Viernes, 26 de Julio 2024
Entretenimiento | Esteban Ezekiel Hernández Fernández, fuera de serie

El personaje: un pequeño con grandes dotes dancísticos

La entrada al ballet se dio en el patio de su casa, mientras que veía cómo le daban clases a su hermano Isaac, otra eminencia de la danza tapatía y nacional.

Por: EL INFORMADOR

Por: Karelia Alba. Fotos: Alonso Camacho

La disciplina es parte fundamental en la educación de los niños y, en el caso de Esteban, el aleccionamiento es la médula de su carrera profesional. Sí, en efecto, a sus 13 años de edad, él sabe lo que quiere y hacia dónde va; tiene sueños y ambiciones como cualquier otro que haya nacido en el mismo año. Pero la diferencia es que él ya tiene decidido qué va a hacer con su vida desde tiempo atrás.

Hijo de bailarines profesionales, se podría decir que el talento y la pasión por la danza lo trae en las venas. Sea por herencia genética o no, hoy en día es uno de los mejores exponentes de ballet. A su corta edad tiene un récord de medallas del cual ni siquiera lleva la cuenta.

“Kekel”-como le dicen en casa- es de los más pequeños, siendo nueve hermanos los que componen la lista de su familia.

Su infancia ha transcurrido de forma casi normal puesto que, además de hacer otras actividades propias de su edad, también va a la escuela, pero a una en la que en lugar de estudiar matemáticas o español, le toca preparase para su carrera de bailarín profesional.

Dolor, sudor y lágrimas, han dejado su huella y le han forjado; casi se podría decir que es un adulto, sino es por su cara inocente y su mirada juguetona, sus delgadas y alargadas extremidades que denotan elegancia y fortaleza, la combinación única para triunfar en la danza clásica.

El inicio natural

La entrada al ballet se dio en el patio de su casa, mientras que veía cómo le daban clases a su hermano Isaac, otra eminencia de la danza tapatía y nacional. Un día, mientras observaba, tuvo ese impulso por aprender; su corta edad no fue impedimento para hacerse escuchar por su padre, quien le tomó la palabra y comenzó a instruirlo en el arte de la danza.

“Mi papá puso una barra en el patio y unas hojas de triplay en el piso y ahí mi entrenaba a mi hermano Isaac; yo los veía en clase todos los días y comencé a interesarme, hasta que le dije a mi papá que me entrenara. Estuve como dos años entrenando en el patio trasero y después se construyó un salón dentro del terreno de la casa”, recuerda Esteban.

No se trató de imitación ni mucho menos de competencia: ver a su hermano le dio un empujón para sacar a flote su verdadera inclinación artística.

Ser profesional sin alcanzar la edad

Aún siendo uno de los mejores exponentes de ballet en el mundo, es apenas un niño, casi preadolescente, del que se admira la calidad dancística con la que cuenta. Esteban no se cuestiona, se reconoce, pero todavía necesita tener edad para ser un profesional de cuerpo completo.

Un buen día tuvo que dejar la casa, extender sus alas y elevar el vuelo: “(...) es de lo más difícil que he vivido, pero no tuve que dejar a toda mi familia. Dos de mis hermanas viven conmigo, Laura, la mayor (quien trabaja en el consulado), y Priscila”.

Un niño en el ballet

Destacar en cualquier ámbito tiene lo suyo. Esteban ha trabajado muy duro para que la ejecución en cada escenario sea la mejor. “El ballet siempre te va a costar trabajo, siempre vas a estar adolorido y siempre vas a estar cansado, pero son cosas por las que tienes que pasar si quieres ser el mejor. Por eso siempre tienes que trabajar durísimo, cada día tienes que aumentar la calidad y siempre tienes que superarte”.

El joven bailarín hace gala de su excelente técnica en cada puesta en escena, especialmente en las participaciones que ha tenido en los distintos concursos internacionales, en los que enfrenta a bailarines de las potencias mundiales de danza.

La escuela es diferente

Esteban Hernández está siguiendo los pasos de su hermano Isaac. Ahora él está estudiando en The Rock
School for Dance Education en Fila-delfia, una reconocida escuela de danza, en la que capacitan a los mejores bailarines del mundo –en donde también estudió su hermano-.

