Miércoles, 11 de Diciembre 2024

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— Laicismo

Por: Jaime García Elías

— Laicismo

— Laicismo

El vocablo se manoseó demasiado durante la semana pasada. A raíz de la polémica que generó el homenaje del Gobierno del Estado al cardenal arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval, se habló de “laicismo” tanto o más que de futbol. (Lo cual, en esta “tierra de Dios y de María Santísima” —como las llamaban los abuelos de antes—, ya es mucho decir). Ahora bien: puesto que el tema, como ya se dijo, polarizó las opiniones y dio pie a un ejercicio saludable —pensar será siempre preferible a renunciar a hacerlo—, convendrá poner los puntos sobre las respectivas íes... —II— Contra el prejuicio —subproducto de la discusión que generó, en su momento, la insistencia de las leyes mexicanas (a partir de Juárez, sobre todo) en la laicidad del Estado y de la educación en México— de que laico significa enemigo de la religión, la Real Academia puntualiza: por laicismo debe entenderse la doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa. En la medida en que el concepto, en la llamada “cultura occidental cristiana”,  intenta romper una tradición de siglos de sometimiento del Estado a la Iglesia, conviene distinguir, como propone Fernando Savater: una cosa es el religioso, entendido como el hombre que encuentra en la religión el sentido de la vida, y otra muy diferente el fanático. “Para el fanático —señala Savater—, la religión no es un derecho sino un deber para él y para todos los demás. Y, además, él considera que tiene el deber de hacer que los demás cumplan con ese deber”. La religión tiene pleno derecho a decir qué es pecado y a imponer a sus fieles la obligatoriedad de aceptarlo así... pero no puede hacer extensivo a toda la sociedad el criterio de que lo que para ella es pecado, también es delito. La religión, como derecho de cada individuo, debe ser respetada; como deber que imponga dogmas, preceptos y lineamientos de conducta a toda la sociedad, en cambio, no puede serlo. La tolerancia religiosa, pues, entendida como el respeto a las creencias o increencias de cada persona, sólo puede darse, precisamente, dentro del laicismo. —III— Voltaire —citado por Savater—, asombrado por la tolerancia de los ingleses, decía que “Los ingleses van al cielo o al infierno, cada cual por el camino que quiere”. Eso, sin más, es laicismo.

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