Lunes, 06 de Mayo 2024
Jalisco | Pergeño por Víctor Wario Romo

Hernán y la mala memoria

Los liderazgos de Francisco Ramírez Acuña y Emilio González seguirían teniendo mano en las decisiones para perseguir los espacios rumbo a 2012

Por: EL INFORMADOR

A finales de octubre de 2009, culminaba una de las etapas más turbulentas de las últimas décadas en la vida del Partido Acción Nacional (PAN). Tras los pésimos resultados obtenidos en elecciones locales y en las federales intermedias, el líder nacional, Germán Martínez Cázares, tuvo que marcharse entre duras críticas por su mala conducción partidista.

Las cosas en Jalisco no fueron mejores para el blanquiazul. La catástrofe sufrida a manos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en los comicios que regresaron la Zona Metropolitana de Guadalajara al dominio tricolor, con la inusitada excepción de Tlajomulco, ganada para el Partido de la Revolución Democrática (PRD) por el ex priista Enrique Alfaro, encendió los ánimos entre los panistas y los llevó a la confrontación que pasó rápidamente del insulto a los amagos de violencia.

En la sede estatal del PAN y en Casa Jalisco, se polarizaron los enfrentamientos de grupos que se culpaban mutuamente por la derrota electoral del partido que comandaba Eduardo Rosales, también acusando rasgos de un liderazgo sobrado, autosuficiente, excluyente y patrimonialista; el dirigente estatal se ufanaba que sus decisiones eran irrebatibles y sus estrategias imbatibles y presumía que en julio de ese 2009 arrasarían otra vez con los priistas.

Craso error de soberbia. Rosales también tendría que irse a su casa y sus prósperos negocios. Mediante elección, logró imponer a Hernán Cortés Berumen como su sucesor. Éste me dijo en entrevista, a finales de octubre (y así se registró en un Pergeño), que no se apartaba de la realidad y que sabía lo difícil que sería conciliar las posiciones, las visiones, los intereses de los dos principales bandos que se han disputado el control del partido y las parcelas del poder desde hace por lo menos una década. Los liderazgos de Francisco Ramírez Acuña y Emilio González seguirían teniendo mano en las decisiones, mediante negociaciones, para perseguir los espacios rumbo a 2012.

Escribí entonces que el reto de Hernán, en la travesía que emprendería a partir del 7 de noviembre en que resultó electo como presidente del Comité Estatal, se bifurcaba: por un lado, erigirse en árbitro, no en contendiente, cuando las posiciones de los grupos se radicalizaran; por otro, emprender (aunque no la agotara) la tarea de regresar al PAN al apego de sus principios, traducidos en políticas públicas.

De la elección de Cortés, un personaje que cuenta, y mucho, entre los panistas jaliscienses, el ex gobernador Alberto Cárdenas salió muy molesto y diciendo a los cuatro vientos que el PAN vive una de sus peores etapas en Jalisco. Le pregunté entonces si había compartido esos juicios con el gobernador Emilio González.

El senador fue claro: “Sí, le compartí la preocupación de que hemos tocado fondo… bueno, espero que ahora sí ya hayamos tocado fondo y, tal como vamos, podemos llegar a un despeñadero, porque vamos directo a un precipicio sin oír ni ver lo que la gente nos está diciendo”.

¿Qué opina de Hernán Cortés?, le dije, y Cárdenas replicó con rostro duro: “Le concedo el beneficio de la duda”. Pero Hernán decidió dejar el silbato, las tarjetas, el reglamento y claudicar a su papel de árbitro de la contienda para convertirse en un protagonista del juego. Ya escuchó el canto de las sirenas porque cree que puede ser gobernador, y con ello ha prendido la mecha para que, como hace dos años, se incendie la pradera panista.

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