Por las páginas informativas transitaba la noticia del 26 julio de 1953: Un grupo inconforme con el gobierno cubano de Fulgencio Batista había asaltado el Cuartel Moncada ubicado en el interior de la Isla. Fecha y acontecimiento habrían de marcar un parteaguas en la historia de la Isla y del mundo.En tanto, la vida en la Habana continuaba el desplazamiento de bullida y atractiva diversión, objetivo predilecto para muchos visitantes, entre los que se contaban habitantes del Sureste norteamericano, a los que sorprendió 1959 cuando aquel grupo comandado por Fidel Castro tomaba el Poder marcando el inicio de una nueva era.Los acontecimientos trascendieron con importantes acontecimientos que incluyeron diferencias con el desplazamiento de inversiones, entre otras la tienda llamada Feíto y Cabezón; más delante, las amenazas de misiles y la muerte trágica del Presidente Kennedy de los Estados Unidos.Una visita condujo mis pasos en plan familiar a la Habana durante el siguiente mes de marzo -aquí pido perdón por ceder el espacio en algo personal-: Mis pasos me condujeron a presenciar y escuchar una de las múltiples concentraciones de Castro, donde al finalizar estreché su mano. El recorrido por la Isla me condujo al extremo sureste, ubicación de Guantánamo, a bordo de un vehículo particular conducido por un parco joven estudiante, quien encendió la radio dando acceso a la noticia del Comandante Castro expulsando a norteamericanos. De mi parte, bajo con el influjo del recuerdo de la Revolución mexicana expresé mi agrado, pero aquel joven mostró su contrariedad produciéndome reflexión sobre la potencial dictadura.De vuelta a la Capital cubana escuchaba cercanas explosiones cercanas y alguien me aclaró, con la tranquilidad que produce la costumbre, que se trataba de fusilamientos de inconformes con el régimen castrista a fin de sanear los senderos a los principios revolucionarios. La vida continuaba, salpicada por detalles como la transportación urbana en “guagua”, que al abordaje de uniformados pertenecientes a las huestes castristas producían aplausos espontáneos de los pasajeros con dedicatoria a quienes consideraba héroes de la Revolución.En otra visita procedente de Moscú a bordo de aeronave rusa, el mal tiempo en La Habana motivó el descenso en una pista ubicada Camagüey al centro de la Isla, donde sorpresivamente, los pasajeros presenciamos la extracción de nuestro equipaje de las bodegas del avión. El hecho provocó la queja por la potencial pérdida, con el final feliz de la recuperación de nuestros equipajes.La memoria atrae un hecho insignificante de otra incursión a La Habana, cuando rumbo al aeropuerto, del autobús nos hicieron bajar para ser concentrados en una bodega, donde la convivencia con oriundos con destino a Rusia, surgió el cuestionamiento acerca de la vida bajo el Régimen Castrista a lo que obtuve una respuesta propia de retahíla inculcada. Los breves incidentes sucedían con el disfrute de diversiones para visitantes y la ingestión de rico trago de café en puesto callejero, rumbo a La Bodeguita De En medio, sitio famoso hasta hoy, como la producción de cigarros puros que dieron complemento a la imagen del señor Castro, hasta, como dice la frase popular e irrespetuosa: “chupar faros”. Espacio, tiempo y lectura a vivencias han marcado senderos al mundo en su curso irrefrenable, aunque por ello requirente de reflexión acerca de cuanto traiga el futuro y sus cambios Dios nos guarde de la discordia.sicpm@informador.com.mx