“Cuando él se fue yo quería ser igual, pero ahora me gustaría superarlo. Eso me ha inspirado para seguir trabajando cada vez más duro”.

Aclara que no es por cuestiones de rivalidad o competencia, sino como un ejemplo a seguir. “El año pasado decidí que quería dar el siguiente paso e irme al extranjero, pero nunca me pasó por la mente la competencia con mi hermano”.

La escuela exige tiempo completo para la danza y los grados están marcados por edades, sí, pero también por el nivel de danza que tiene cada bailarín, por lo que no hay un periodo obligatorio para estar ahí. Es fácil, se tiene el nivel de un grande o no.

“Estoy en el nivel más alto, pre profesional, y de ahí el paso que sigue es integrarme a una compañía, pero como soy muy chico, yo creo que tendré que esperar unos cuantos años, hasta que tenga 16 ó 17, para que pueda entrar a una compañía. Hasta entonces tengo que quedarme estudiando”.

Esteban está en una escuela en la que se prepara para triunfar profesionalmente. “No es como una licenciatura, sino que uno aprende todo lo necesario para presentarse ante audiciones y concursos para las grandes compañías”.

Ahora convive con japoneses, rusos, latinoamericanos y, por supuesto, estadounidenses que se preparan para tener logros importantes en su carrera.

Otra de muchas cosas que hay que aprender de Esteban es que, aun cuando está entregado a la que escogió como su carrera, no descuida sus estudios regulares. Ahora está en un programa de escuela abierta de la Secretaría de Educación Pública. “Estudio y leo en Filadelfia y vengo a Guadalajara para hacer exámenes, eso es muchísimo más fácil porque allá tengo que estar pensando más que nada en ballet”.

Un día en la vida de Esteban

“¿Cómo es un día en tu vida?”, le pregunto. Sonríe y responde: “Empiezo mi día muy temprano, mi primera clase es de hora y media, después tengo clase de variaciones, otra hora. Continúan las prácticas de variaciones de repertorio, que son variaciones que ya existen y que siempre van a ser las mismas. Por ejemplo: Don Quijote, El lago de los cisnes y todo eso.

Luego tengo un pequeño descanso para comer y después tengo ensayos para piezas en conjunto o ensayo para más variaciones. Por la tarde tengo otra clase”.

No existen tiempos muertos u horas efectivas de entrenamiento que se desaprovechen. Dice Esteban que de haberlos no le queda energía para seguir, pues son seis o siete horas diarias de ballet de lunes a sábado.

Su futuro

Como bailarín su tiempo de vida en la carrera es corto, pero ¿qué es lo que sigue para Esteban? “La verdad yo espero que a los 30 años pueda seguir bailando. No me quiero retirar sino hasta que tenga unos 35 ó 40. Lamentablemente la vida profesional de un bailarín no es muy larga”.

Los temores son mínimos cuando se trata de hacer lo que le gusta. Sin embargo, hay algo que puede cambiar el curso de su vida: una lesión. “Nadie se puede escapar de las lesiones, pueden pasar inesperadamente. Por ejemplo, una caída mal de un brinco te puede lastimar la rodilla o los pies; cualquiera de ésas pueden arruinar tu carrera. Siempre tienes que ser lo más inteligente mientras trabajas, y pensar en lo que estás haciendo para no tener que pasar por eso”.

Existen y no pueden evitarse, a veces es por cansancio, otras por alguna distracción. Pero en el ballet el riesgo de que pase algo no puede evitarse, “puede ser que te aflojes de momento y eso haga que te equivoques, sin importar cuántas veces repitas cada ejercicio o movimiento, eso sólo te da menor rango de error, pero siempre existe la posibilidad de lesionarse”.

Cuando se dedica la vida al arte, con tanta pasión, dedicación y sacrificio, no quedan mayores opciones que ser el mejor. O bien, quedarse entre los mejores. Él ya dejó una marca en la historia del ballet y ha abierto el camino para las generaciones de futuros bailarines tapatíos.

Lo que quiere en el futuro, cuando termine su carrera profesional, es “trascender. Después de retirarme quisiera tener hijos y ser maestro, enseñar a nuevas generaciones, tal vez tener mi escuela. Pero no sé, lo que sí es que me gustaría ser maestro”.

