Viernes, 10 de Octubre 2025

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El síndrome de la reina roja

Por: Benito Taibo

Hay una enorme crispación en todo el país, sin lugar a dudas. Y no es algo que haya nacido espontáneamente.

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Años de tolerar impunidad rampante, corrupción, transas y cochupos que se cristalizan hoy más que nunca en motivos válidos para la creciente indignación popular.

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Yo soy también uno de los indignados permanentes, en un país donde la justicia brilla por su ausencia y dónde surgen todos los días nuevos y más alarmantes casos que nos dejan a todos con el alma en un hilo.

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Y sin embargo...

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El crecimiento desmesurado de las redes sociales y el acceso que se tiene a ellas, han generado una nueva suerte de ciudadano ofendido que se apunta a un bombardeo (como decía mi padre), sin ver en algunas ocasiones, más allá de la mera apariencia. Que oye sin escuchar y mira sin ver.

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Y que no logran, ya que la molestia es tanta y tan añeja, rascar un poco en la fina película de esa apariencia que cubre la realidad.

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Me refiero a esos que le entran al linchamiento instantáneo, que repiten los dichos de otros sin averiguar, y que acaban avalando palabras o acciones que algunas veces están llenas de malas intenciones, aunque a simple vista dan la impresión de ser actos de elemental justicia.

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Vivimos tiempos de rumores. De terribles noticias no confirmadas que son repetidas alegremente, y de veredictos basados en la apreciación y no en el análisis y confirmación de los hechos puros y duros

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Y que han llevado a violencias verbales que pueden compararse (si nos descuidamos) a la violencia que hoy se enseñorea en nuestras calles.

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Tiempo de nuevas “Reinas Rojas” que desde el agravio (real o sólo aparente) gritan a la menor provocación, como en la novela de Lewis Carroll: ¡Que le corten la cabeza!

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Y a veces, lamentablemente, no tienen ni peregrina idea de a quién, o por qué, hay que cortársela, después de tener la cabeza entre las manos y no saber qué hacer con ella (metafóricamente, por supuesto).

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Es un coro nefando e irreflexivo que nos puede llevar a cometer excesos inigualables y sobre todo, irreparables.

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En ese país, el de la Reina Roja, sus habitantes deben correr lo más rápidamente posible tan sólo por permanecer dónde están, pues el país se mueve con ellos.

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Y algunas veces, detrás, se queda la verdad.

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Que nunca corre tan rápido como el rumor...

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Yo, no me sumo a ninguno de esos coros y los invito, de todo corazón, a evitarlos.

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