GUADALAJARA, JALISCO (15/OCT/2016).- Íntimo, valiente y real; así se puede describir el documental “Llévate mis amores”, dirigido por Arturo González Villaseñor, el cual llega este fin de semana a las salas de cine. En entrevista, González relata su acercamiento con este grupo de mujeres mexicanas que desde 1995 prepara comida todos los días y la lanzan a los migrantes que viajan sobre el tren de carga La Bestia, que viaja rumbo a Estados Unidos.—Llama la atención esta relación fugaz que hay entre Las Patronas y los migrantes. Ellas los ven pasar, los ven irse, es sólo un instante. Lo mismo aplica para los migrantes, que las ven desde el tren por unos segundos nada más. Y ante esta relación efímera tú decides plantarte frente a ellas y contemplarlas. ¿Cómo tomas la decisión de ponerte ahí con una cámara, de darles permanencia, cuerpo y cara a estas mujeres que para otros son una presencia momentánea?—Todo nace en el momento en que llegamos por primera vez a Veracruz y nos dimos cuenta que, una vez que pasa el tren, todas son mujeres que inmediatamente regresan a su vida cotidiana, a cuidar a sus hijos, sus casas. Y entre todo ese trabajo, ellas se siguen preparando para el siguiente tren: limpian el frijol, recolectan agua, atienden a los migrantes y los alientan para seguir en el camino, ya sea hacia la frontera norte o para regresar a sus países de origen si es que los ven inseguros. Para nosotros era importante retratar esta obra humanitaria que ocurre en dos o tres minutos —que es lo que tarda el tren en pasar—, visualizando quiénes son estas mujeres que hacen esta labor tan grande y admirable en tiempos tan trágicos dentro de nuestro país e, incluso, en todo el mundo. Lo que existe alrededor de ellas es lo que nos interesaba, pero también tratar de descubrir quiénes eran estas mujeres que hacen esto todos los días. En la película se crea una cercanía, descubrimos que no son mujeres mágicas, ni santas; son mujeres como nosotros.—Estás de una u otra forma mostrando en tu película una labor extraordinaria —el trabajo diario de Las Patronas— pero con un tono sumamente cotidiano. El reto de la película estaba ahí, en contrastar que su magnífica labor es para ellas la cotidianeidad. —Así es. Fue un reto para el equipo que estuvo trabajando durante cuatro años en el rodaje de la película. Nosotros teníamos un plan de lo que queríamos filmar, que hablaran de sus vidas, de sus personalidades. Y de pronto nos dábamos cuenta que nosotros ya estábamos cargando también botellas, comida, cosas muy pesadas, corriendo rápido a las vías. Cuando eso pasaba, de pronto ellas eran las que terminaban cargando nuestro equipo, las cámaras, tripié, el material de sonido. La manera de realizar esta película fue algo muy orgánico, sin darnos cuenta nos integramos a su vida cotidiana. Esto ayudó a que ellas se sintieran libres frente a nosotros, a que no se sintieran observadas, que no nos vieran como intrusos.—Se nota esa cercanía, ¿costó trabajo entrar en la vida de Las Patronas?—Es curioso porque creo que nosotros llegamos a filmar esta película siendo bastante inocentes. No entendíamos la magnitud de su trabajo y simplemente tocamos a sus puertas y entramos a sus vidas. Y así, de golpe, se nos reveló quiénes eran ellas. Fue ese acercamiento tan ingenuo el que nos permitió entrar fácilmente en sus casas y en su existencia. De ahí se deriva el crecimiento que tuvieron también las entrevistas, que nos aventuráramos a lanzar esa pregunta donde les pedimos que hablen sobre quiénes son cada una de ellas a un nivel más personal. Pero esto se dio tras un trabajo muy largo, y tras darnos cuenta que nadie se había acercado a preguntarles: “¿Cómo estás tú? ¿Cómo te sientes?” Las entrevistas crecieron tanto, se volvieron tan íntimas, que en más de una ocasión llegamos a terminar —ellas y nosotros— con lágrimas en los ojos; reflexionando sobre lo que sucede en ese pueblo de Veracruz, al costado de esas vías del tren. Hacer lo que ellas hacen entrega al mismo tiempo una sensación de alegría y de tristeza. Y es que cuando das una bolsa de frijol caliente y una botella de agua terminas por dimensionar cómo es que algo tan simple puede significar tanto para alguien que lo está arriesgando todo.—¿Por qué piensas que estas mujeres han decidido que estos migrantes les atañen? —En este caso, ellas ayudan a los migrantes, pero no creo que lo hagan por ser migrantes. Para ellas es una acción a favor de cualquier ser humano que necesite ayuda. Si alguien necesita descansar, ellas abren las puertas de sus casas. Lo que te puedo decir es que en el momento en que vieron personas montadas en el techo de un tren de carga, decidieron dejar de ser ajenas a la situación... Y hoy no dudan en tender su mano a cualquier persona que lo necesite, migrantes o no. —Hemos visto en los últimos años cómo el cine documental aborda recurrentemente —de manera directa o de forma tangencial— el tema de la migración, ¿por qué crees que sucede esto?—De entrada, creo que la migración es un fenómeno de magnitud global, no es una cosa exclusiva de una región. Lo vemos en el sur de Europa, vemos la fijación de los ingleses con este tema, lo vemos con Donald Trump y su muro; creo que encontrar historias de la vida de los migrantes es normal porque sentimos que es un tema que se tiene que seguir contando. Sería absurdo que, por ejemplo, los mexicanos dejáramos de tocar ese tema en nuestros documentales porque [la migración] es algo que se vive y se siente en nuestro país. Y creo que el cine documental ha sido trascendental para contar estas historias. Incluso, diría que el auge del documental en México también está favoreciendo y diversificando las formas de hacer cine en nuestro país.—Estas tres palabras que son “Llévate mis amores”… ¿Cómo decides que ése tenía que ser el título de tu película?—Queríamos un título que no fuera explícito, que no fuera obvio como simplemente “Las Patronas”. Es bien importante recalcar que nuestra película concentra solamente un pedacito de lo que es la historia de Las Patronas. Sabiendo esto, queríamos simplemente estar con ellas, platicar con ellas, observarlas en ese lapso de tiempo en el que estuvimos filmando, y sabemos que ellas representan algo más grande que lo que pudimos haber logrado captar con la cámara. Este tipo de relación nos hizo pensar en que el título de la película tenía que representar lo que ellas nos hacen sentir. Trabajamos mucho para llegar al título, pero una vez que lo encontramos nos dimos cuenta que era el nombre que queríamos que nos acompañara. Y es que ellas les dan a los migrantes un amor muy maternal a través esa bolsa de arroz o ese lonche que se llevan. Los migrantes pasan por el pueblo con tanta hambre que en realidad a ellos no les interesa si el arroz está caliente o frío, pero a Las Patronas sí les interesa ese detalle, que para mí describe un amor inmenso. Aventar esa bolsa de comida al tren es como aventar un amor que se va, que es efímero, pero que cae en las manos de alguien. Hay amor en ese momento en que deciden ir a las vías del tren a arrojar bolsas. El amor que ellas dan es fugaz pero muy estrecho, muy fuerte y no les importa desprenderse de él para ayudar.