Por Salvador Camarena En abril de hace 20 años me fui de Guadalajara. Sirva esta anécdota personal para dar una opinión del panorama que sobre mi tierra vi entonces, y el que veo hoy. Arranco con lo obvio. El que se va no es en forma alguna mejor que el que se queda. Ni viceversa. Y la distancia da perspectiva, pero también puede hacer que las imágenes, pasadas y actuales, pierdan nitidez pues el ausente no experimenta el día a día de los locales, con sus triunfos y derrotas. A lo largo de todos estos años una de las preguntas más recurrentes de mis paisanos es ¿vas a regresar? Rara vez cuestionan “por qué te fuiste”. El tapatío vive en la idea de que no hay mejor ciudad que la suya. ¿Pero es realmente así? ¿Está ese orgullo cimentado en algo real? ¿O es estrictamente subjetivo y por tanto incuestionablemente similar al que sienten por su terruño los naturales de Pachuca, de Zamora o de Toluca? Supongo que la respuesta depende de lo que uno se plantea. Yo quise tener más opciones de trabajo. En la Guadalajara de principios de los noventa, las plazas en medios de comunicación parecían pocas, saturadas y, generalmente, estaban mal pagadas. Más que una amplia parcela, el mercado del periodismo parecía una maceta. Con poca tierra y, el colmo, saturada. ¿Cómo es hoy? Mi respuesta es por contraste: en las últimas tres décadas dos consorcios de Monterrey se han asentado, con éxito, en la capital del país. ¿Y los tapatíos? Hace cuatros años un buen amigo me invitó a un concierto de la canadiense Diana Krall. Cuando llegamos al foro, allá por el rumbo de Zapopan (perdonen, ya no domino la metrópoli) me maravilló el teatro. ¿De quién es esto, pregunté, de Slim? Mis anfitriones se rieron. Ahí supe que forma parte de un complejo de instalaciones del grupo Universidad, eufemismo muy tapatío que significa Raúl Padilla. ¿Si los medios eran una maceta, qué era y qué es Raúl Padilla? Pues es el patrón. Hace 20 años era y ahora es el hombre fuerte de la ciudad para demasiadas profesiones, incluida la política. Quedarse implicaba estar siempre en riesgo de terminar dependiendo del humor de alguno de los satélites de Padilla. En la política nuestro Estado fue de los primeros con alternancia y de los primeros en demostrar que el cambio de partido en el poder estaba muy lejos de ser una panacea. Era chiquita y mala la política de Jalisco en los noventa, es chiquita y mala hoy, y encima famosa por ladys panteones, macro deudas, impunidad, opacidad y arreglos paralegales entre los poderes. Y a nivel federal no existe. En estos 20 años surgió en Jalisco una pujanza en torno al tropicalizado valle del silicio, eso es bueno; se vendieron a no jaliscienses notables marcas de tequila, eso no es bueno; a manos de un mal dueño Chivas ha perdido prestigio (no es mi equipo, pero eso es muy malo) y mi equipo es igual de maleta que hace décadas pero ya no es de tapatíos, eso es malo. A pesar de todo, la FIL sigue siendo referente internacional, eso es bueno; pero gira como siempre en torno a Padilla, eso es malo; el festival de cine se volvió uno más, eso es malo. Hubo panamericanos, eso fue muy bueno, y la deuda y desaseo administrativo que dejaron es algo muy malo... En estos 20 años muchos desde Jalisco han sido orgullo mexicano en el mundo. La amplia tierra nacional se nutre de ellos en las artes, la industria, la academia, el comercio y los medios. Dos décadas después Guadalajara sigue siendo bonita, pero según yo es una maceta atorada en el mismo corredor.