En Jerusalén, Israel, los jóvenes pueden tomar un mojito mientras ligan recargados en las murallas que construyó el rey Salomón hace dos mil años. En Nueva Jerusalén, Michoacán, está prohibido beber, fumar, ver televisión y usar ropa entallada. En la Jerusalén de Medio Oriente hay bares que tocan música pop en todos los idiomas. En la de Tierra Caliente mexicana una sola bocina que cuelga de una torre de vigilancia y lanza el saturado sonido de una flauta que interpreta lo mismo música sacra que —quién sabe si las identifiquen sus conservadores habitantes— canciones de Los Beatles, Eagles y Kansas. En la de allá cohabitan —no conviven— judíos, musulmanes y cristianos. Se han matado, apedreado y criticado. En la de acá hay dos grupos que caminan por las mismas calles a veces pavimentadas: los tradicionalistas y los laicos. Se acusan de homicidios, se han agarrado a golpes y el pleito de temporada es por la escuela. En Jerusalén hay bullicio. En Nueva Jerusalén casi no hay ruido. Se escuchan el viento y las pisadas de quien camina. Se identifica a distancia cuando algún niño grita y si va bajando de la montaña un camión que carga arena hacia la entrada del pueblo. Para el fundador de Nueva Jerusalén, “Papá Nabor” Cárdenas, la Iglesia católica se desorientó. Él fue primero sacerdote católico, pero no quiso acompañar la modernización del Vaticano y al ser expulsado de la Iglesia, creó su propia religión y cercó un pueblo para practicarla. Nueva Jerusalén fue fundada con el objetivo de regresar a los ideales del catolicismo del siglo XVIII: ir a misa diario, cantar a la Virgen una hora al día y rezar el rosario al atardecer. Las mujeres van cubiertas de la cabeza a los dedos de los pies y el color de sus vestimentas marca la jerarquía dentro de la comunidad, que responde a la capacidad de sacrificarse ante la Virgen del Rosario, según el código que a lo largo de los años han establecido primero el extinto “Papá Nabor” y su sucesor, el obispo Martín de Tours, cuya controvertida designación marcó el rompimiento con un sector que busca más apertura y está encabezado por su contrincante interno, el obispo Santiago Mayor. Los de Martín de Tours son como dos mil personas. Los de Santiago como mil. Los de Martín viven en el centro. Los de Santiago, cerro arriba. Los de Martín votan por el PRI. Los de Santiago por el PRD. Los de Santiago acusan a la élite de Martín hasta de abusos sexuales contra menores. Los de Martín los tachan de mentirosos, satánicos y herejes. Martín quiere educación religiosa gobernada por su clero. Santiago, laica y rectorada por el Estado. El 6 de julio, martinistas destruyeron la escuela de los disidentes. El conflicto profundizó la división sociorreligiosa y derivó este fin de semana en violencia, en uno de los estados con peor nivel académico del país, en una región con alta penetración del cártel de Los Caballeros Templarios. En Nueva Jerusalén la gente guarda silencio, sus líderes casi no se dejan ver y prácticamente 200 policías resguardan el frágil equilibrio de uno de los lugares más singulares del planeta.