Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen La paradoja arbitral Los mexicanos lloramos como ánimas en pena que el primer gol de Argentina fue en fuera de lugar y culpamos al árbitro Por: EL INFORMADOR 28 de junio de 2010 - 05:06 hs Lo único peor que ser hijo de cuico, es ser hijo de árbitro en pleno Mundial. Cada cuatro años es la misma discusión: qué hacemos con los árbitros que acaban con ilusiones, matan pasiones, reviven muertos y se equivocan de un hilo. Los más drásticos quieren sustituirlos por alguna especie de robot que evite las equivocaciones; los románticos sostenemos que el día que los árbitros no se equivoquen, simplemente dejaremos de ver el futbol. El maestro Lineker, seleccionado inglés y sin duda uno de los mejores jugadores de su tiempo, decía que el fut era, cito, “un juego de 11 contra 11 en el que siempre gana Alemania” (para el que tenga duda de la veracidad de este dicho, favor de revisar la sección de Deportes de este mismo diario). La única forma de que esto no sea así, es gracias a la posibilidad, siempre latente, de que el árbitro se equivoque y la cosa se ponga interesante. Ayer los mexicanos lloramos como ánimas en pena que el primer gol de Argentina fue en fuera de lugar y culpamos al árbitro de la derrota, pero nunca nos acordamos que llegamos ahí gracias a que otro árbitro nos regaló un gol en fuera de lugar frente a Francia, y que Francia llegó al Mundial por un gol de último minuto antecedido por una mano, y así hasta el infinito (y más allá, diría Buzz). Pero además, el árbitro, esa figura oscura que ahora viste ridículamente de colores, está condenado al anonimato. A pesar de que es sin duda el personaje más importante de los que están en la cancha, pues es el único que puede tentar al destino y cambiar de rumbo un partido con un silbatazo, a todo mundo le importa un pito el señor del silbato. ¿Quién se acuerda del nombre del árbitro del partido Inglaterra-Alemania de 1966? Nadie, a pasar de que fue él quien definió el Mundial. Todo mundo habló ayer del gol de Hurst, aunque él no lo metió; el gol existió gracias al árbitro, y nadie lo mencionó por su nombre. Todo mundo habla de “la mano de dios” en el gol de Maradona contra Inglaterra en México 86, pero nadie le da su crédito al árbitro, verdadero autor de esa obra de arte: si lo hubiese anulado, hubiera quedado como un tontería, no como una genialidad. Hay, hoy en día, tecnología suficiente para evitar 80% de los errores arbitrales, pero eso sería deshumanizar el juego. Lo que hace divertido el fut es que haya 22 pelados que se preparan durante años para jugar y que a la hora de la verdad, sea otro el que decide. Pero además, está la paradoja del futbol: no hay nada más justo que las injusticias del árbitro. Me explico: la probabilidad de que el árbitro se equivoque siempre contra el mismo equipo tiende a cero, y entre más juegue un equipo, menor es la probabilidad de que el árbitro se equivoque sólo contra él, con lo cual se demuestra que no hay nada más justo que las injusticias del árbitro. ¡Viva el árbitro! Temas Diego Petersen Farah En tres patadas Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones