Se tuviera simpatía o no por Fidel Castro, no puede desconocerse la repercusión que ha generado en Cuba y en el resto del mundo su muerte. No ha sido indiferente ni para admiradores ni detractores.La muerte del dirigente de la revolución cubana fue recibida con regocijo por algunos disidentes en la isla, por cubanos exilados en Miami, y hasta en París. De otro lado, es palpable la consternación que ha dejado en millones de cubanos su desaparición. Los ecos de su muerte han sido enormes.En América Latina su influencia fue obvia, pero las lamentaciones en no pocas naciones africanas no dejan de sorprender. Como explicó el escritor Paco Ignacio Taibo II, Fidel convirtió a la pequeña isla caribeña en una potencia geopolítica que contribuyó al fin del colonialismo en África y en el resto del mundo.Los logros de la revolución cubana (no de Fidel) son patentes. Bajo la narrativa de un proyecto socialista, en Cuba se creó un Estado de bienestar que no existía durante el periodo de la dictadura. Dicho sistema de bienestar ofreció alimento, techo, trabajo, salud, educación, cultura, deportes, esparcimiento y vivienda a toda la población. Piénsese cómo vivimos en México y quizá pueda admitirse que no es cosa menor.Los críticos alegan que Cuba era una dictadura y Fidel su dictador, pero olvidan que había elecciones periódicas en la que se elegían a los representantes de los poderes públicos (entre ellos Fidel), tal y como ocurre en las democracias occidentales. Se cuestiona también el régimen de partido único, la pobreza, la falta de libertad de expresión y organización, y de tránsito. Es cierto, y es cuestionable.Pero la crítica se hace desde una postura política liberal que asume que dichas libertades sí existen en México y en el resto de democracias occidentales. La crítica que se podría hacer del régimen político cubano es que se parecía a los sistemas liberales. La crítica, en todo caso, es no haber logrado ese estado de bienestar con una ampliación de las libertades políticas y una democracia horizontal y federativa.En la Cuba contemporánea hay muchas carencias, pero la gente no muere de hambre, ni por enfermedades curables, ni por falta de dinero, ni desaparecida, ni asesinada por el narco, algo que Felipe Calderón debería tener en cuenta a la hora de hablar. Hay pobreza, pero no concentración de la riqueza salvo en algunos dirigentes políticos. En México hay pobreza, corrupción generalizada, y también una concentración de la riqueza desmedida, y devastación ambiental y una guerra contra la población.En suma, cuando hablamos de Castro y su legado, en realidad hablamos de las revoluciones políticas, los cambios sociales que genera, y sus contradicciones. El legado de Castro va acompañado del legado que han dejado las revoluciones sociales del siglo XX: su capacidad de hacer cambios sociales, pero su incapacidad de ampliar las libertades individuales y políticas. Ese es el reto no sólo de la revolución cubana, sino de todas las personas que consideran que es necesario un cambio social y una emancipación para terminar con la explotación, el despojo y la dominación que reinan en la moderna sociedad capitalista.