Sábado, 15 de Junio 2024
México | HISTORIAS DE REPORTERO POR CARLOS LORET DE MOLA A.

Osama y el patético bombardeo

Después de 10 años de humillaciones, la superpotencia tiene un argumento para mirar —a su estilo, con sus reglas— desde alto: ¿No que no? Un logro en medio del caos de sus intervenciones militares

Por: EL INFORMADOR

Carlos Loret de Mola A.  /

Carlos Loret de Mola A. /

Llegué hasta las montañas de Tora Bora, que marcan una frontera natural entre Afganistán y Pakistán, siguiendo una pista filtrada por el Pentágono: que el hombre a quien buscaban como Enemigo Público Número Uno de Estados Unidos, Osama Bin Laden, se refugiaba en unas cavernas especialmente construidas dentro de los cerros.

Fue una hora y media de viaje en medio del puro desierto, en una estropeada camioneta, desde Jalalabad, por caminos de arena apenas delineados por las llantas de otros vehículos que pasaron antes por ahí. Cuando el vehículo se detuvo presencié una de las escenas más patéticas de mi vida como reportero:

Ahí estaban, en efecto, “persiguiendo” a Osama Bin Laden, una docena de tanques de guerra soviéticos manufacturados cuatro décadas atrás, disparando balas oxidadas que a veces detonaban, a veces no, dizque apuntando a lo lejos, lejísimos, hasta el otro lado de la barranca, como a un kilómetro de distancia, donde según creían había unas cuevas en las que les habían dicho que quizá estaba el líder de la red terrorista Al Qaeda.

El ridículo campo de guerra en tierra, a cargo de las tribus afganas agrupadas en la pro-occidental Alianza del Norte, era completado por el “apoyo militar” de la potencia estadounidense desde al aire: dos aviones B-52 que pasaban de cuando en cuando y lanzaban misiles sobre las mismas montañas —despobladas, semidesérticas, desprovistas de árboles y ríos—, sin una estrategia de coordinación o lógica aparente.

Era mediados de diciembre de 2001. Dos meses antes, el entonces presidente de la Unión Americana, George W. Bush, había declarado la guerra a Afganistán y su régimen dominante, el Talibán, acusándolo de abrigar a Al Qaeda, apenas responsabilizado de los ataques terroristas del 11 de septiembre de ese mismo año.

Durante una década, Estados Unidos hizo este tipo de ridículos en la persecución de Osama Bin Laden. Hasta que antier dio con él y lo mató en una zona donde viven generales retirados, a un kilómetro de una Academia Militar (aquí en la Región 4, como si a “El Chapo” Guzmán lo encontraran en El Huizachal, por Huixquilucan). Y por lo que se sabe hasta ahora, Estados Unidos aplicó a Pakistán la de Calderón a Godoy en el “michoacanazo”: en franca sospecha de complicidad, se enteró de todo el operativo hasta después de que había terminado.

Después de 10 años de humillaciones, la superpotencia tiene un argumento para mirar —a su estilo, con sus reglas— desde alto: ¿No que no? Un logro en medio del caos de sus intervenciones militares. Una medalla que para algunos analistas puede generar tan buen ánimo entre nuestros vecinos que en una de esas hasta impulsa la economía.

Saciamorbos

Por cierto, mientras se casaban Kate y William, beatificaban a Juan Pablo II y mataban a Bin Laden, el Gobierno de Siria ejecutó a más de 300 opositores que buscan democracia, y en Libia hay una guerra que no avanza ni retrocede y que terminó con la vida del hijo menor del dictador Gadhafi.

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