Jueves, 25 de Abril 2024

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Rescate

Por: Jaime García Elías

Rescate

Rescate

Se supone que las ruedas del progreso siempre caminan hacia adelante; que la caja de velocidades de la historia no tiene reversa; que la marcha de la humanidad en el frágil, polvoriento y cacarizo planeta en que la instaló el destino o cualquiera de sus equivalentes, es irreversible. Se supone…

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-II-

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Minúsculo —aunque significativo— botón de muestra: la noticia, difundida a mediados de julio, de que un añejo y prestigioso colegio de barrio (el “José Sarto”, a dos cuadras del Santuario), cerraría sus puertas, tras 65 años de vida. La razón principal: en la zona ya casi no hay niños. Las familias emigraron hacia colonias cada vez más lejanas, expulsadas por un proceso incontenible de aprovechamiento de las fincas para fines comerciales… En ese barrio, particularmente, la invasión de expendios más o menos clandestinos de medicamentos, ahuyentó a la mayoría de sus antiguos moradores y a sus descendientes.

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Por supuesto, ese éxodo no ha sido privativo de ese barrio. Se trata de un mal generalizado que se refleja en el abandono –y consiguientes deterioro, degradación y ruina— de centenares, cuando no millares de fincas que no se adaptaron a los nuevos usos de las mismas.

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-III-

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Con la idea de revertir gradualmente ese proceso, de propiciar la rehabilitación física y el uso habitacional de los barrios tradicionales de Guadalajara, surgió, según refieren, “un proyecto de rescate del Centro Histórico”. Se pretende rehabilitar los parques y jardines existentes y eventualmente crear algunos nuevos. Se pretende invertir en la reparación de banquetas y fachadas, o persuadir a los propietarios a hacerlo… aunque experiencias relativamente recientes demostraron que los afanes gubernamentales en ese sentido quedaron en simples maquillajes cuyo efecto benéfico fue por demás efímero.

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La idea, por una parte, es “lograr que las familias regresen a vivir en la zona”; por la otra, dotarla de instalaciones culturales y deportivas, al efecto de convertirla, idealmente, en un atractivo para los visitantes y para el resto de los pobladores de la Zona Metropolitana de Guadalajara.

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Quien recuerda —y añora, seguramente— los tiempos en que Guadalajara era una de las ciudades más “vivibles” de México, aplaudirá, seguramente, la iniciativa —a reserva de conocer los detalles finos de la misma—… aunque quien tiene un poco de memoria podrá dar fe de que el catálogo de las intentonas en ese sentido es muy extenso, y los resultados decepcionantes, por decir lo menos.

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Así y todo (con la venia de José Feliciano)… “queremos ver…”.

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