Martes, 23 de Abril 2024

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Ley del Libro

Por: EL INFORMADOR

Con la aprobación por parte del Senado al proyecto de Decreto por el que se expide la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, se pretende obligar a toda persona, física o moral, que edite o importe libros, a fijar de manera libre un precio único de venta al público.

Esta ley se volvió muy polémica cuando fue vetada en septiembre de 2006 por el entonces presidente, Vicente Fox, bajo el argumento de que desplazaría a los agentes vendedores al menudeo y obstaculizaría la libre competencia.

De acuerdo a la experiencia de países que han implementado esta medida, como son España y Argentina, los resultados han sido opuestos, habiéndose fomentado la producción editorial, el hábito de la lectura y la apertura de librerías.

La razón principal por la que los interesados consideran adecuada esta medida es que el precio único del libro acabará con la concentración de altos volúmenes de textos en pocos canales de comercialización, los cuales ahuyentan la competencia y reducen el surtido.

Además, el hecho de que no exista un precio fijo para los libros, se presta a que abusen los comerciantes que sí cuentan con existencias, sobre todo en localidades con poco surtido o una distribución más rudimentaria.

Es de esperarse que con el establecimiento del precio único para los libros se fomente la competencia equitativa y se eviten las prácticas monopólicas, siempre dañinas para el consumidor, sin embargo, la medida no se debe magnificar ya que si bien puede ayudar a hacer más accesible el precio de los libros, el fomento a la lectura no sólo depende de factores económicos.

Si lo que se quiere es que el pueblo mexicano lea más, habrá que educarlo para que lo aprenda a hacer, a disfrutar y a encontrar sus conveniencias.

Comparar los resultados de una medida como esta con países mucho más alfabetizados que el nuestro, como son España y Argentina, puede resultar inadecuado, pues en ellos hay un interés profundo por las letras que se le inculca a la población desde la niñez, y cuando ésta acude a los mercados y encuentra que el material de lectura es accesible, lo adquiere porque está consciente de sus bondades.

En México, el analfabetismo, la alta penetración de la televisión y la mediocre educación que se imparte en gran cantidad de escuelas, hacen que México no sea un país de lectores. Esto hace pensar que si se cambia la estructura de los precios favorablemente para el consumidor, los efectos no serán tan generosos.

De cualquier manera, contar con precios más competitivos trae beneficios incuestionables; ojalá esto dé pie a que las autoridades educativas y los beneficiarios de la industria editorial unan fuerzas por un trabajo a largo plazo que venga a incrementar nuestros niveles de lectura, ya que ésta irremediablemente produce bienestar.

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