Don Samuel

Muy sentida ha sido la muerte del obispo de San Cristóbal de las Casas, don Samuel Ruiz García.

Me agradaría que estas líneas fueran una sentida oración a su memoria: hombre recto, religioso de veras, protector del pobre. Hablemos de él por bondadoso ¡tanto se ha hecho de los malos!
 
He visto todas las escenas televisivas de su partida, llevada a cabo en la catedral de San Cristóbal de las Casas. Llena de indígenas que se santiguaban y rezaban junto a su féretro. En mi silencio y distancia me uní a ellos, pobres protegidos por don Samuel. No nos mostraron a ningún magnate de la política o el negocio que allí estuviera aunque alguno mandara su pésame: se trataba de un mexicano de la máxima categoría, defensor de los indígenas, pobre gente, que son los verdaderos dueños de México.
 
Todas las tardes, si estoy en casa, veo de seis a ocho el programa noticioso de José Cárdenas. Presentó y relató todo lo relativo a este fin y, comentando varias etapas de la vida de don Samuel habló de un político -cuyo nombre afortunadamente no recuerdo-  que designaba a don Samuel como  "el obispón rojón".
 
Los colores de la política me repugnan. No hay ni rojos ni blancos. Sólo existen los que defienden a los pobres y los que los explotan más y más. Y así ha sido siempre.
 
Si uno de los pobres es listo y pillo llega a la cúspide de la riqueza y quiere más y más y se olvida de los que siguen en la miseria.
 
Don Samuel, hombre de Dios en toda la amplitud de la frase, se hallará a la derecha del Padre.

El Padre todo lo sabe, pero yo ruego a  don Samuel que se lo repita, le diga una y mil veces que en este pequeño planeta que danza alrededor del sol el libre albedrio ha servido para ir por el camino del mal.
 
Que pida a Dios que toque nuestros corazones. Su hijo fue perseguido y sacrificado por todo  lo que dice la Biblia y por defender a los pobres.
 
Don Samuel Ruiz García, óyeme, continúa en el Cielo tu labor comenzada en la Tierra. Que la gente cambie, que seamos hermanos sinceros, que el bien llegue a todos, que no haya hambrientos, que yodos sigamos recordándote y, si es posible, imitándote en nuestra pequeñez.

Toluca enero 2011