Viernes, 26 de Julio 2024
Entretenimiento | Con tal de gritonear algo se insiste en esa devaluación de las palabras que empobrece lenguajes y mentes.

Diario de un espectador

El preciso olor de un cuarto desaparecido hace muchos años; pero junto con él, cada una de las cosas que lo llenaban, la luz de ese otoño incandescente, las notas que un niño ensayaba en el gran piano, los pasos de la anciana de pelo blanco y el particular ruido de su bastón al resonar en los ladrillos de perón.

Por: EL INFORMADOR

Por: Juan Palomar

Hay días en que se amanece con una cierta música que a algún lado lleva. Cosa de poner atención. El planeta del sueño deja sembradas múltiples pistas que se evaporan conforme el que pasa se engolfa en la corriente del hábito. Esas veredas llevarían sin duda -a veces lo hacen- a países que pensamos perdidos y se encuentran, completos y deslumbrantes, al mismo borde de la conciencia. Nos separa de ellos la mínima e ignota conexión eléctrica que activaría ciertas regiones de la memoria. El preciso olor de un cuarto desaparecido hace muchos años; pero junto con él, cada una de las cosas que lo llenaban, la luz de ese otoño incandescente, las notas que un niño ensayaba en el gran piano, los pasos de la anciana de pelo blanco y el particular ruido de su bastón al resonar en los ladrillos de perón. Todo está aquí, y cómo convocarlo. “¿Ya recordó el niño?”, preguntaba Tata, la nana, por saber si ya estaba despierto. Pero la música: puede ser la cadencia larga de algún verso, o la tonada que repetía sin cesar la rocola del portal de un pueblo al que jamás se ha regresado; y enredada en esa canción (¿Time waits for no one, de los Stones?) comparece el brillo victorioso del pelo rojo de la misma muchacha, el sabor extraño de las cervezas de vieja data -como las de Luvina-, la idéntica silueta de la torre de la parroquia, el paso cansino de dos perros merodeando en la plaza. Soñar es saber, repetía Valéry.

La deliberada casa fortuita. Leerla como un álbum: cuartos que giran, puertas que desaparecen, ventanas que se abren, árboles que se encorvan al ritmo de los años. Las mareas de la costumbre y la invención dejaron múltiples señales, variados estratos. Atrás de cada gesto que fue modificando los espacios descansan la deliberación, el sueño, el azar, las manías y fijaciones que buscaron hacerse materia, forma, solución. Sigue su navegación la casa, otros años cruzan sus umbrales, otras gentes, distintas visiones. Un polvo muy fino envuelve la obra y la luz se detiene más tiempo mientras reconoce rincones a los que no llegaba su dominio.

Problemas de la hipérbole: el caos. Probablemente fuera bueno tenerles algún respeto a las palabras. El uso periodístico es en algunos casos muy abusivo. Con tal de gritonear algo se insiste en esa devaluación de las palabras que empobrece lenguajes y mentes. Es usual oír a cada rato que, en virtud de algún choque, tal esquina o calle “se volvió un caos”. Esa afirmación se acercaría a la realidad si los edificios del lugar volaran por los aires, los árboles de desintegraran, los peatones salieran despedidos en todas direcciones, los coches explotaran y el incendio avanzara implacable, etcétera. En realidad lo único que sucede es que es que el tráfico se atora. El caos avanza en las mentes si no hay un principio de lógica.

El Padre Ángel Gaztelu es uno de los poetas más luminosos con los que este espectador se ha encontrado. Un libro magnético: Gradual de laúdes. Es verde oscuro, con hojas de papel grueso y elegante tipografía. Misteriosamente sigue apareciendo en los entrepaños, y pese a su discreta presencia resalta y brilla.

Hasta donde el silencio se alza,
hasta donde la piedra nace,
hasta donde sueña el agua
y gime en la forma del sauce.

Trae el aire con la sombra
no sé que extrañas voces
de aguas y crujientes hojas
doblando la espadaña de la noche.

Viene errabundo sobre los árboles
con su rondalla de laúdes
el ancho mar insomne.

Rondando por las arenas
llega con ecos oscuros
y cifras de las estrellas.

Reptando sobre el césped
se avecina el silencio
con su gran rumor verde.

Peso y temblor de la noche
bordea el muro del patio
y la hiedra gris recorre.

Y así solo entresoñando
se pasa la noche insomne
vlamiendo el musgo del patio.

Actuaciones del frío. Desciende de las alturas como un pájaro delgadísimo y vasto. Opera por acumulación. Como quien aplica múltiples e invisibles capas de un barniz imposible, los cuerpos reciben así noticia de los andamios más elevados de los aires. A fuerza de insistir, de empecinarse en el descenso, el frío de la madrugada conduce a la vigilia.

Tapatío

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