Miércoles, 14 de Mayo 2025

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- “¡Aguas…!”

Por: Jaime García Elías

- “¡Aguas…!”

- “¡Aguas…!”

Dicen que “Dios perdona siempre; los hombres, algunas veces; la naturaleza, nunca”…

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La naturaleza, por lo visto, es más terca que los hombres. Éstos se empeñan en someterla, aferrados a que algún enfermo de soberbia los llamó “Los reyes de la Creación”, y ellos se lo creyeron. Y aunque hay, ciertamente,  ejemplos del ingenio de los bípedos implumes —como los llamaba Platón— para domeñar el entorno que a sus antepasados eventualmente les era hostil, aún no llegan al punto de convertirlo en una edición corregida y mejorada del mítico Paraíso Terrenal de nuestros primeros padres.

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Por ejemplo, Tlajomulco.

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-II-

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Lo que para muchos miles de tapatíos fue un estupendo pretexto para un fin de semana de sesión permanente del club “El músculo duerme, la ambición descansa”, para los habitantes de varias colonias de “la hermana república” —como algunos socarrones llaman al municipio conurbado y que se ha convertido en “ciudad dormitorio” de Guadalajara—, fue una pesadilla. Las lluvias, amables en general con los pobladores de centenares de colonias de la mancha urbana, se ensañó con quienes creyeron haber encontrado su parcela del edén —como les ofrecía la publicidad de los imaginativos “desarrolladores”— en colonias con nombres tan seductores como Chulavista, Real del Valle, Villas de la Hacienda, San Sebastián el Grande, San José, San José del Valle, Hacienda los Eucaliptos, La Arbolada Plus, Real del Valle, Paraíso, Jardines del Edén, Unión del Cuatro, etc.

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Alrededor de 200 viviendas, según las cifras oficiales, fueron severamente afectadas por una inundación que en algunos puntos llegó al metro y medio de altura. Las gráficas difundidas en los medios parecían —toda proporción guardada— réplicas de paisajes de Venecia. Con una diferencia: que acá, decenas de familias resintieron daños en sus moradas y severas afectaciones en su menaje de casa… Los residentes de esas colonias comprobaron, pues,  independientemente de los afanes de las autoridades por darles “apoyo” —whatever that means—, que viven en lo que técnicamente se conoce como “zona de riesgo”.

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-III-

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Lo paradójico del asunto estriba en que tanto los desesperados afanes —y las consiguientes “inversiones” millonarias— de las susodichas autoridades, orientados a dotar de agua a la Zona Metropolitana de Guadalajara, como los aplicados a hacer frente a los cuantiosos daños y perjuicios que las lluvias ocasionan, exhiben la incapacidad de quienes —como dijo el clásico— “cobran por gobernar como si supieran”, para aprovechar la que cae del cielo —literalmente— a raudales, en cada temporal de lluvias.

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