Viernes, 26 de Julio 2024
Entretenimiento | Saturnino Herrán

Saturnino Herrán (9)

Atacado por su ortodoxia y rigidez escolar, un conflictuado Fabrés regresó a Europa en 1907

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- Atacado por su ortodoxia y rigidez escolar, un conflictuado Fabrés regresó a Europa en 1907. Herrán se inscribió con Gedovius. Poco antes, en 1903, había retornado de sus correrías europeas un explosivo Dr. Atl. Con sus arengas políticas y con sus propuestas pictóricas cimbró conciencias de noveles artistas e hizo temblar a opositores conservadores. Pugnó por un arte propio nacionalista y monumental. El joven Herrán fue permeado por tales influencias. Afortunada coyuntura.

A fines de 1904, Herrán se estrena como ilustrador a través de la publicación de su dibujo Mosqueteros en El mundo ilustrado. Esta sería una de las facetas básicas de su quehacer profesional; de hecho, constituyó parte de su “modus vivendi”. Su participación en la revista Savia moderna confirma tal aserto. Esta revista constituía un foro para los literatos y pintores modernistas del momento. Fue dirigida por Alfonso Cravioto y Luis Castillo Ledón y contaba en su nómina con la respetable cantidad de 33 redactores, tres fotógrafos y 24 artistas plásticos. Su vida, sin embargo, padeció las limitaciones o carencias de los proyectos de su género: solamente subsistió año y medio con cinco números en su haber.

Hubo, además, otro telón de fondo relacionado con las tendencias modernistas: en medio de un homenaje, marchas y vítores a favor de Manuel Gutiérrez Nájera y la Revista Azul, se escucharon proclamas radicalizadas como “¡momias a vuestros sepulcros!” o “¡vamos hacia el porvenir!”. Era paradójico y ahora lo sabemos con claridad que una parte sustancial de tales tendencias estribaba en voltear los ojos hacia el pasado prehispánico. No estaba mal. Tanto la ideología que sustentaba el discurso oficialista como los empeños culturales y artísticos pregonaban, entre otras premisas, una revalorización de la grandeza del México antiguo junto con una puesta en vigor de sus categorías estéticas. En un temible salto se transpolaban (muchas veces artificialmente) tales reminiscencias hacia las dudosas pretensiones del México porfirista: ¿Qué implicaba esto? Que los tres siglos de conquista, colonia y evangelización, vergonzosos por sojuzgadores, quedaban en el limbo, anulados. Borrón y cuenta nueva. Enrique Krauze, en Siglo de Caudillos, analiza con claridad lo absurdo de la operación. Una cosa es denunciar la brutalidad o injusticias de tales coyunturas, pero ¿cómo se puede construir una nación moderna exaltando, por un lado, un relativo indigenismo oficialista y, al mismo tiempo, abjurando del omnipresente mestizaje, del arte y aportes culturales e ideológicos que, para bien o para mal, nos legó la colonia? Un joven Herrán, inmerso en tales confusiones pero -hay que decirlo-congruente con su momento histórico, también se sumó a tales revalorizaciones indigenistas. Por aquellas fechas visita y dibuja Teotihuacán incorporando tales imágenes a su iconografía particular.

navatorr@hotmail.com.    

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