En semanas recientes se vivió una encendida indignación generada por la disposición de que el ingreso al Teatro Degollado se encuentre prohibido para niños menores de ocho años.En medios electrónicos y convencionales rápidamente se hizo eco del hecho. Se atacó la medida calificándola de arbitraria y se culpó a la administración del teatro. No obstante, en la discusión, tanto demandantes como demandados pasaron por alto algo fundamental y es que la disposición en cuestión no es reciente, anónima ni mucho menos una ocurrencia espontánea como se quiso ver, pues aparece consignada en el “Reglamento de uso de espacios para el bien inmueble denominado Teatro Degollado”, aprobado y firmado en el año 2006 por el entonces gobernador Francisco Ramírez Acuña y la secretaria de cultura Sofía González Luna. Precisamente en el artículo 16 de dicho reglamento se estipula que “sólo se permitirá la entrada al Teatro a mayores de ocho años de edad; excepcionalmente en aquellos eventos de carácter netamente infantil, el mínimo de edad será de cinco años”.De cualquier forma, pese al retraso con que se manifestó la oposición ante dicho punto, parece que se obtendrán resultados. Así, la secretaria de Cultura del Estado se pronunció para cambiar la disposición y, de hecho, ya en el portal de Internet en el que se venden las entradas para el teatro se indica que el acceso está permitido a mayores de seis años de edad.Es cierto que, al menos en teoría, en un recinto como el Teatro Degollado se espera un determinado código de comportamiento que hasta cierto punto es más difícil ser seguido por niños pequeños, pero todavía más cierto es que en cualquier programa de la Filarmónica de Jalisco (por hacer referencia al ámbito al que atiende esta columna) se pueden apreciar faltas incluso de civismo básico cometidas casi en exclusiva por adultos, muchos de los cuales —a diferencia de un niño— ni las reconocen y mucho menos aceptan que se les haga alguna observación al respecto.En relación con lo anterior cabe reflexionar en cómo la restricción para que un niño pueda acercarse paulatinamente a manifestaciones culturales como las llevadas a cabo en el Teatro Degollado favorece una falta de naturalidad en cuanto al comportamiento que en su momento las audiencias adultas manifestarán ante las mismas. De esa forma, irremediablemente la espontaneidad de tales públicos se verá sustituida de forma absoluta por una conducta enfocada a la apariencia, aprendida fuera de los contextos que debieron serle inherentes.
