Lunes, 02 de Diciembre 2024

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Platicadita es más bonita

Por: Diego Petersen

Platicadita es más bonita

Platicadita es más bonita

Las obras públicas generan molestia. No tiene remedio. En cualquier lugar del mundo, las obras viales en las urbes son la principal causa de recordatorios a las madres. En Londres, que ya terminó su remodelación de cara a los Juegos Olímpicos de 2012 (cualquier parecido con nuestra ciudad es mera coincidencia), se vive hoy distinto. Alguien decía que en los últimos 20 años no le había tocado estar en una ciudad sin conos y tambos amarillos: es Londres. La sensación debe ser extraña, casi como acudir a una inauguración, un sentimiento de trabajo terminado que los tapatíos no hemos visto ni veremos pronto. Pensamos que previo a los Panamericanos íbamos a vivir esa experiencia de ciudad remodelada y lista, pero no será así. Aceptando que la vida de la ciudad es así, que permanentemente hay que estar arreglándola, adecuándola, manteniéndola, o simplemente corrigiendo lo que se hizo mal, lo mínimo que los ciudadanos podemos pedir es que nos pelen un poco más, que nos hagan la vida más fácil. Se invierten miles de millones de pesos en obras y no son capaces de gastar, pero sobre todo en trabajar, un mínimo en la comunicación. Y no se trata de que nos informen si ya llegó el crédito, o ya se va la lana, sino de hacernos la vida más fácil. Hay tres situaciones típicas: Primera: se informa de un corte de circulación cuando ya no hay remedio. El letrero de calle cerrada por la obra aparece cuando ya está uno metido de lleno en el embotellamiento. Por lo demás, en la lógica burocrática, creen que con poner un letrero, donde sea y como sea, es cumplir con la comunicación. Lo único importante en este tipo de comunicación es que el usuario reciba el mensaje. Si la manta está mal colgada, en un lugar ilegible, o destruida por el viento y la lluvia, no sirve de nada. Segunda: la manta fue pensada y diseñada en función de la obra para la que fue realizada, no de la situación general de la ciudad. Así, un manta puede proponer una ruta de desvío por otra calle que también esté en obra en el mismo o en otro municipio. A los ciudadanos nos importa un bledo si el atasco al que nos mandaron está en otro municipio o es culpa de otro nivel de Gobierno. Uno espera que, como mínimo, se pongan de acuerdo. Tercera: como siempre sucede en el Gobierno, está claro quién pone las cosas, pero nunca quién las quita. Las mantas informando del desvío por la realización del concierto en La Minerva duraron semanas. No puedo asegurar que todavía estén porque no he pasado por ahí esta semana y es probable que la lluvia, que no la burocracia, las arrancara de su lugar. En la obra de Circunvalación Agustín Yáñez y Washington los letreros ya no corresponden al avance de obra. Te desvían a donde ya hay paso, mientras no te informan dónde está cerrado. No hay duda, hasta en las obras viales tan cuestionadas y cuestionables, platicadita hasta la obra es más bonita.

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