Sábado, 24 de Mayo 2025

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Musa

Por: Benito Taibo

Serían no más de las seis de la mañana.

>

Yo estaba soñando con leones que corrían por una playa, como soñaba el viejo pescador que alguna vez contara Hemingway. Sentí claramente un par de toquecitos en la espalda.

>

Suaves, amables, hasta tímidos. No me moví. Pensé que eran parte del sueño.

>

Y unos instantes después, de nuevo los toques, un poco más fuertes, más penetrantes.

>

-Es sábado.- Dije. O creo que dije. Tal vez sólo lo pensé.

>

Y entonces oí la voz. La vocecita, un poco aflautada, hablando en susurros.

>

-Ya sé.- Dijo cerca de mi oído.

>

Y me incorporé como un rayo. Busqué a tientas los lentes en la mesita de noche.

>

Todavía estaba oscuro. Pero estaba allí, al lado de mi cama. Una señora pequeñita, vestida con gasas azules y con un cono de papel sobre la cabeza.

>

Estuve a punto de gritar, pero ella me puso su mano diminuta sobre la boca.

>

-¡Shhh!- Dijo.

>

Me hizo un gesto de que saliéramos del cuarto.

>

Me puse como pude las pantuflas y la seguí. No debía medir arriba de un metro, se bamboleaba sobre unos zuecos de madera que contra mis sospechas no hacían ni una gota de ruido.

>

Llegamos hasta mi pequeño estudio. Se sentó, dando un salto ágil y de espaldas en mi silla, frente a la computadora.

>

Y me encaró con una mirada de reproche inmensa.

>

-¿No piensas escribir?

>

Me hubiera reído de la situación, del cono de papel, de las gasas azules, de los zuecos que colgaban de sus pequeños pies.

>

Prendí un cigarrillo. La miré fijamente a los ojos.

>

-¿Quién eres?

>

Y sonrío beatíficamente, puso los brazos a los lados en un gesto teatral y me contestó.

>

-¿No ves? ¡Soy una musa! ¿No vas a escribir?

>

-Estoy muerto. No paro todos los días, tengo una barbaridad de trabajo, hago radio, tele, voy al super, paso horas en el coche de un lado al otro, doy conferencias, presento libros, no puedo.

>

-Ajá. Pobre- Respondió mordazmente, jugueteando con mi teclado.

>

Abrí la ventana para cerciorarme que no estaba soñando. El aire helado me pegó una bofetada en el rostro. Volví la mirada y seguía allí, balanceándose en mi silla.

>

-Y además. Las musas no son como tú.- Le dije hiriente.

>

-El león no es como lo pintan.- Respondió con una pícara sonrisa. –Tampoco los escritores son como tú, según esa pésima lógica que utilizas.

>

Tiene un punto de razón. ¡Touché!

>

-¿Por dónde entraste?

>

-Chimenea. Y me costó trabajo, no creas. Menos mal que está limpia.

>

-¿De verdad no vas a escribir?

>

Y en ese instante me di cuenta que tenía razón, toda la razón. Llevo más de cinco semanas sin sentarme a escribir. A ejercer mi oficio.

>

De un saltito bajó de mi silla y le pegó un par de golpes al asiento. Tenía el cono ladeado en la cabeza y los zuecos llenos de barro. Las gasas del vestido habían vivido sin dudas mejores tiempos.

>

–Ándale…

>

Y me senté. Llevo aquí dos horas y media. Haciendo lo que más me gusta hacer en la vida.

>

No sé en qué momento se marchó.

>

Pero en el aire se quedó flotando un sutil aroma a yerbabuena, a playa con leones, a tinta fresca.

>

A veces necesitamos que nos den un par de toques en la espalda para recordarnos las cosas verdaderamente importantes.

>

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones