De poder a poder

Crecen inseguridad y desacuerdos

No hace falta ser morboso para darse cuenta que cada día es mayor la inseguridad que se padece en la mayoría de los estados de la República, y aunque los focos rojos se dirijan hacia la Frontera Norte, la verdad de las cosas es que en todos lados se tiene pánico deambular a determinadas horas del día, y el recuento de personas que pierden la vida cotidianamente en actos delictivos, bien parece el cuento de nunca acabar.

Mientras tanto, las autoridades estatales y federales no logran llegar a ningún acuerdo, debido a los fuertes intereses que existen entre quienes controlan las fuerzas policiales, empezando por la compra de equipo, patrullas, aditamentos y armamento para desempeñar su trabajo. Por su parte, el Gobierno federal, a través de la Secretaría de Seguridad Pública, continúa pugnando por llegar a centralizar a las fuerzas del orden en un solo mando.

Los presidentes municipales del país —que son las autoridades más cercanas a la ciudadanía— aún no se han pronunciado al respecto, pero es obvio que no les va a gustar quedarse sin la fuerza pública que “les da estatus”, poder e influencia, pero que al mismo tiempo significa un fuerte dolor de cabeza, ante los hechos delictivos que hoy en día aumentan cada vez más y que provocan que no sean pocos los funcionarios públicos de diversa jerarquía que acostumbran contar con escoltas o elementos de apoyo para poder desempeñar su trabajo con cierta dosis de seguridad —todos ellos con cargo al erario ¡por supuesto!—.

Y la verdad es que ni unos ni otros la tienen fácil, su tarea es sumamente delicada, sobre todo a raíz de la “declaratoria de guerra” del Ejecutivo federal a los narcotraficantes, que si bien es cierto ya era necesaria, hacerlo sin planeación y sin estrategias adecuadas es tanto como tirar los miles de millones de pesos que se destinan para tal “guerra”, sin que se hayan logrado resultados efectivos.

Que si cada día nos informan de la detección de un nuevo delincuente de los denominados más buscados, eso no quita que la delincuencia continúe con su tarea, hoy ya no sólo enfocada a los aspectos del narcotráfico, sino también metidos de lleno en los secuestros, chantajes, cobros por “brindar seguridad “, entre otras muchas linduras.

Por si ello no fuera suficiente, los policías corruptos —hasta por tres cacahuates—, los corruptibles y los que buscan ser corrompidos se pueden encontrar a la vuelta de cada esquina, aunque claro, ello no quiere decir que todos los sean ¡Dios nos libre de semejante bajeza!.

Del otro lado estamos los ciudadanos, a los que, por si todos estos males fueran pocos, se nos tiene limitados de portar con qué defendernos.