Temas para meditar

Cada vez con mayor frecuencia no enfrentamos a la prosa oscurantista y a los asfixiantes análisis literarios o filosóficos de la élite cultivada de varias capillas intelectuales. ¿Para qué esos laboriosos esfuerzos de erudición, de arqueología retórica, esas arduas genealogías lingüísticas, esas artificiosas estructuras del intelecto que son como vacíos animados?

En el mejor de los casos, son una intensa nadería formal, una gratuidad verbosa y narcisista que nada enseña sobre nada. Son simple y llanamente monumentos de palabras inútiles.

Los Estados Unidos, en vez de vernos como amigos y socios naturales, nos tratan y desprecian como sometidos. Todo lo que se les ocurre cuando no actuamos a su servicios y de acuerdo con sus intereses, es idear los más variados mecanismos de presión sin sutilezas disimuladoras: impuestos a nuestras exportaciones, restricciones comerciales, intercepciones aduanales con fútiles pretextos, etc.

Ahora nos castigan con la deportación de miles de indocumentados y un muro ignominioso, así como miles de soldados de la Guardia Nacional, para acogotar más aún a miles de desheredados a los que, increíblemente, pretenden darles categoría de delincuentes. Todo ello, bajo el signo de una retórica “buena amistad”.

Las auténticas valoraciones sólo pueden hacerse, no desde la tribuna de un auditorio, sino en la discreta y reconcentrada intimidad de la lectura, en la que pueden medirse cabalmente los efectos y repercusiones que ellas tienen en la vida privada del lector.

Pablo Neruda, uno de los más grandes poetas reconocido mundialmente, al otorgásrsele el Premio Nobel de Literatura, en el pleamar de su prostitución poética, osó llamar “padre” y “Sol del mediodía” a uno de los más crueles dictadores en la historia de la Humanidad, José Stalin.

Lo peor y lo mejor de la aventura humana pasa siempre por los libros, que mucho ayudan a vivir.

El personaje de Miguel de Cervantes, en su obra inmortal dice: “Si yo he de procurar quitarte la honra, claro está que te quito la vida, pues el hombre sin honra, peor es que un muerto”.

Nuestro entrañable poeta Ramón López Velarde, en uno de sus hermosos poemas expresó: “Hambre y sed padezco: siempre me he negado / a satisfacerlas en los turbadores / gozos de ciudades —flores del pecado— que se satisfagan en el ignorado / grupo de muchachas de un lugar pequeño.

El escritor argentino Jorge Luis Borges, no dilapidaba su talento en frusilerías retóricas. Expresó en uno de sus escritos: “Soy un hombre que parece mentir diciendo que ha leído poco, pero en verdad así ha sido: he leído poco, pero leído mucho lo poco que he leído”.