Viernes, 16 de Mayo 2025

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Caro en la comisaría: ¿determinación o necedad?

Por: Jorge O. Navarro

Caro en la comisaría: ¿determinación o necedad?

Caro en la comisaría: ¿determinación o necedad?

Desde que inició su gestión como presidente municipal de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramírez ha sostenido contra viento y marea sus decisiones políticas. Eso habla de un alto perfil como titular de un poder Ejecutivo; habla también de su determinación de ganar las elecciones por la gubernatura de Jalisco el primer domingo de junio del año 2018… pero todo en exceso es dañino, y quizá no sea determinación, sino necedad, sostener a Salvador Caro Cabrera como comisario y titular de la Policía de Guadalajara.

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No hay que engañarse. Las críticas públicas a Salvador Caro y los ataques contra su persona y su trabajo “desde los sótanos de la PGR y el Gobierno estatal”, como diría el secretario general del Ayuntamiento, Enrique Ibarra Pedroza, forman parte de una larga cadena de confrontaciones entre el grupo político de Alfaro y el que encabeza el gobernador Aristóteles Sandoval.

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Por eso no es de extrañar que nuevamente se haya filtrado información que reveló cómo Salvador Caro no pasó los exámenes de control y confianza, y a las pocas horas esa versión haya sido desmentida con la presentación de un documento en el que se acredita que el comisario tapatío sí pasó los exámenes.

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Es importante recordar que por determinación legal, todo titular de una policía municipal que no haya aprobado tales exámenes, debe dejar el cargo de manera inmediata.

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Dejemos de lado, al menos en este texto, la polémica en torno a Caro Cabrera, su pasado priista y su nula experiencia como titular de una policía municipal —sobre todo una tan grande como la de Guadalajara—; abandonemos también la especulación sobre sus aspiraciones políticas y su deseo de competir por la presidencia municipal tapatía; obviemos también que su trabajo no es, ni remotamente, el que se habría esperado para disminuir la incidencia delictiva (los delitos del fuero común están al alza y Guadalajara, como el resto de los municipios metropolitanos, vive una evidente oleada de violencia que no puede justificarse con el cliché de la lucha entre cárteles).
Concentrémonos entonces en lo que la gente le pide a Enrique Alfaro, el presidente municipal.

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Si los habitantes del municipio pudieran decirle directamente al alcalde qué esperan de él, con toda seguridad le pedirían que estuviera todo el tiempo en las calles verificando que avancen lo más pronto posible los trabajos de repavimentación y bacheo; le pedirían que verificara personalmente que se atiendan las quejas por falta de alumbrado público y que se revise sin pausa el paso del carretón de la basura.

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Naturalmente, también le pedirían que hubiera más patrullas y que los policías se comportaran de tal modo que dejaran de ser una fuente de miedo para los vecinos, sobre todo en las colonias populares del Oriente de la ciudad.

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Seguramente no les importaría mucho que el alcalde mantenga su lucha verbal y política con el Gobierno del Estado. Sería, en todo caso, un asunto marginal.

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Por eso, ¿vale tanto la pena sostener a Salvador Caro al frente de la policía?

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Es cierto que el alcalde Alfaro no está dispuesto a entregar la plaza. No se permitirá ser débil ante quienes atacan a su comisario.

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Pero, ¿es lo que quieren los tapatíos?

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