Día de la Bandera, quiero conmemorarlo, compartiendo fragmentos de una lectura sobre la vida de Ramón López Velarde, escrita por Guillermo Sheridan, titulada un “Corazón Adicto”, y su glorioso poemario, “La suave Patria”. Nacido en Jerez, Zacatecas, en 1888, iniciador de la vanguardia en México, su célebre poema, “Fuensanta”, finaliza así: “¡Quién me otorgará en mi retiro yermo tener, Fuensanta, la condescendencia de tu bondades a mi amor enfermo como plenaria y última indulgencia!” Su seudónimo de Esteban Marcel, utilizado durante su época de fervoroso catolicismo, y se decía: “Ramón es un hombre risueño y con levita, cree en Jesucristo, pero sueña con Afrodita”.“Para que no se manche tu ropa con el barro de ciudades impuras, a tu pueblo regresa…(Lo elegí para los ausentes que regresan).“No me condenes”: Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre: ojos inusitados de sulfato de cobre…“A un imposible”: Me arrancaré, mujer, el imposible amor de melancólica plegaria, y aunque se quede el alma solitaria huirá la fe de mi pasión risible. Iré muy lejos de tu vista grata y morirás sin mi cariño tierno, como en las noches del helado invierno se extingue la llorosa serenata. Entonces, al caer desfallecido con el fardo de todos mis pesares, guardaré los marchitos azahares entre los pliegues del nupcial vestido”.La Suave Patria“Yo que solo canté de la exquisita partitura del intimo decoro, alzo hoy la voz a la mitad del foro, la gutural modulación del bajo para cortar a la epopeya un gajo. Navegaré por las olas civiles con remos que no pesan, porque van como los brazos del correo chuan que remaba la Mancha con fusiles. Diré con una épica sordina: la Patria es impecable y Diamantina. Suave Patria: permite que te envuelva en la más honda música de selva con que me modelaste por entero al golpe cadencioso de las hachas, entre risas y ritos de muchachas y pájaros de oficio carpintero. Patria: tu superficie es el maíz, tus minas el Palacio del Rey de Oros y tu cielo, las garzas en desliz y el relámpago verde de los loros. El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo. Sobre tu capital, cada hora vuela ojerosa y pintada, en carretela; y en tu provincia, del reloj en vela que rondan los palomos colipavos, las campanadas caen como centavos. Patria tu mutilado territorio se viste de percal y de abalorio. Suave Patria: tu casa todavía es tan grande, que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería. Y en el barullo de las estaciones, con tu mirada de mestiza, pones la inmensidad sobre los corazones. ¿Quién, en la noche que asusta la rana, no miró, antes de saber el vicio, del brazo de su novia, la galana pólvora de los juegos de artificio? Suave Patria: en tu tórrido festín luces policromías de delfín, y con tu pelo rubio se desposa el alma, equilibrista chuparrosa, y a tus dos trenzas de tabaco sabe ofrendar aguamiel toda mi briosa raza de bailadores de jarabe. Tu barro suena a plata, y en tu puño su sonora miseria es alcancía; y por las madrugadas del terruño, en calles como espejos se vacía el santo olor de la panadería. Cuando nacemos, nos regalas notas, después, un paraíso de compotas, y luego te regalas toda entera, suave Patria, alacena y pajarera. Al triste y al final dices que sí, que en tu lengua de amor prueben de ti la picadura del ajonjolí. ¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena de deleites frenéticos nos llena! Trueno de nuestras nubes, que nos bañas de locura, enloquece a la montaña, requiebra a la mujer, sana al lunático, incorpora los muertos, pide el Viático, y al fin derrumba las madererías, de Dios, sobre las tierras labrantías. Trueno del temporal: oigo en tus quejas crujir los esqueletos en parejas, oigo lo que se fue, lo que aún no toco, y la hora actual con su vientre de coco, y oigo en el brinco de tu ida y venida, oh trueno, la ruleta de mi vida”.Muerto a los 33 años; nunca se casó ni conoció el mar…