Por Xavier Toxcano G. de Quevedo¡Qué rápido ha transcurrido el tiempo! Si miramos un poco hacia atrás, contemplamos con grande claridad el viernes 6 de mayo, día en que inició la Feria de San Isidro, y hoy nos restan únicamente cinco festejos para que concluya la Feria más importante del universo taurino. Sin embargo, la temporada española seguirá avanzando con más Ferias y festejos en las diferentes entidades de la geografía española y francesa, de las cuales tendremos la oportunidad de disfrutar en número importante, hasta llegar al mes de octubre con la tradicional Feria del Pilar en Zaragoza que pone punto final a la temporada.Y mientras estos acontecimientos se viven del otro lado del Atlántico, aquí en nuestro país la situación no es tan halagüeña, y ha sido muy evidente ver que en las últimas semanas la programación de festejos es totalmente nula. Así que, tratando de pensar cuáles serían las probables causas —aunque ya van varias décadas del mismo escenario— se puede argumentar que una de ellas serían las condiciones climatológicas lógicas del verano, y que la mayoría de las plazas no están adecuadas para proteger a los ¡“probables asistentes”! de las inclemencias del tiempo. Sí, quizás ésta sería una potencial justificación —¿o sólo un pretexto?—, pero consideramos que definitivamente no es la única, ni la más válida.Lo que sí es cierto, e indudable realidad, es el lamentable y lúgubre panorama por el que atraviesa el espectáculo taurino —así, en minúsculas— en nuestro territorio, y esta sí es la verdadera y única causa por la cual las empresas se niegan a montar festejos, ya que ellos mismos saben que sus inmuebles —léase, plazas de toros— presentarían un panorama desolador en los tendidos, ya que ni por asomo asistirían —con todo derecho y justificación— los ya pocos aficionados que van quedando, y mucho menos el nuevo público eventual. ¿Las causas? Son varias y quizás detallarlas nos llevaría mucho espacio, por lo que enmarcaremos las dos más significativas: en primer lugar es irrefutable señalar el pobre e intrascendente desempeño de los actuales toreros de nuestro país, sin poder omitir que ninguno ha sido invitado, ni les interesa a los empresarios españoles anunciarlos en las principales ferias españolas. Bueno, en Madrid tan sólo dos —¿y qué lograron?— ¿Pensarían al ir, en un probable golpe de suerte, como si fuera un billete de lotería? ¡Ya vimos qué no!En segundo lugar debemos calificar el mediocre y obtuso espectáculo que por décadas se nos ha ofrecido en todos las plazas de nuestro México, y que NO ha ayudado a la formación y preparación auténtica de nuestros torero. Este triste y amargo escenario nos conduce forzosamente al problema inicialmente planteado. ¿Cómo lograr revertir esta situación? No hay que darle muchas vueltas, el único remedio infalible se alcanzará cuando los protagonistas —léase, toreros, ganaderos y empresarios— entiendan y acepten sin soberbias y jactancias, todos sus errores y horrores cometidos y finalmente se conduzcan por el camino verdadero dentro de este asombroso y enigmático mundo que únicamente lo guía su Majestad, El Toro Bravo.