARVA ¿Los pulpos son extraterrestres?¿O no? Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones