Eventualmente han ido apareciendo en diferentes regiones del país manifestaciones, tanto de menor trascendencia como de la mayor gravedad que dan indicios de una descomposición social desahogada en la más terrible de las violencias, a las que tanto gobierno como sociedad corresponde atender. Por citar dos casos recientes y significativos, uno que da señales de que algo grave puede suceder, el otro de consecuencias fatales generado con un alto grado de salvajismo, de la mas absoluta deshumanización que lleva a una pregunta que en pleno siglo XXI sería impensable: ¿En que tipo de bestia se ha convertido el ser humano?Hace un par de semanas se presentaron en la residencia del Gobernador saliente de Nuevo León, Rodrigo Medina un grupo de manifestantes que “clausuraron” la mencionada finca aludiendo consignas como la de que ese inmueble se había construido con dinero del pueblo; el asunto no paso a mayores, quizás porque se le dio un sesgo totalmente político. Queda en el aire la duda ¿En que momento ese grupo pasara de la “clausura” a la violencia destruyendo la propiedad y lastimando a sus habitantes? Estamos ante un caso, como millones en el país, en el que las vías legales no harán justicia: consecuencia inmediata: la frustración.El otro caso desafortunadamente terminó en una terrible tragedia: la muerte de dos hermanos injustamente masacrados a golpes primero, quemados vivos después por parte de pobladores de Ajalpan en el Estado de Puebla, sacrificio en el que ningún poblador se dio a la tarea de evitar tan asquerosa tragedia. Una turba enardecida que se despojó de su condición de persona convirtiéndose en bestias vengadoras, que ya enajenadas ningún argumento las detuvo. En este brutal crimen tal parece que se dieron cita, sin que esta aseveración suene a justificación, los rencores guardados de los habitantes de esa localidad que igual que en otras muchas partes del territorio nacional reinan: la amargura, fatalidad cansancio, insatisfacción, injusticias, engaños, condiciones que provocan crisis de conciencia moral que impulsa los mas bajos instintos humanos, entre ellos una especie de esquizofrenia desahogada en la crueldad. El respeto, la prudencia, la conmiseración no tuvieron lugar en el espantoso crimen, personas que de pronto se transforman en gestores de violencia colectiva exaltada; alarma la facilidad para recorrer el camino de la desconfianza a la maldad, a la peor de las crueldades; esa desconfianza producto de históricas promesas incumplidas. Sacrificar a un par de hermanos cuyo único “crimen” fue estar trabajando para conseguir llevar el sustento a su hogar, ese sustento que los propios asesinos buscan afanosamente conseguir, se convirtió en una cruel realidad por mas irónico que suene. Cabe la pregunta: ¿qué sigue? lo ideal, hacer programas comunitarios que incrusten en los habitantes el sentimiento de la solidaridad. Amén de los amenes.
