Viernes, 10 de Octubre 2025

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Los nombres de las flores

Por: María Palomar

Los nombres de las flores

Los nombres de las flores

Para RPV
Aquí no suceden cosas de
mayor trascendencia que las rosas.
Carlos Pellicer

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GUADALAJARA, JALISCO (16/AGO/2015).- Probablemente sea cierto que, como dice Shakespeare, “la rosa, con cualquier otro nombre, olería igual” (y también que “una rosa es una rosa es una rosa”, como asegura, críptica, Gertrude Stein); pero ni todas las flores se llaman rosa ni el nombre deja de ser clave para reconocerlas, evocarlas y simplemente saber de lo que se está hablando. El empobrecimiento general del vocabulario incluye, claro está, ignorar los nombres de plantas y flores que hasta no hace mucho sabía de memoria cualquier campesino.

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Independientemente de la clasificación biológica de Linneo (que en su taxonomía latina recoge y las denominaciones clásicas –si las había– para la determinación de géneros y especies), y pese a las muchas denominaciones regionales y locales que se usan en cada lugar para ciertas plantas, acercarse a los orígenes de los nombres de las flores da una muy buena idea de la composición y la evolución del idioma. En el español, el contingente más numeroso es probablemente el de origen griego (llegado a través del latín).

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Ahí está la mismísima rosa, igual en latín, del griego “rodon”, ρόδον, que según la enciclopedia viene a su vez de “una voz persa traspasada desde el sur de Armenia a Frigia, y de ahí a Grecia”, aunque parece que va más atrás: al arameo, el asirio y finalmente el sánscrito. Curiosamente, en griego moderno no se le dice ya “rodon”, sino “triandáfilo”, que significa “treinta hojas”.  También del griego vienen agapando (flor de amor), narciso, jacinto e iris (de personajes mitológicos), glicinia (de γλυκúς, dulce), ciclamen (de ciclo: rueda), acacia (áκακíα, sin maldad; aquí se llama mimosa), margarita (perla), adelfa (que son los laureles que florean; llega a través del árabe pero remite al nombre griego del laurel: δáφνη, dafne), amaranto (áμáραντος, que no se marchita), crisantemo (flor de oro), lirio, caléndula, asfódelo, nardo...  y cientos más.

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Otro enorme grupo de nombres de flores viene (o pasa por) el árabe, pero con frecuencia su origen es persa (en Persia había muchas flores y mucha civilización; en Arabia más bien poco de ambas...) Ahí están el azahar (del árabe hispánico azzahár y este del árabe clásico zahr, flores), la azucena, el alhelí, el jazmín, el nenúfar, el alcatraz...

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Del latín llegan nombres como gladiola (de gladius, la misma etimología que gladiador, que parece que viene del celta, y remite a la forma de un estoque o espada), laurel (que llega a través del provenzal “laurier”), malva... Al parecer del catalán viene el nombre del clavel, y del francés el de la begonia. Por lo menos la madreselva y el nomeolvides son cien por ciento castellanos... Y por supuesto están los nombres autóctonos de  flores, que suelen llevar el sufijo “súchil” (de xóchitl, flor en náhuatl), como cempasúchil (veinte flores), jac

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alosúchil (de cacálotl, cuervo) o cuetlaxóchitl (flor que se marchita: es el nombre original de la nochebuena o catarina).

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*Etimologías botánicas interesantes (y en general confiables) en http://www.curiosidario.es/nombres-de-plantas-alfabetico/

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