La iniciativa a favor de que los simpatizantes de Atlas y Guadalajara hagan un especie de pacto en el sentido de llevar la fiesta en paz, antes, durante y después del “Clásico” del próximo sábado en el Estadio Jalisco, al margen del resultado que arroje el encuentro, invita a recordar la conseja: “A Dios rogando… y con el mazo dando”.*Es natural que el resultado de un partido incida directamente en el estado de ánimo de los verdaderos aficionados. El futbol no puede verse tan fría, tan desapasionadamente como pudiera verse, pongamos por caso, un partido de voleibol femenil, por televisión, en México… porque son cosas diferentes. El resultado, especialmente cuando se trata de un “Clásico”, forma parte de la fiesta. Las victorias se saborean y las derrotas se rumian con amargura toda la semana. (Como decía el “Pistache” Torres a propósito de los encuentros Guadalajara-Atlas: “Ganas, y todas las tardes sacas la silla a la banqueta, para recibir saludos y felicitaciones; pierdes, y en toda la semana no sales a la calle: quisieras que la tierra te tragara”).*Sin embargo, una cosa es acusar recibo de los efectos sicológicos del resultado de un partido —y de un “Clásico” muy señaladamente, reiterémoslo—, y otra tomar la actitud de transformar la euforia del triunfo o la frustración de la derrota, en manifestaciones de agresividad hacia el prójimo… Lo ideal es entender la contienda deportiva como una proyección civilizada de nuestra afición por un deporte y de nuestra predilección por un equipo. Aun admitiendo que la simpatía por un equipo implica el riesgo de que se transgredan los límites de decencia y de respeto que en expresiones menos apasionantes se conservan con relativa facilidad, debe entenderse que así como en la cancha hay reglas y hay una autoridad encargada de aplicarlas, en la tribuna, durante el partido, y en la calle, al final del mismo, hay normas de civilidad que son, por lo demás, del dominio público.*Es de desearse, pues (“a Dios rogando…”), que las promociones a favor de esa civilidad, que fue timbre de orgullo del público tapatío pero que gradualmente se fue deteriorando, encuentren eco en las nuevas generaciones de aficionados. Pero también sería pertinente (“…y con el mazo dando”) que tanto los dirigentes de clubes como las autoridades civiles extremen las medidas de seguridad… por si las recochinas moscas.