Jueves, 25 de Abril 2024
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A propósito de un libro

Un rápido vistazo por la obra 'Agua dura' del escritor español Sergi Bellver

Por: EL INFORMADOR

'Agua dura' es  todo aquello que no se alcanza a ver, porque uno, me temo, no acaba nunca de conocer a Sergi Bellver. FACEBOOK /

'Agua dura' es todo aquello que no se alcanza a ver, porque uno, me temo, no acaba nunca de conocer a Sergi Bellver. FACEBOOK /

GUADALAJARA, JALISCO (22/FEB/2015).- No acaba uno de conocer a Sergi Bellver (Barcelona, 1971). Da la impresión de que, tal como sucede con el personaje de su cuento “El nudo de Koen”, hay más de un Sergi Bellver vivaqueando por ahí. Por primero de cuentas, está el escritor, antologador, poeta, reseñista, polemista y editor. Está también el nómada, esa suerte de Llewyn Davis (el cantante folk imaginado por los hermanos Coen) que recorre Europa y América de sofá cama en sofá cama en busca de algo, de lo que sea, del horizonte, de la estrella polar, con una inquietud vital que es imposible separar de su curiosidad literaria. Para quienes seguimos su periplo a través de las redes sociales, hay algo novelesco en nuestro autor, una suerte de personalidad de otra época, grave y digna, pero también irónica y tórrida, como sacada de esos libros rusos de los que escritor y personaje parecen extraídos: el Pierre Bezújov de Tolstoi, el Yevgeni Oneguin de Pushkin, el Mijaíl Platónov de Chejov.  Bellver es ruso hasta en la confusión que nos provoca su apellido, que por alguna causa tendemos a pronunciar como “Béllver”, tal como nos sucede con el del autor de “Lolita”, que algunos llaman "Nábokov", otros "Nabókov" y otros más "Nabokóv", sin saber a ciencia cierta dónde diablos es que va la sílaba tónica del buen Vladimir.

“Agua dura”, libro de relatos que se presentó el pasado jueves en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas (Mupag) no es, desde luego, lo primero que ha escrito Bellver y sin embargo sí lo primero que dio a la imprenta. Uno presiente una carnicería, allí, agazapada. El nacimiento y muerte de relatos que no llegaron al libro, la brutal transformación de los que sí aparecen. La redondez formal y verbal de muchos de los textos, su fraseo satisfactorio y sorprendente, su minuciosa selección de palabras, signos, silencios, hablan del largo y filosófico sacrificio al que sometió a los textos antes de darlos por terminados.

Hay cuentos allí que son ejemplos claros de los amplios alcances contemporáneos de la narrativa: relatos plásticos, visuales, cinematográficos casi, pero de gran pericia verbal, narrados con sobriedad y malicia y una paciencia de predador. Porque incluso cuando Bellver elige contarlo todo en unas pocas líneas, como en los brevísimos “La manada” o “Deseos de ser Dimitri”, hay en su estilo una morosidad para aguantar y asestar los golpes luego, en el momento preciso. Alguien ha comparado esa estrategia de noqueador de su prosa con la de un pugilista. Me parece justo si no olvidamos que un boxeador, como quiso Cassius Clay, es también un bailarín.

Además de los ya mencionados, los cuentos que llevan por títulos “Islandia”, “Los ojos de Sarah”, “En la boca del otro”, “Pájaros que llegan de Moscú” y “Propiedad privada” son tan vivos, afilados y sugerentes que uno los termina con la impresión de haber leído una novela condensada en un puñado de páginas. Están escritos con un lenguaje preciso y oportuno, por una mano y una mirada que, habiendo bebido literatura y suelo español, no son de ningún modo hermética y privativamente españolas. Están escritos por un autor químicamente, repito, ruso y como de otra era, por alguien que uno imagina retándose a duelo por honor, escribiendo poemas fatídicos al borde de un lago desolado, padeciendo las cortes y los palcos de la ciudad con una sonrisa y una mueca de cansancio que es pura literatura. “Agua dura” es todo esto y además todo aquello que no se alcanza a ver, porque uno, me temo, no acaba nunca de conocer a Sergi Bellver.

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