Jueves, 18 de Abril 2024

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Patriotismo musical

Por: Jaime García Elías

Patriotismo musical

Patriotismo musical

El patriotismo es una virtud; el patrioterismo, un defecto. Sería necio negar que hay excelente música mexicana. Entre la popular, los boleros de Guty Cárdenas, Ricardo Palmerín, Gonzalo Curiel, Vicente Garrido y Agustín Lara, por ejemplos. Entre la de salón, los valses de Ricardo Castro o Felipe Villanueva. La sinfónica, empero, se limita a unas cuantas obras realmente meritorias, rescatables, dignas de figurar en los repertorios de las buenas orquestas: serían las excepciones a la regla de que mucho de cuanto en México se ha escrito con la intención de convertirse en música de concierto, ha resultado grandilocuente, pretencioso, repetitivo y, en resumen de cuentas, fallido.

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En nombre del patrioterismo –definido como aquello que alardea exagerada e inoportunamente de patriotismo— se confeccionó el primer programa de la tercera temporada 2017 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), dirigida por su titular, Marco Parisotto, presentado la noche del jueves en el Teatro Degollado. El lleno en la sala –propiciado porque el concierto se incluyó en la celebración del 75 aniversario del Seminario de Cultura Mexicana— y las ovaciones de la concurrencia desmentirían al crítico y darían la razón a quienes confeccionaron el programa referido.

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La velada se abrió con la reposición de “Mariachitlán”, de Juan Pablo Contreras, obra ganadora del Premio a la Composición Orquestal Jalisciense en 2016, confeccionada –a semejanza de Sones de Mariachi, de Blas Galindo— a partir de fragmentos inconexos o evocaciones de melodías características del mariachi. Siguió con una versión del “Huapango”, de Juan Pablo Moncayo, que compite dignamente con las versiones de referencia de esa obra. Hasta ahí, todo en orden.

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Con “Sensemayá”, de Silvestre Revueltas, la OFJ incurrió en los excesos de volumen que siguen siendo pintitos en el arroz de sus interpretaciones. En “Espejos de Arena” (tres danzas para violonchelo y orquesta, con estructura de concierto y con más exigencias de virtuosismo [velocidad, digitación, pasajes a doble cuerda, etc.] que ocasiones de lucimiento, porque las melodías no se prestan), de Arturo Márquez, con Carlos Prieto como solista, la orquestación quedó a deber: varias veces eclipsó al chelista, quien obsequió “Bachiaciones”, de Eugenio Toussaint, como encore.

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En la segunda parte, “Noche de los Mayas”, de Revueltas, tuvo, a cambio del armonioso y moderado tercer movimiento, nuevamente las estridencias de la OFJ como sello.
El programa se repite este domingo, en el mismo escenario, a partir de las 12:30 horas.   

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