Miércoles, 15 de Octubre 2025
México | Por Raymundo Riva Palacio

Portarretrato

Los complotistas (I)

Por: EL INFORMADOR

Literalmente de la nada, el comandante Fidel Castro reabrió uno de los temas más escandalosos que ha producido la política mexicana en los 10 últimos años, no tanto por el fondo de presuntos actos de corrupción en el equipo de Andrés Manuel López Obrador, que de haberse probado habrían sido marginales —en total no pasaba de unas cuantas decenas de miles de pesos—, sino por el reparto de personajes que sumaron fuerzas para descarrilar su candidatura presidencial en 2004 y fracasaron.

Al revivir el llamado episodio de los “videoescándalos”, Castro removió muchas cosas en México. Su intención al recuperar la memoria de ese momento es un misterio, que intriga aún más por algunas mentiras que utilizó para aderezar su recuerdo y acomodar la historia a su conveniencia.

Su recuerdo provocó una reacción del gobierno mexicano, por haber descalificado a las instituciones y por sus puntos de vista sobre la elección presidencial en 2006. Pero en realidad, al conspirar contra López Obrador, manipuladas por el ex presidente Carlos Salinas, fueron las instituciones mexicanas quienes se desacreditaron a sí mismas.

¿Qué hicieron los complotistas en los “videoescándalos”? Veamos.

El ex presidente Salinas quería acabar con la carrera de López Obrador porque si llegaba a la Presidencia, creía lo iba a perseguir judicialmente. Para el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Salinas era el arquetipo del político que había llevado el país al desastre. La solución le cayó en las manos a Salinas en el otoño de 2003, cuando Juan Collado, un abogado cercano a él y a su viejo amigo y aliado Diego Fernández de Cevallos, le pidió recibir al empresario de origen argentino Carlos Ahumada, porque información que le podía interesar.

Ahumada lo vio en su casa en el Sur de la ciudad de México y le mostró videos donde tenida filmado al ex secretario particular de López Obrador, René Bejarano, recibiendo 50 mil pesos. También tenía a otros dirigentes de izquierda de menor rango, tomando miles de pesos de él. Ninguno de ellos tenía una relación orgánica u operativamente con López Obrador como el primero, pero Ahumada presumía de tener “bombas de profundidad” contra López Obrador, a quien acusaba de perseguirlo y querer meterlo en la cárcel.

Ahumada no entendió que para López Obrador él, en sí mismo, era nada salvo “un empresario corrupto”, y que la embestida política y judicial en su contra era porque se había metido en la carrera presidencial, donde financiaba a la líder del PRD en ese momento, Rosario Robles, y jugaba del lado de Cuauhtémoc Cárdenas, a cuyo hijo Lázaro, gobernador de Michoacán, había financiado en su campaña a cambio de obras públicas en el Estado, como solía hacer con todos los candidatos de todos los partidos que hicieron antesala en sus oficinas para ese trueque.

Salinas se emocionó e instruyó a Fernández de Cevallos a tejer la operación política. El abogado lo llevó con el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, y éste con Martha Sahagún, la verdadera jefa política en Los Pinos durante la administración de Vicente Fox. Ahumada, que por vías personales había establecido una relación con el ex procurador Rafael Macedo, lo sumó a su causa.

Para fondear a Ahumada, que no había cobrado por la obra pública en el Gobierno del Distrito Federal ante el conflicto con López Obrador, Salinas le pidió a los entonces gobernadores Arturo Montiel del Estado de México, y René Juárez, de Guerrero, que lo financiaran.

Con los principales complotistas alineados, Salinas preparó la difusión de los videos. Iba a ser el primer lunes de marzo de 2004, pero la periodista Carmen Aristegui presentó en su programa de televisión en MVS una video contra el dirigente del Partido Verde, Jorge Emilio González por presunta corrupción, y Salinas, que estaba viendo las noticias en la casa del empresario Carlos Hank Rhon acompañados de Fernández de Cevallos, tuvo que cambiar el cronograma. Tomó el teléfono con urgencia y se comunicó con Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa, que estaba en el complot, para pedirle que detuvieran la difusión del video de Bejarano.

Indiscreto con sus amigos, Ahumada ya había revelado que estaban a punto de explotar las minas contra López Obrador, y algunos ex políticos habían visto los videos. Rosario Robles, quien lo introdujo al PRD, le pidió que no los difundiera, pero terminó cediendo y hasta solicitándole dinero a Salinas para pagar deudas de su presidencia en el partido –que le dieron también gobernadores priistas-.

El plan se corrió al 3 de marzo.
La noche del 2 de marzo le entregaron el video de Bejarano al actual senador Federico Döring, a quien le dijeron que lo entregara temprano por la mañana del día 3 a Brozo.

En el estudio de junto estaban entrevistando a Bejarano sobre otros temas, cuando lo interceptaron y casi lo forzaron a ir con el payaso que daba las noticias por la mañana en Televisa. Bejarano, a quien despojaron en la televisora de sus teléfonos celulares antes de entrar al estudio, fue presa de una celada y ahí comenzó la operación de los videoescándalos.

En el momento que aparecieron los primeros videos, Ahumada llevaba un mes escondido en La Habana. Castro asegura que se fue a Cuba por recomendación de Salinas, y que su gobierno no sabía que ahí estaba.

Cualquiera que conozca la forma de operar del régimen cubano, sabe que la entrada ilegal de una persona, sobretodo en un avión privado de su propiedad, es prácticamente imposible. Ahumada no era lejano a los cubanos. Hacía tiempo cultivaba una amistad con el entonces embajador de Cuba en México, Jorge Bolaños, con quien lo había presentado un familiar político suyo de izquierda ex asesor del EZLN.

Era un personaje consecuente con la izquierda, había financiado proyectos sociales y culturales en los 90, y era bien visto por los cubanos. Cuando huyó a La Habana y el servicio de inteligencia lo interrogó y grabó durante más de 40 horas para conocer del caso, llegó a aturdirlos. “El problema no era que hablara —dijo tiempo después un diplomático cubano—, sino que se callara”.

En todo ese tiempo narró con detalle el complot contra López Obrador, en el cual participaron el gobierno, políticos y empresarios. No cuajó porque Ahumada mismo probablemente lo echó a perder por soberbia, torpeza o desesperación. La realidad es que falló y todos, menos él, recompusieron su vida. Ahumada, como fue desde un principio, era desechable.

Próximo domingo: La protección del Gobierno federal.

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