La administración de Enrique Alfaro dio un primer paso para el control del comercio ambulante en el Centro de la ciudad. Ya como presidente electo y ahora como alcalde, Alfaro ha hablado de controlar, no de erradicar, este fenómeno. Se podrá estar de acuerdo o no con algunas de las cosas del nuevo reglamento y sobre todo en las formas políticas de los emecistas (la oposición conoció el proyecto diez minutos antes, lo cual demuestra que al alcalde lo que opine la oposición le importa muy poco) pero hay tres cosas que me parece que son sumamente interesantes y que pueden ayudar, si no a terminar con el problema, sí a poner orden.El primero y más importante fue definir lo que sí se puede y lo que no se puede vender en el Centro de la ciudad. Son sólo 15 productos, la mayoría de consumo inmediato y otros de carácter artesanal, los que se pueden comercializar en la vía pública. Eso deja fuera todos los productos de la piratería que han convertido al Centro en un verdadero tianguis donde se vende desde ropa, relojes y discos hasta artículos de belleza. De entrada, los artículos pirata no deberían venderse en ningún lado, ni en la calle, ni en el mercado, ni en el transporte público, pero eso implica otro montón de cosas que van más allá de las capacidades y las atribuciones del ayuntamiento. Sacar la piratería de estos circuitos le pega de lleno al corazón de la mafia que provee los artículos y saca de circulación a ocho de cada 10 vendedores. Si se reconvierten podrán vender algo de lo autorizado, pero es absolutamente imposible que todos vivan de vender lo mismo. Los 15 productos autorizados pueden ser discutibles, muchos o pocos, buenos o malos, pero ayuda a resolver el problema.El segundo elemento fue la definición de espacios libres de comercio ambulante. Si bien en principio parece muy limitado, pues son sólo cuatro plazas principales, los alrededores del Degollado, puentes y banquetas, podemos coincidir en que es otro buen paso. Sin embargo, hay espacios del Centro que les urge orden, de manera muy clara la Plaza Tapatía, justo entre la explanada del Cabañas y la Plaza Fundadores, que está en el más absoluto abandono, y que ahora, por lo menos mientras las leyes del mercado saquen a unos cuantos, será un espacio de mayor concentración y presión de este tipo de comercio.Finalmente, el tercer elemento positivo es haber definido el tipo de comercio en semifijo, ambulante y ambulante con carrito. Esto puede ayudar no sólo a controlar y a evitar que los comerciantes brinquen de un producto a otro, sino a estandarizar la imagen urbana.Pero el problema en el combate al comercio ambulante no es diseñar un reglamento y aprobarlo (como ya quedó claro) sino aplicarlo, enfrentarse a los intereses que hay detrás y a las mafias que han hecho del espacio público un negocio privado. Porque el comercio podrá ser ambulante, pero los intereses que hay detrás son fijos; esos no se mueven.
