La vida después, cuando la sangre separa

MORELIA, MICHOACÁN (21/OCT/2013).- A veces la familia no es lo más sagrado. En ocasiones, lo que se supone que la mantiene unida, se convierte en cadenas pesadas que atan el alma. "O la sangre no siempre une a la gente", como lo explica David Pablos. Y todo esto lo expone en La vida después, largometraje que retrata con toda la crudeza posible a una familia disfuncional, y que se exhibió éste lunes en el marco del XI Festival Internacional de Cine de Morelia ( FICM).

La cinta, opera prima del director, relata la vida de dos jóvenes; Rodrigo (Rodrigo Azuela) y Samuel (Américo Hollander), desde su infancia hasta su adolescencia, que un buen día, se ven abandonados por su madre (encarnada por María Renée Prudencio). Los jóvenes iniciarán un viaje para encontrarla en el que se abrirán viejas heridas y las carencias que siempre estuvieron presentes, pero que jamás intentaron reparar comenzarán a mostrarse.

"Es una cinta que aborda varios momentos trascendentes en la vida de los protagonistas", explica Pablos, quien llevó a La vida después a la edición más reciente del festival de Venecia, dentro de la sección Horizontes donde fue la única película mexicana que se proyectó. "Y también habla sobre la distancia que se va creando entre los tres, especialmente entre la madre y los dos jóvenes".

La película muestra que la violencia al interior de una familia puede venir en formas muy distintas a los golpes. Los silencios, las mentiras y el desinterés van abriendo la brecha entre los protagonistas. En charla con los medios, el realizador reconoce que es una película personal, que explora el crecimiento humano, y cómo "a veces para avanzar en la vida, tenemos que abandonar lo que creemos que amamos".

EL INFORMADOR / FRANCISCO GONZÁLEZ