El tiempo libre

El juego es un derecho de todos los niños, pero siendo uno que lleva un ritmo de vida tan original, se vuelve un lujo el tiempo libre. Esteban hace con él muchas cosas de bajo impacto, como es el caso de los videojuegos, pero cuando se trata de algo un poco más emocionante, prefiere patinar un rato: “(...) desde luego con todas las precauciones posibles, otras veces voy al cine o a tomar café con mis hermanas y con amigos”.

El mejor recuerdo

“Hace tres años en la competencia de clausura en La Habana, bailé una variación clásica que ejecutan personas del doble de mi edad -en ese entonces tenía nueve ó 10 años-. Terminé y el público se puso de pie; yo lloré, fue una sensación muy bonita. La variación fue La niña malcriada, la variación masculina, es un solo... La emoción y el aplauso, la gente de pie... me quedé en shock”

Otra medalla de oro

Esteban no lleva la cuenta de las medallas de oro; son importantes, pero para él es sólo un momento de reconocimiento. Lo grande es lo que sigue en su vida como profesional.

La más reciente de las competencias en las que ha participado Esteban es la de La Habana, en donde obtuvo una presea dorada más: “Me da una gran satisfacción porque Cuba es una de las potencias mundiales en el ballet, uno de los mejores países a nivel mundial que entrena bailarines y hay muchísimos bailarines cubanos en el mundo y muchos de ellos son los mejores. Por ello fue tan significativa esa medalla, Cuba es una de las competencias más difíciles, es la más difícil de Latinoamérica. Sólo en dos ocasiones un extranjero ha ganado oro: uno es mi hermano Isaac y el otro soy yo”.

La medalla se vio acompañada con el Premio a la Revelación, siendo el primer extranjero que lo gana. Este premio se otorga al mejor bailarín de toda la competencia.

La vida de un bailarín conlleva una disciplina muy rígida, al mismo tiempo que implica también una entrega total, dejando de lado la diversión y, en muchos casos, el alejamiento de las personas que constituyen parte de su vida. Pero cuando el ballet es una pasión, la entrega vale la pena, por ello no existen cuestionamientos, y el sacrificio es recompensado con el gusto.

La vida de Esteban nos deja una lección de perseverancia, decisión y determinación.

Destacado: “Quisiera bailar en el futuro en la compañía de Isaac o sino en el Royal de Londres, o en cualquier otra compañía grande. Prefiero desenvolverme profesionalmente en Europa porque allá el arte es mejor valorado”

Esteban comenzó su carrera a los siete años de edad. Su padre, Héctor Hernández, su primer maestro.

Recuadros:

Por cierto

Isaac, su hermano, está en Nueva York trabajando profesionalmente en la compañía más importante del mundo, la American Ballet Theatre.

Grand Prix y Medallas

Primer Lugar, Medalla de Oro, VI Concurso Nacional de Ballet Clásico Infantil y Juvenil 2003.
Primer Lugar, Medalla de Oro, en el Youth Ballet Prix en San Petesburgo, Rusia, la Categoría Junior 1, 2005.
Segundo Lugar, Medalla de Plata, VII Concurso Nacional de Ballet Infantil y Juvenil 2005.
Primer lugar, Medalla de Oro, Grand Prix de Platino, Concurso internacional Interdanza, Organizado por Dance Educators of America DEA, 2005.
Primer Lugar, Medalla de Oro, en el American Ballet Competition, en Miami, 2006.
Segundo Lugar, Medalla de Plata, en el Concurso Internacional Youth American Grand Prix, en la ciudad de Nueva York, Abril 2007.
Grand Prix, Categoría Junior, en Semifinales del Concurso Internacional Youth América Grand Prix, en Filadelfia, E.U., marzo 2008.
Medalla de oro y Premio Especial a la Revelación del Concurso. X Concurso Internacional para estudiantes de Ballet, en La Habana, Cuba, marzo 2008. (Apoyado por Asuntos Internacionales del INBA. Es importante mencionar que Esteban y su hermano mayor Isaac Hernández -quien participo en la octava edición de este concurso en 2004-, han sido los dos únicos extranjeros en obtener la medalla de oro en esta competencia).

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