Miércoles, 14 de Mayo 2025

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Una lanza por Acasico (y Palmarejo y Temaca). Y una solución para la presa del Zapotillo

Por: Juan Palomar

Una lanza por Acasico (y Palmarejo y Temaca). Y una solución para la presa del Zapotillo

Una lanza por Acasico (y Palmarejo y Temaca). Y una solución para la presa del Zapotillo

Primero, de Agustín Yáñez, en Llama de amor viva (1925):

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Por todos los caminos continúan llegando forasteros. Acasico les prodigará hospedaje. Es el legendario solar de gentes entusiastas, de varones claros, de costumbres añejas. Sus vecinos, desde edades pretéritas vienen repitiendo con orgullo “también Acasico es pueblo”. Es, en verdad, un pueblecito diminuto, con callejas angostas, con portones anchos y bajos, con ventanucas que nos traen a la memoria los enanitos de Blanca Nieve, con su cerro bola de fantástica tradición, con sus huertas pintorescas, y su plaza, y su arcaica capilla, y su milagrosísima patrona, y el Río Ancho que a su vera corre silencioso separándolo de Flamacordis, el risueño santuario del Corazón Divino. Acasico es la más antigua congregación de los alrededores. Por sus polvosas callejas corrieron conquistados y conquistadores; sus indios fueron temibles y sus montañas se llenaron de sangre; es fama que cerca de Acasico encontró la muerte D. Pedro de Alvarado. Sus moradores de estos tiempos conservan curiosas tradiciones: son católicos, son honrados, a las veces se nota en ellos agradable ingenuidad y en ocasiones son fieros y testarudos como sus ancestrales.

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Hoy el diminuto pueblecillo está de fiesta. Se celebrará una misa en el cerro bola y por la tarde bajará una suntuosa procesión Eucarística que irá hasta Flamacordis, el risueño santuario que se levanta airosamente en una colina, gracias al esfuerzo del Padre León Torres.

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Es la víspera de la fiesta. Declina la tarde. Las vecinas de Acasico arreglan las calles. Entran grandes hatajos de asnos cargados con naranjas de Nangué, tocinos de Yahualica, pan de Mexticacán, chuchulucos de Teocaltiche y corambre de Nochistlán. Hay varios sacerdotes. Está la banda de Apulco y la orquesta de Mexticacán. Se oye el chillido de los fonógrafos y el clamor de una murga de ciegos. Las campanas tocan a oración y luego repican, llamando al rosario. Pláticas animadas, gritos rancheros, saludos de parientes y conocidos que hace mucho no se veían.

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La noche ha llegado. Por el cerro brillan muchas lucecitas. De pronto se oye el ruido seco de una tambora: son los cirqueros que anuncian la función.

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Después:

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Es preciso, se sabe y se ha dicho desde hace mucho, preservar a Temaca, Acasico con su santuario de Flamacordis, y Palmarejo. La presa del Zapotillo debe contar con las medidas para ello: primero, dejar la cortina a 80 metros y hacer una justa repartición del agua que quepa. Segundo, construir, al precio necesario —que siempre estará bien pagado— los diques requeridos para asegurar la vida de estos antiquísimos y valiosos pueblos alteños. (Basta ver cómo en Holanda, y en tantas partes, cientos de miles de habitantes viven protegidos eficazmente por diques.) Tercero, terminar con un conflicto que ha desgastado política y socialmente al estado de manera intolerable. Según opiniones técnicas altamente calificadas todo esto es posible: basta la voluntad política y los medios de la ingeniería civil (y los presupuestos respectivos).

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Temaca, lugar donde el Padre Placencia —uno de nuestros más altos poetas— fue párroco, sitio de manantiales y del célebre Cristo tallado en una peña; Acasico y su Flamacordis que inmortalizó Yáñez, Palmarejo y todas sus posibilidades: cuatro asentamientos que, con las enormes ventajas que daría una presa sensata, podrían revitalizarse grandemente. Ancestral riqueza humana, patrimonio, agricultura, pesca, turismo: otros tantos elementos para imprimir un nuevo impulso a esos nobles pueblos que no pueden ser borrados por la impericia y la irresponsabilidad. Todo esto no tiene que ver con números de habitantes: tiene que ver con un patrimonio centenario, y tiene, sobre todo, que ver con el futuro. Es tiempo de demostrar imaginación, audacia, respeto. Lucidez.

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