Al “día sin auto” muy poca gente le hace caso. Muy desgraciadamente. La inmensa mayoría de los usuarios del coche particular ni se entera, y cuando lo hace, tiene la coartada/ excusa/ razón perfecta para ignorar tal iniciativa: “El día que haya un transporte colectivo decente hablamos.”El problema es que el tiempo ya se acabó. La situación metropolitana en términos de movilidad es crítica. La contaminación por los motores de combustión interna rebasó todos los límites históricos. Los tiempos de traslado se alargan cada día, lo que representa la pérdida más grave de calidad de vida para todos los habitantes de la ciudad: su tiempo.El tiempo es el recurso humano más precioso e irrecuperable. Es inútil tratar de ponerle una cuantía monetaria a cada hora tirada a la basura en el tráfico: para cada habitante puede ser –esa hora- decisiva, esencial para hacer mejor su vida. Pero, para dimensionar pragmáticamente la fuga de recursos, multiplique el lector el costo promedio de la hora de trabajo, dilapidada por cada persona, por millones: resultará una cifra escandalosa si se compara con el producto interno bruto de Guadalajara, o con cualquier otro indicador.Bastaría esa reflexión para declarar, en toda la Zona Metropolitana, el estado de emergencia urbana. ¿Cuál emergencia? La del robo infringido hoy por todos, autoridades y conductores de autos particulares, al capital social y ambiental de la comunidad. Habrá los usuales encogimientos de hombros, el usual valemadrismo de políticos y usuarios del sagrado cochecito. Es tiempo ya de detener esa actitud.Revísese simplemente el estado cotidiano de las principales vialidades. Todas las entradas carreteras a la ciudad y sus derivaciones, de Chapala y Los Altos, de Zacatecas, de Colima, de Tesistán, de “Nogales” están colapsadas una buena parte del tiempo. Esto es: Lázaro Cárdenas, Prolongación Alcalde, López Mateos, Los Laureles, Vallarta… Solamente en López Mateos se ha medido la velocidad de traslado: baja consistentemente y parece ser que va en 12 kms por hora. Bravo. Revísese el tráfico en los contextos de las zonas habitacionales caras, como en las inmediaciones de Patria y Acueducto, o en el corredor sur de la mentada López Mateos rumbo a la “cotilandia” de la zona. Es escandaloso, y eso que los habitantes de esas demarcaciones compraron “calidad de vida”, “seguridad” y “privacidad”.Existen, a partir de mañana, métodos efectivos para disminuir significativamente el número de autos en las calles. Nomás que hace falta que las autoridades hagan algo definitivo y contundente para hacer conciencia. El primer recurso: coches compartidos. Un número altísimo de usuarios utilizan su vehículo para ir en la mañana al trabajo, saturar las calles, y regresar en la tarde a su casa, volviendo a saturar las calles. Se llaman movimientos pendulares. Pues con una adecuada y fortísima campaña de convencimiento se puede lograr que, en vez de ir un pasajero por auto, vayan cuatro o cinco. Es simplemente un asunto de organización vecinal, de estímulos oficiales.Otro recurso: informar EFECTIVAMENTE a la gente de cómo se puede mover con eficacia en el transporte público. Esto es: información veraz y puntual de rutas, transbordos, costos, tiempos de traslado. Utilizando de manera multimodal las distintas opciones de movilidad: bicicletas, bicipública, camiones, tren, taxis, uber y conexas. Una aplicación cibernética (ya sugerida antes) puede ser uno de los instrumentos para esto.Y así se podría seguir. Pero mientras no asumamos, como sociedad, el hecho de que vivimos una emergencia urbana cotidiana, una grave y continua contingencia que afecta las vidas de todos, debida a las actuales condiciones de movilidad, seguiremos no igual: peor. Y los cuatro millones y cuarto de tapatíos no merecemos vivir sometidos a la inoperancia y la abulia que actualmente lesiona irreversiblemente nuestras vidas.